El prodigio: la tragedia detrás del milagro
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Dirección: Sebastián Lelio.
Guion: Alice Birch y Sebastián Lelio, basado en la novela “The Wonder” de Emma Donoghue.
Elenco: Florence Pugh, Kíla Lord Cassidy, Tom Burke, Niamh Algar, Ciarán Hinds, Toby Jones, Brían F. O’Byrne, David Wilmot.
Países: Irlanda, Reino Unido.
Palomómetro:
Más información de la película: https://www.imdb.com/title/tt9288822/

El prodigio es una historia que demuestra que las líneas entre la benevolencia y la crueldad son borrosas. Tal y como la aclamada película Saint Maud (Rose Glass, 2019) exploró una faceta terrorífica de la religión, dando a entender que los delirios humanos y los extremismos pueden ser más inquietantes que cualquier fantasma, El prodigio indaga en lo ilimitado del fanatismo religioso y en cómo la mente humana puede autoconvencerse de lo más absurdo para afrontar un trauma.
Lelio ya demostró su capacidad incisiva para ser crítico con la religión de manera inteligente con Disobedience (2017). El prodigio tiene aún más dimensiones, explorando la hipocresía en la retórica cristiana y la represión contra las mujeres, todo bajo la narrativa poética y hechizante característica del director, dotando de simbolismos y belleza las imágenes de su historia.
La película está ambientada en 1862 y está inspirada en hechos reales. Durante la época victoriana, las “fasting girls” eran mujeres y adolescentes que llamaban la atención de poblados religiosos al alegar que podían sobrevivir largos períodos de tiempo sin consumir comida. Bajo motivaciones religiosas, estas mujeres y los creyentes a su alrededor consideraban sus casos como milagros, “llamados de Dios” que las seleccionaban como prueba terrenal de su poder.
Lo cierto es que los intereses económicos detrás de estos casos eran comunes. Muchos de estos resultaron ser falsos y otros terminaron en la trágica muerte de mujeres que seguramente necesitaban atención médica y psiquiátrica. El estudio de las “fasting girls” es tan triste como fascinante y permite una plática interesante sobre la desesperada búsqueda de milagros porte parte de la iglesia católica, así como la idealización del sufrimiento para ser considerado un “verdadero creyente”.
El prodigio inicia inteligentemente con una especie de detrás de escena de la misma película. Una narradora rompe la cuarta pared y habla directo al espectador sobre la importancia de escuchar y creer en las historias que nos cuentan. Este prólogo resulta desconcertante, pero la forma en la que se conecta con el desenlace de la cinta es astuta y de profundo significado con su temática.
La enfermera inglesa Elizabeth Wright (Florence Pugh) viaja a una aldea de Irlanda, contratada para cuidar en turnos a una niña de 11 años llamada Anna O’Donnell (Kíla Lord Cassidy). Elizabeth reacciona incrédula cuando un comité de médicos y religiosos le dice que Anna ha sobrevivido sin comer durante cuatro meses. Lo atribuyen a un milagro que llegó a la vida de la familia O’Donnell después de la muerte de su hijo adolescente, el hermano mayor de Anna, y una revelación fascinante que debe ser compartida con el mundo, señalando a Anna como una especie de elegida por Dios.
Con escepticismo, Elizabeth crea lentamente un vínculo con Anna y muestra un afán de demostrar que esto se trata de un caso fraudulento, de fanatismo religioso y de explotación infantil. La firmeza de Elizabeth progresa, buscando descartar cualquier posibilidad de alimento que de manera secreta la familia de Anna pueda darle. Muchas de las conversaciones que Elizabeth mantiene con Anna dan a entender el adoctrinamiento de la niña, quien repite sin titubear pasajes religiosos sobre el sacrificio y cómo su ayuno prolongado es milagroso.

