The Zone of Interest (TIFF 2023): el infierno en la Tierra
Sección: Special Presentations.
Dirección: Jonathan Glazer.
Guion: Jonathan Glazer basado en la novela Zona de interés de Martin Amis.
Países: Reino Unido, Polonia, Estados Unidos.
Elenco: Sandra Hüller, Christian Friedel.
Palomómetro:
Más información de la película: https://www.tiff.net/events/the-zone-of-interest

No hay tema más trillado en el cine que la Segunda Guerra Mundial (y en la literatura si en esas andamos) y no hay aspecto de esta que no se haya explotado tanto como los campos de concentración. Sin embargo, muy pocas de estas obras tocan más que la superficie, casi siempre representando la lucha del espíritu humano contra la maldad pura. En The Zone of Interest no hay tal representación de la maldad, pues esta es incofundiblemente humana.
La más reciente película de Jonathan Glazer puede parecer una reflexión sobre la banalidad del mal, como lo señalara la filósofa judía Hannah Arendt durante los procesos judiciales posteriores a la Segunda Guerra Mundial, algo que se refleja a cuadro en el funcionamiento burocrático construido por el Estado alemán para el exterminio de más de tres millones de seres humanos. Sin embargo, lo que realmente le ocupa a Glazer es el día a día de las personas que planearon y ejecutaron estas acciones.
Rudolf Höss (Christian Friedel) y su esposa Hedwig (Sandra Hüller, hasta ahora la intérprete más valiosa del festival) viven al otro lado del muro del campo de concentración de Auschwitz. Él, comandante del campo y responsable directo de supervisar su funcionamiento diario, es un estricto burócrata que muestra apego y ternura con sus hijos, solidaridad con sus colegas y cuidado en su trabajo. Ella es una madre amorosa, una administradora cuidadosa del hogar y una mujer con iniciativa y voluntad. No obstante sus cualidades, la inmoralidad de sus actos es palpable en cada momento. Glazer no necesita mostrar una sola muerte a cuadro para convencernos de la monstruosidad de la pareja titular (y aquí recuerdo el retrato que Steven Spielberg realizó con la ayuda de Ralph Fiennes en La lista de Schindler, haciendo de Amon Goeth uno de los villanos más viscerales de la pantalla, matando a mansalva). Sus preocupaciones son humanas, pero todo lo que los rodea es un recordatorio del infierno en la Tierra que construyeron.
La casa donde viven está rodeada de un amplio jardín, producto del ahínco de Hedwig, pero bajo las imágenes digitales producidas por Glazer y su director de fotografía Lukasz Zal (quien también fotografió Cold War de Pawel Pawlikowski), parece un abominable remedo del Jardín del Edén con su verdor apagado a cuadro. Glazer ingresa de lleno al cine de terror no solo en el terreno visual – donde utiliza suficientes recursos para ese fin –, sino también creando un ambiente aural que reúne los gritos humanos de horror, las llamas que consumen a los muertos, los trenes que transportan a los vivos y las órdenes inhumanas ladradas por los ejecutores, provocando una continua opresión en la psique de sus espectadores – que no en sus personajes insensibles –.
Tal vez se trate de una de las representaciones más inquietantes de la maldad en la Tierra, una que es del todo humana. Aunados los sonidos a las siniestras chimeneas que escupen llamas anaranjadas alimentadas al otro lado del muro, la puesta en escena es de un espanto casi indescriptible. El mundo que habitan estos personajes está tan distorsionado que el único acto de rebeldía se presenta grabado a través de cámaras infrarrojas, lo que en efecto invierte los colores durante estas escenas.
A pesar de su constante terror, los personajes centrales no parecen excepcionalmente malignos, pues aquí la maldad no es un asunto sobrenatural sino algo tangible y humano. Esto podrá parecerle inmoral a algunas personas, presentar a Höss acariciando un perrito en la calle o a Hedwig como una mujer trabajadora, pero sirve para recordarnos que un hecho tan execrable como el Holocausto ocurre no por un acto de indescifrable maldad, sino porque personas comunes y corrientes contribuyen a él. The Zone of Interest es una película perturbadora porque no deja de ser humana.
En fin, su caracter experimental, su música disonante (a cargo de Mica Levi), sus dispositivos metanarrativos que no rompen la cuarta pared, pero sí nos sacan de la diégesis, y sus execrables interpretaciones centrales hacen que The Zone of Interest sea una película polarizante, pero en su defensa hay que señalar su alergia a las actitudes didácticas, su deseo por hacer una representación genuina del terror del Holocausto – como le reclamaba Haneke a Spielberg, sin hacer de este hecho histórico una oportunidad para el entretenimiento – y su atrevimiento artístico, tomando decisiones arriesgadas. Lo que Glazer ha conjurado no es una película, sino una sensación monumental: el malestar en el espíritu humano.

J. Alejandro Becerra es un cinéfilo de opiniones controvertidas. Fundamentalista de Scorsese, se decanta por el cine hollywoodense, pero se empeña por descubrir películas de alrededor del mundo. Aunque estudió Historia en la universidad, le encantaría dedicarse a escribir sobre cine de tiempo completo. No se pierde los Óscares aunque le diga a todos que los odia. Entre sus películas favoritas están Rebecca, Carol, Cléo de 5 à 7, Casino y The Tree of Life. No lo admitirá, pero llora cada vez que mira el final de Porco Rosso. Es un ferviente fanático de Jessica Chastain y Oscar Isaac, y cuenta los días para verlos ganar sus Óscares. Actualmente se dedica a discutir en Twitter con extraños y a aprender sobre marketing digital.