Mondocane: distopía italiana
Disponible en: video por demanda.
Dirección: Alessandro Celli.
Guion: Alessandro Celli y Antonio Leotti.
País: Italia.
Elenco: Dennis Protopapa, Giuliano Soprano, Alessandro Borghi, Barbara Ronchi y Ludovica Nasti.
Palomómetro:
Más información de la película: https://www.imdb.com/title/tt13113298/

Los lazos fraternales entre dos huérfanos que viven en una orilla olvidada de la costa italiana son puestos a prueba en el thriller futurista de peculiar distopía ecológica titulado Mondocane (nombre que algunos de los cinéfilos veteranos reconocerán como el título del documental Mondo Cane, que en 1962 dio pie a su propio género de cine, el shock). En esta cinta de Alessandro Celli, la intención es similar: inducir el shock o al menos la indignación sobre las consecuencias de la contaminación ambiental, pues imagina la vida en la ciudad de Taranto si una planta acerera contaminara las aguas de la costa hasta un punto irreversible, separando a la población entre los desposeídos que se quedan a vivir entre las ruinas y aquellos afortunados que refundan la urbe.
Christian (Giuliano Soprano) y Pietro (Dennis Protopapa) son un par de niños rescatados de la orfandad por un pescador miserable en todo sentido, a quien no pueden abandonar hasta que el destino les regala la oportunidad, tras lo cual se aprestan a recorrer la tierra yerma en busca del grupo criminal Las hormigas, liderado por Testacalda (que se podría traducir a “cabeza caliente”), interpretado con confiada holgura por Alessandro Borghi. El anciano pescador los sacó de las calles, pero los niños esperan que Testacalda y sus hormigas les permitan vivir lujosamente.
Testacalda, un fornido bigotón con el peinado de mohawk que tanto agradó a Travis Bickle, hace las veces de padre sustituto, líder pandillero y consejero sentimental para sus pupilos, una camarilla de niños desde los seis hasta los veintitantos, flanqueado por la sensual Sanghe (Federica Torchetti, quien parece como si el personaje de Zazie Beetz en Deadpool 2 se trasladara a la costa mediterránea), aunque la crueldad es su arma favorita para mantener el orden y la disciplina entre sus huestes.
El robo y el amedrentamiento son sus labores criminales, como buen capo italiano, por lo que puede ofrecerles a sus pupilos una vida de comodidad y ciertos lujos. Esta perspectiva representa una cuña en el lazo que comparten Pietro y Christian, quienes pasan a llamarse Mondocane y Pisciasotto, nombres adquiridos después de que Pietro quemase la tienda Mondo Cane bajo órdenes de Testacalda, y como guiño a que Christian se orinar los pantalones durante sus ataques epilépticos.

En el fondo, Mondocane es una cinta que nace de la hipotética “tercer-mundialización” de un poblado europeo, y para muestra el hecho de que la separación entre el poblado contaminado de Tamburi y el asentamiento seguro de Nuovo Taranto es una reja similar a la que divide Tijuana de San Diego en la frontera entre México y Estados Unidos. El filme toma ciertos elementos de la saga de Mad Max de George Miller, de Elysium (Neill Blomkamp, 2013) y de Cidade de Deus (Fernando Meirelles y Kátia Lund, 2002), pero sin nada del arrojo de aquellos.
Me ha quedado la impresión de que su director se rehúsa o es incapaz de profundizar en el mundo que creó, en cambio, descansa en una serie de referencias – uno podría ver ecos del enfrentamiento climático contra el T-800 de Terminator (James Cameron, 1984) durante la última secuencia, por ejemplo –, por lo que Mondocane no construye un espacio propio, sino que habita uno nacido del pastiche. Esto hace que con frecuencia el filme parezca más bien un asunto episódico que se resolverá en algunas entregas, sensación acrecentada por su aspecto visual que no sale de lo genérico, por momentos abusando del infame tono amarillento que caracteriza al mundo en desarrollo en el imaginario hollywoodense. En verdad creo que hubiera disfrutado más esta cinta si se tratara de una miniserie de televisión, pues su ambición parece modesta para la pantalla grande, o, dado su estreno en plataformas de video en demanda, para la duración que acostumbramos de una película.
Las actuaciones de sus jóvenes protagonistas, así como de Testacalda, son lo suficientemente buenas, aunque al final queda la sensación de que los personajes pudieron haber sido explorados con mayor hondura. Lo mismo puede decirse sobre el personaje de Barbara Ronchi, una policía que salió del orfanato, cuyo semblante adusto y reacio a cumplir las reglas, solo busca justicia.
A pesar de dejar muchos cabos sueltos y nunca satisfacer la sensación de verosimilitud, es decir de que estemos atestiguando un mundo propio a cuadro, Mondocane resulta entretenida y hasta podría dar para una secuela o, desde mi punto de vista, una serie de televisión que explore de mejor forma las ruinas del viejo Taranto.

J. Alejandro Becerra es un cinéfilo de opiniones controvertidas. Fundamentalista de Scorsese, se decanta por el cine hollywoodense, pero se empeña por descubrir películas de alrededor del mundo. Aunque estudió Historia en la universidad, le encantaría dedicarse a escribir sobre cine de tiempo completo. No se pierde los Óscares aunque le diga a todos que los odia. Entre sus películas favoritas están Rebecca, Carol, Cléo de 5 à 7, Casino y The Tree of Life. No lo admitirá, pero llora cada vez que mira el final de Porco Rosso. Es un ferviente fanático de Jessica Chastain y Oscar Isaac, y cuenta los días para verlos ganar sus Óscares. Actualmente se dedica a discutir en Twitter con extraños y a aprender sobre marketing digital.