A Elizabeth se une el periodista inglés William Byrne (Tom Burke), hombre de actitud déspota que está decidido a exponer la historia de “la niña milagrosa de Irlanda”, mostrando a los padres de Anna y los clérigos del pueblo como mentirosos o como abusadores que están dejando morir a la niña de hambre. Desvelar la realidad detrás del misterioso y preocupante ayuno de Anna es la base de la película, pero es la relación entre Elizabeth y la niña lo que le da significado, permitiendo explorar el trágico pasado de la enfermera. El vínculo de protección maternal surge casi de inmediato en Elizabeth y el paso del tiempo demuestra que hay un dolor reprimido que le impide actuar de forma impersonal con la niña.
Florence Pugh nuevamente resalta. Elizabeth tiene un desarrollo de personaje excepcional, y cada uno de los matices emocionales son cubiertos de manera soberbia y catártica por parte de Pugh. La actriz lleva a su personaje del comportamiento pragmático motivado por una tragedia del pasado a una firmeza inquietante de desvelar la realidad del caso de Anna y protegerla.
Las actuaciones secundarias son igualmente espléndidas. Ayuda que Lelio y su escritora Alice Birch plantean personajes bidimensionales, con fascinantes capas más complejas de lo que se aparenta. La familia de Anna, por ejemplo, es tratada desde la empatía más honesta, a pesar de los frustrantes encuentros entre ellos y Elizabeth. Todos parecen estar convencidos de que Anna es verdaderamente un milagro, pero esto no es más que una fachada que oculta profundo dolor, culpa y resentimiento de sus secretos familiares.
La cinta permite comprender la fascinación morbosa de la iglesia con el sufrimiento, la utilización de estos casos adornados con misticismo para obtener dinero de creyentes, y la manera en que la canonización de personas que han “sufrido en el nombre de Cristo” glorifica sus tragedias. El prodigio permite entender de manera profunda y sutil cómo estos mecanismos religiosos de manipulación se aprovechan de la fe ciega de los creyentes, utilizándolos para fines egoístas.
Es de admirar también la interpretación de la joven Kíla Lord Cassidy, tomando el rol de Anna con un temple implacable y visceral, ofrece una de las mejores actuaciones de reparto del año. La directora de fotografía Ari Wegner inyecta belleza en cada fotograma de la película, capturando esbeltos paisajes irlandeses con potencia, y creando imágenes íntimas y simbólicas a lo religioso. La banda sonora de Matthew Herbert contribuye a la sensación de inquietud que transmite la historia y acompaña a la perfección la dinámica tensa entre la enfermera y la niña.
El prodigio es un triunfo para todos los involucrados, estudiando la forzada búsqueda de milagros mientras se ignora la belleza de lo cotidiano. Una historia repleta de sinceridad y melancolía, que sin condescendencia estudia la relación de los seres humanos con la religión, y más importante aún, con lo que deciden (o no) creer, así como la fuerza de dicha convicción. La tesis de la película propone que estas convicciones definen y determinan nuestro comportamiento, por más aterrador y desesperanzador que sea el resultado y por más crueles que resulten las actitudes. La llamada “fuerza de la fe” es capaz de todo. Una postura sombría, pero dolorosamente realista.

Psicólogo desde 2018, cinéfilo de toda la vida. Se graduó en 2018 en Maracaibo, Venezuela. Tiene 24 años. Apasionado por el cine independiente y los documentales. Entre sus cineastas favoritos se encuentran Richard Linklater, Ken Loach, Kelly Reichardt, Michael Haneke y Céline Sciamma, los cuáles aprecia por su sinceridad y humanismo al entender a las personas con sus complejidades.
La película Boyhood (2014) le hizo darse cuenta de la capacidad de belleza que tiene el cine, aunque su fascinación por escribir y leer historias que le transporten a otros lugares viene desde su infancia. Le gustaría conocer cine de todas partes del mundo y especializarse en psicología clínica infantil, y quizá, algún día, escribir un guion inspirándose en sus ídolos del séptimo arte.
Me gustó el comentario de C´pesar Guede. Muy claro y preciso sobre todo en las alusiuones a la perversion de la religión.
Me gustó el comentario de C´pesar Guede. Muy claro y preciso sobre todo en las alusiones a la perversion de la religión.