Candyman: la leyenda resurge para confrontar traumas del pasado
Disponible en: cines.
Dirección: Nia DaCosta.
Guion: Jordan Peele, Win Rosenfeld y Nia DaCosta. Basado en los personajes de Clive Barker y Bernard Rose.
Elenco: Yahya Abdul-Mateen, Teyonah Parris, Colman Domingo, Nathan Stewart-Jarrett, Vanessa Williams, Tony Todd.
Países: Estados Unidos, Canadá.
Palomómetro:
Más información de la película: https://www.imdb.com/title/tt9347730/

Las películas de terror han tenido la tradición de tener miles de secuelas, precuelas y reinvenciones. Podemos hablar de las que son del tipo slayer, donde hay un asesino serial, que desconocemos quién es y cuál es su motivación, pero que asedia a una comunidad de forma física o fantasmagórica.
Uno de los títulos de slayer que habían escapado el pandemónium de las secuelas es Candyman (Bernard Rose, 1992), sobre el asesino serial que carga un gancho de carnicero en vez de su mano izquierda, que está rodeado de abejas y que, para que aparezca, es necesario repetir su nombre cinco veces ante el espejo. Sin embargo, hoy, a sus casi 30 años, este hecho ha cambiado.
Candyman, su sucesora dirigida por Nia DaCosta, revive la leyenda cuando un pintor, Anthony McCoy (Yahya Abdul-Mateen), ubicado en la zona que antes era Cabrini Green (el mismo sitio de la primera película que ahora alberga departamentos lujosos), tiene un bloqueo mental para crear cuadros que se necesitan para la próxima exposición que su novia Brianna (Teyonah Parris) está organizando.
Cuando escucha de su cuñado Troy (Nathan Stewart-Jarrett) los hechos pasados, decide investigar más. Esto le traerá inspiración, pero también resurgirá la leyenda que resultará en varias muertes en el ambiente cultural en el que la pareja desarrolla su vida.

Esta especie de secuela y reinvención de la historia original toma la leyenda, pero presenta los hechos de manera ingeniosa. Así, puede ser vista sin importa si el espectador ya vio la primera entrega. Su estrategia para introducir al asesino fantasmagórico crea un enganche para las nuevas generaciones.
La película ofrece un discurso amplio y actual sobre Candyman y las circunstancias por las que acecha y mata. El guion a cargo de Jordan Peele, Win Rosenfeld y Nia DaCosta se siente oportuno para seguir insistiendo en los problemas que acechan a la comunidad Negra en Estados Unidos.
El elenco está perfecto en sus papeles. Tony Judd, quien apareció en la entrega original y reaparece aquí, tiene una presencia similar a la que vimos antes, pero eso no desmerita su importancia. Aunque la nueva personificación de la leyenda no es la mejor, ya no recae en él ser Candyman. La música de Robert Aiki Aubrey Lowe y la fotografía de John Guleserian abonan a que la ambientación se coordine con el discurso. Estos aspectos mantienen la esencia de la cinta noventera, treinta años después.
Sin embargo, la duración de la película es un obstáculo para mostrar todo lo que quería, lo cual se ve reflejado en su final apresurado. El ritmo inicial mostraba temas ambiciosos y resonantes, pero al final se desengancha por completo de su propósito y crítica social.
DaCosta demuestra que su talento está ahí. No obstante, le falta encaminarlo. Tanto en esta propuesta como en Little Woods (2018), su primer largometraje, sus ideas parecen esquivar el objetivo planteado. Aun así, las imágenes que crea persisten en la memoria del espectador. Ya llegará el momento de que su nombre sea parte de la conversación rutinaria, así que es momento de recordarlo porque es una promesa en Hollywood que está haciendo historia.