The Essex Serpent: un romance de misterio sin pasión ni angustia
Disponible en: Apple TV+.
Dirección: Clio Barnard.
Guion: Anna Symon, basado en la novela de Sarah Perry.
Elenco: Tom Hiddleston, Claire Danes, Frank Dillane, Jamael Westman, Clémence Poésy, Hayley Squires.
Duración: 6 episodios.
Palomómetro:
Más información de la serie: https://www.imdb.com/title/tt12976224/

En papel, la adaptación de The Essex Serpent sonaba prometedora. El simple hecho de juntar a Claire Danes – su primer rol desde Homeland – y Tom Hiddleston – fuera de las limitaciones de Marvel – en un drama romántico de época era razón de júbilo. Que Clio Barnard (Ali & Ava, Dark River) dirigiera la miniserie era la cereza en el pastel. No obstante, el producto final resulta decepcionante, aunque técnicamente admirable.
The Essex Serpent, adaptación del libro del mismo nombre escrito por Sarah Perry, es un drama victoriano que pretende juntar el misterio con el romance. Cora Seaborne (Claire Danes) es una mujer de la aristocracia recién enviudada que aprovecha su nuevo estatus marital para dejar Londres y asentarse en Essex para explorar la leyenda urbana de una víbora acuática que caza a los locales. Aquí, desarrolla una relación, primero marcada por la sospecha y molestia, después por el deseo, con el reverendo Will Ransome (Tom Hiddleston).
El primer pero de la serie es que trata sobre mucho y poco a la vez. Aborda tantas historias secundarias que, en su mayoría, quedan inconclusas al final. Aun así, se pueden divisar dos tramas importantes de las que surgen las demás. Primero está el misterio que lleva a Cora a asentarse en Essex y a Will a actuar hostilmente hacia su curiosidad. Una joven murió recientemente en el río y el rumor dice que una serpiente gigante la mató. Mientras que a Cora la invade el interés científico y la idea de que se trata de un animal que todavía no se descubre, Will debe lidiar con el pánico de la población y las ideas fanáticas que rápidamente se propagan. Una vez que se dan cuenta de que están en la misma página se desarrolla el segundo punto: la atracción entre ambos no se puede consumar por el matrimonio de él con la bondadosa Stella (Clémence Poésy) y la personalidad desafiante de ella que no permite vulnerabilidad alguna.
Mientras que el misterio al centro de la historia es la existencia de la serpiente que atemoriza a los locales, poco se desarrolla sobre ella como para crear interés y pánico en el espectador. Todo se deja a la imaginación de los locales y la audiencia. Así como el miedo crece entre las personas, en la audiencia puede surgir indiferencia ante la abstracción de la amenaza y la falta de interés de la serie en aclararla. Lo más interesante se presenta cuando la serie aborda el enfrentamiento entre el dogma religioso y el razonamiento científico, pero nunca se llega a una conclusión contundente como para cantar victoria y comprender que la iluminación llegó al lugar. Simplemente la trama termina.
Por su parte, la relación prohibida entre Will y Cora sufre de tibieza y falta de pasión entre los protagonistas. Estamos ante dos de los actores más reconocidos de su generación y, aun así, lo que sucede entre ambos se siente falso y excesivamente ensayado. Al verlos en pantalla no cabe duda de que son profesionales: saben cuándo llorar (para ahora, Claire Danes es experta), cómo tildar la cabeza para demostrar congoja, cuándo reír y cómo explotar sus atributos físicos para que la cámara los admire. Su exactitud histriónica despoja de amor, emoción e interés el supuesto amor y deseo que los personajes comparten.

De manera individual tampoco hay algo que los haga tan especiales o atractivos como la historia sugiere que lo son. Cora es supuestamente irresistible entre todos los que la conocen. Efectivamente, el doctor arrogante Luke (Frank Dillane) cae a sus pies y se desespera cuando el amor no es recíproco. Su amiga/compañera Martha (Hayley Squires) también parece tener sentimientos por ella, y cuando la serie comienza a sugerir que hay algo entre las dos, cobardemente lo deja en miradas sugestivas, tomas sigilosas e insinuaciones. ¿Por qué no atreverse a hacerlo explícito si el subtexto está ahí?
Will, el personaje más débil de la pareja principal, es presentado como un cura gentil, culto, conocedor, progresista y a favor de la ciencia. Sin embargo, estas características son cuidadosamente destruidas para dejarlo como un hombre tóxico que actúa con violencia y hostilidad cuando sus reglas son cuestionadas o su familia hace algo sin su permiso. Así, Will Ransome queda descalificado del panteón de héroes románticos, pues su complejidad emocional es hueca y su toxicidad masculina evidente. Por supuesto que se ve beneficiado por el hecho de que Hiddleston lo interpreta, pero, aun así, es tan pobre su caracterización y tan aceleradas sus conclusiones que ni el actor salva al personaje de su repugnancia.
Por lo menos, ante esta superficialidad temática, la serie es técnicamente sublime. El vestuario de Jane Petrie luce en sus protagonistas y adquiere voz al relacionarse íntimamente con la vida personal de Cora y los secretos que esconde. La fotografía de David Raedeker y la música de Dustin O’Halloran y Herdís Stefánsdóttir hacen milagros para crear el ambiente atemorizante. En especial, las tomas en el agua son los momentos más memorables.
Con tramas adicionales sobre las causas comunistas de la época lideradas por Martha, los pensamientos espirituales de Stella, la carrera profesional de Luke y el destino de la comunidad de Essex, la serie tiene mucho que concluir y poca habilidad (y tiempo) para hacerlo. Por esto, el final de sus seis episodios se siente apresurado e inconcluso, como si apenas estuviera calentando motores y no llegando a la conclusión de una historia.
The Essex Serpent deja mucho que desear como romance y drama misterioso. La pasión no está ahí y el misterio es flojo y ambiguo. Más bien, la serie ofrece algo interesante cuando se enfoca en el enfrentamiento entre la religión y la ciencia, y la curiosidad y el dogma que infunde terror en vez de comprensión.
Originaria de la Ciudad de México, Alessandra considera al cine como su gran amor. Fanática empedernida de Paul Newman y La Momia (1999), y dueña de una facilidad envidiable para aprenderse diálogos innecesarios para la vida real, en 2017 fundó Palomita de maíz. Aquí escribe constantemente sobre cine y televisión. También pueden encontrar sus palabras en sitios como InSession Film, Filmotomy, Cherry Picks y Screen Queens.