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The Eight Mountains (Sundance 2023): la amistad es un largo camino

Escrito el 27 enero, 2023 @bmo985

Sección: Spotlight.

Dirección: Felix van Groeningen y Charlotte Vandermeersch.

Guion: Felix van Groeningen y Charlotte Vandermeersch basados en la novela de Paolo Cognetti.

Países: Italia, Bélgica.

Elenco: Luca Marinelli, Alessandro Borghi, Filippo Timi, Elena Lietti, Lupo Barbiero, Cristiano Sassella.

Palomómetro:

Más información de la película: https://festival.sundance.org/program/film/638a1a0e77dd3d2015805bb2

The Eight Mountains. Dirs. Felix van Groeningen y Charlotte Vandermeersch. 2022. Cortesía Festival de Sundance 2023.

¿Qué es lo que nos acerca a otra persona? ¿Son los secretos compartidos o los recuerdos atesorados en común? ¿Por qué algunas amistades son pasajeras, dependientes de la cercanía circunstancial, mientras que otras abarcan años sin importar la distancia? The Eight Mountains (Le Otto Montagne) no ofrece una respuesta directa, pero ayuda a acercanos a la respuesta, presentando una amistad de largo aliento entre dos niños que se convierten en hombres.

Pietro (interpretado como niño por Lupo Barbiero) es un chiquillo citadino que llega de vacaciones desde Turín al pueblo italoalpino de Grana, un lugar en franca decadencia donde los caminos solo sirven para huir de allí. Junto a sus padres pasa el verano en una vieja casa desde donde su papá (Filippo Timi) planea con cuidado excursiones de alpinismo. Bruno (Cristiano Sassella) es el único niño que queda en el pueblo, y no podría ser más distinto de Pietro. A pesar de sus diferencias, conforman una dupla de juegos a lo largo del pueblo y el campo circundante.

La dupla directoral de Felix van Groeningen y Charlotte Vandermeersch muestra con ternura las travesuras del par y su separación al final del verano es igual de dolorosa para ellos como para la audiencia. El año siguiente trae su reencuentro veraniego, quedando claro que ambos niños quieren lo que el otro tiene: Pietro, una vida en el campo, y Bruno, salir de allí a como de lugar. El padre de Pietro se convierte en la figura definitiva para ambos al llevarlos de alpinismo y dejar una incalculable influencia en ellos.

Una separación que parece definitiva nos lleva a un salto a través de los años: transcurre la adolescencia y estos otrora amigos del alma parecen no tener recuerdo uno del otro hasta su reencuentro en la adultez bajo circunstancias tristes. Pietro (Luca Marinelli) se ha convertido en un hombre huidizo, errático que no ha encontrado su propósito en la vida, mientras que Bruno (Alessandro Borghi) se ha convertido en un trabajador disciplinado que tiene claro su futuro.

La amistad como una casa que se reconstruye es el hilo conductor de The Eight Mountains, como un refugio al que dos personas pueden regresar cuando así lo desean porque la construcción es sólida como para soportar el paso del tiempo, sin importar cuántos años hayan transcurrido. La casa en la cordillera que Bruno y Pietro habitan cada verano es un espacio para la camaradería, para rememorar, pero, sobre todo, para mirar hacia adelante. Los proyectos a futuro de ambos surgen allí, la escritura para Bruno y la labor de los ancestros para Pietro.

Van Groeningen y Vandermeersch dotan al filme de un ritmo en el que todo transcurre a tiempo de la montaña. A pesar de las elipsis narrativas para mostrar la amistad a lo largo de los años, no tienen prisa en alcanzar el final de la historia. Es un relato épico y de largo aliento que, dotado de un enfoque bucólico, muestra el destino de dos hombres que se tienen uno al otro.

Fotografiada por Ruben Impens, The Eight Mountains ilustra la serenidad de la montaña y sus imágenes denotan una textura rica propia del celuloide, lo que hace que el filme parezca como un artefacto del pasado. El formato de 4:3, casi cuadrado (al igual que el utilizado en Godland), refuerza esta impresión, a la vez que llama la atención a las personas y no al paisaje que los rodea. The Eight Mountains se planta con firmeza en el paisaje, no se distrae con la magnificencia del lugar y más bien se enfoca en la intimidad de sus dos personajes centrales.

La música es otro elemento que conduce a saborear el transcurso de los años, con algo de melancolía y calma. Las canciones a cargo de Daniel Norgren, con una guitarra acústica y una voz serena, hacen pensar en el paso del tiempo, pero a la vez reconfortan y tranquilizan. Tal vez Bruno y Pietro son dos ramas que se alejan mientras suceden los años, pero que siempre pertenecen al mismo árbol.

Cuando uno de ellos descubre el arco descendente marcado por su vida, van Groeningen y Vandermeersch no se enfrascan en el sentimentalismo lacrimógeno hollywoodense, dejando en cambio una honda impresión de una vida vivida para sí y para el otro. La belleza alpina encuentra su correspondencia con la amistad forjada a lo largo de los años, dejando una huella imborrable para el espectador.

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