Dry Ground Burning: docuficción de sororidad y rebelión brasileña
Dirección: Adirley Queirós y Joana Pimenta.
Guion: Adirley Queirós y Joana Pimenta.
Elenco: Joana Darc Furtado, Léa Alves, Andreia Vieira, Débora Alencar, Gleide Firmino.
País: Brasil.
Palomómetro:
Más información de la película: https://www.imdb.com/title/tt17550726/

Dry Ground Burning (Mato seco en chamas) es una película sobre dualidades y contrastes. Por una parte, su dualidad cinematográfica fusiona el documental con el cine social de ficción con tanta pulcritud que es difícil determinar las líneas que los separan. El espíritu libre de la narrativa, desapegado de conceptos rígidos, fluctúa con naturalidad entre escenas de vida cotidiana de las protagonistas, quienes se refieren a “la película” en tercera persona, la improvisación se entiende como parte de la cinta y las secuencias se sobreentienden dramatizadas en las cuales las tensiones sociopolíticas alrededor de ellas crecen.
Por otra parte, está la dualidad que los directores y guionistas, Adirley Queirós y Joana Pimenta, establecen al indagar en las realidades vigentes de Brasil, observando la lucha de la clase trabajadora por sobrevivir a la opresión del sistema a como dé lugar y las consecuencias que dicha determinación trae. En Dry Ground Burning los personajes tienen matices, agradeciendo que prescinda de los facilismos del cine social al no crear héroes o villanos, sino ciudadanos comunes con un palpitante espíritu de rebelión ante las injusticias.
La historia se ubica en Sol Nascente, un barrio azotado por la delincuencia y la precariedad a las afueras de Brasilia. Un grupo de mujeres lideradas por las hermanas Chitara (Joana Darc Furtado) y Léa (Léa Alves Silva) descubre petróleo crudo de un oleoducto subterráneo, al margen de las favelas en las que viven. Las mujeres crean una red clandestina, refinando y vendiendo el petróleo a un escuadrón de motociclistas, con quienes establecen un pacto de protección al barrio a cambio de precios con los que el brasileño promedio solo podría soñar. La militarización de la zona pone en riesgo el negocio clandestino de las mujeres y los enfrentamientos se sienten cercanos y sofocantes, casi a la expectativa de una tragedia griega. Mientras la politiquería del país sigue su curso, las complicaciones de las hermanas para mantenerse al margen de las autoridades son cada vez más notorias.
De manera discreta, Dry Ground Burning plantea situaciones socioeconómicas críticas de Brasil. Durante el gobierno de Bolsonaro y la privatizando las refinerías, el precio de la gasolina y diésel aumentó radicalmente. El descontento de la población fue notorio porque, como siempre, los más perjudicados resultaron los pueblos pequeños, desprotegidos y marginados por los políticos. Esto puede hacer a Chitara, Léa y su grupo como una especie de Robin Hood, quienes aprovecha el yacimiento petrolero para beneficiar a los suyos. No obstante, la película inteligentemente plantea que sus esfuerzos son frustrados y que las motivaciones de las mujeres son mucho más complejas que lucrarse de su negocio clandestino.
La crisis socioeconómica por los precios de la gasolina no es la única consternación que plantea la película. También está la militarización de Sol Nascente y los abusos e intimidación de las autoridades a través de secuencias inquietantes filmadas desde el punto de vista de los vehículos policiales. Otro problema es el toque de queda, utilizado como herramienta de control social más que “prevención de la delincuencia”, como las autoridades refieren. Asimismo, en Sol Nascente se lidia con la desatención sociopolítica a los exconvictos que buscan rehabilitarse y hallar nuevas oportunidades de vida, así como un sistema de alcantarillas inútil que causa inundaciones cuando hay lluvias torrenciales.

De manera similar a Bacurau (Kleber Mendonça Filho y Juliano Dornelles, 2019), este filme propone que la suma de situaciones de opresión e incomodidad es lo que desata la anarquía y rebelión del pueblo ante un gobierno populista y autoritario. Mientras que en la distopía western mórbidamente construida de Bacurau el humor negro permeaba un relato de clases sobre la destrucción sistemática de un pueblo, en Dry Ground Burning la sobriedad predomina en la narrativa, enfocándose de manera irregular y ambivalente en los vínculos emocionales de las protagonistas y las intrincaciones de su negocio petrolero.
Las personalidades de las hermanas contrastan y se trazan a través del naturalismo de Furtado y Silva para crear personajes que se balancean en la auto-interpretación y lo ficticio. El trabajo con actores no profesionales siempre es delicado, pero el resultado en Dry Ground Burning es de admirar. Lo espontáneo se siente y cualquier cosa que se muestre insuficiente es más responsabilidad del guion que de las intérpretes. El vínculo de protección mutua está presente y verlas en actividades cotidianas, como salidas a discotecas y conversaciones sobre su pasado familiar, facilita la conexión y comprensión.
La edición de la película es estratégica para transmitir subtextos ingeniosos. Esto se logra a través de los contrastes, enfocando cómo los habitantes de Sol Nascente se refugian en la religión para lidiar con las adversidades. En una escena, mientras la voz de un predicador suena de fondo, observamos las inundaciones del pueblo.
Al seguir a Andreia (Andreia Vieira), parte del grupo de las hermanas, vemos un contraste político. La observamos protestando en su localidad, sin nada más que un megáfono, a favor de un partido con políticas progresistas que se enfocarían en las necesidades de su barrio. En contraste, la cámara observa una multitud de brasileños proclamar la victoria de Bolsonaro con éxtasis. Sus cantos contra el comunismo retratan la división política de Brasil, radicalizado en bandos políticos que desatienden las necesidades de los más vulnerados, y que, como en otros países de nuestro continente, se enfrascan en discusiones de izquierda y derecha, mientras unos viven y otros sobreviven. La trágica esencia irónica de la política latinoamericana es palpable e identificable.
Dry Ground Burning es una experiencia irregular. Es visualmente estática, escenas se alargan de manera excesiva y tramas secundarias no se exploran a profundidad. Aun así, es un trabajo notorio por sus ambiciones conceptuales y su valor como pieza de cine social latinoamericano. Nos recuerda que se puede matar a los revolucionarios, pero no a la revolución. Es un manifiesto a la resistencia de los marginados contado con realismo inequívoco, resistente a complacer y dar palmadas motivadoras en la espalda, consciente de los costos de ir contra el sistema en función de la desesperación. El espíritu de lucha de las protagonistas es resonante, navegando entre la identidad brasileña de género, racial y sexual, vibrando al ritmo de las motocicletas y la música de rap y hip hop, para hacer sentir vivos a aquellos que las autocracias se esfuerzan por mantener al margen.

Psicólogo desde 2018, cinéfilo de toda la vida. Se graduó en 2018 en Maracaibo, Venezuela. Tiene 24 años. Apasionado por el cine independiente y los documentales. Entre sus cineastas favoritos se encuentran Richard Linklater, Ken Loach, Kelly Reichardt, Michael Haneke y Céline Sciamma, los cuáles aprecia por su sinceridad y humanismo al entender a las personas con sus complejidades.
La película Boyhood (2014) le hizo darse cuenta de la capacidad de belleza que tiene el cine, aunque su fascinación por escribir y leer historias que le transporten a otros lugares viene desde su infancia. Le gustaría conocer cine de todas partes del mundo y especializarse en psicología clínica infantil, y quizá, algún día, escribir un guion inspirándose en sus ídolos del séptimo arte.