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Perfect Days (BIFF 2023): un retrato de la felicidad

Escrito el 7 octubre, 2023 @JuanRod_52

Sección: Masters.

Dirección: Wim Wenders.

Guión: Takuma Takasaki, Wim Wenders.

Elenco: Koji Yakusho, Tokio Emoto, Arisa Nakano y Aoi Yamada.

Países: Japón, Alemania.

Palomómetro:

Más información de la película: https://www.imdb.com/title/tt26448981/

Perfect Days. Dir. Wim Wenders. 2023.

En los primeros momentos de Perfect Days, de Wim Wenders, los rayos del amanecer aparecen en el cielo de Tokio, disipando una densa capa de nubes y pintando de naranja el horizonte, anunciando la llegada de un nuevo día en el que Hirayama (Koji Yakusho) tiene claro lo que hará. Antes de que la luz se cierne sobre su hogar, ya se levantó, roció las pequeñas matas que ocupan una habitación entera, cepilló sus dientes, se afeitó y pausó en su puerta para tomar un respiro profundo del aire matutino, sonriendo al cielo aún gris, para luego comprar un café frío y encender una pequeña van, llena de detergentes e instrumentos de aseo, para ir a su trabajo como limpiador de baños públicos de la ciudad.

Hirayama se encuentra con el incipiente sol en la carretera mientras suena un casete de rock de los 60 con la versión de House of the Rising Sun de The Animals y, en ese momento, sin que se haya pronunciado palabra alguna, Wenders y Yakusho dotan de un encanto magnético y de una plenitud al personaje en estos actos tan pequeños que la mayoría encuentra insignificantes en el día a día. Lo rutinario y aparentemente ordinario están en el centro de esta historia que se construye como una oda a la vida desde la sencillez y la nostalgia, transcendiendo gracias a la actuación de su protagonista.

Para construir esta celebración de lo cotidiano, Wenders se vale de lo básico, pero no por eso simple. La fotografía de Franz Lustig destaca la belleza de Tokio en sus espacios comunes como parques, comercios, carreteras y, sobre todo, baños públicos, una maravilla para el mundo occidental y que en la narrativa son puntos de encuentro y conexión humana. Pequeñas interacciones, como descubrir que tal tecnología existe, se convierten en momentos joviales y de inocencia pura que hacen de la sonrisa algo contagioso, transformando la conceptualización de estos como lugares transitorios y de quienes permiten transitar por este espacio con un trabajo que se percibe como “desagradable”.

Situar al protagonista, un hombre mayor, en una posición que el capitalismo asocia con la precariedad es un desafío a las ideas de un sistema económico sobre el éxito y la felicidad. Es un escenario que presenta una peligrosa idea de romantizar las desigualdades, pero esta trampa se evita con tres elementos. El primero es crear curiosidad ante la rutina de Hirayama a partir de la repetición que remarca aspecto metódico y luego crear disrupciones que revelan aspectos de su carácter y pasado, dando un sujeto inteligente, generoso y sensible que escogió vivir de esta forma ante muchas otras posibilidades.

El segundo es abordar el tema de forma directa por medio de los encuentros que tiene Hirayama con los personajes secundarios, evocando como fantasmas los aspectos de la vida que son motivos de angustia, como el dinero, el amor, la familia, el trabajo, la soledad y muerte. Es casi inevitable sentirse identificado con Ttakashi (Tokio Emoto), el joven compañero de trabajo, cuando proclama con dolor que no se puede estar enamorado sin dinero o la tristeza de un encuentro con un ser querido del cual se ha tomado distancia. La vida de Hirayama no está exenta del dolor o dificultades, pero con su actitud observadora ofrece una perspectiva en la que estos no son el centro de su existencia, sino momentos con los cuales debe reconciliarse, así sea llorando, expresando ira o tomando una cerveza al final de un largo día.

No obstante, es el último elemento la clave para que la cinta logre su objetivo: Koji Yakusho. El veterano actor japonés es el corazón de esta historia y logra algo sublime con un rol construido a partir del silencio y los gestos. La pasividad de los hechos y su repetición podrían ser muy monótonas si no fuera por Yakusho, quien tiene la “pequeña” tarea de capturar la esencia de la plenitud en la sencillez. Con su expresividad hace de las palabras innecesarias para convenir sus emociones: sorpresa, tranquilidad, desconcierto, nostalgia y alegría transitan por su rostro de manera sobrecogedora que arrastra y conmueve.

Con ciertos detalles Wenders sustrae a Hirayama de la contemporaneidad, un sujeto que se ha quedado en la época de los casetes, los libros de papel y la fotografía analógica, una resistencia inadvertida a la inmediatez de la tecnología. Se siente una similitud a los ángeles que vuelan sobre Berlín en Wings of Desire (1987), invisibles en medio del trajín diario, desde esa postura privilegiada viendo lo hermoso de la humanidad en sus pequeños detalles. Esto se representa de una forma sutil, cuando al final del día Hirayama no sueña, sino recuerda cómo el sol se posó perfectamente sobre las copas de los árboles, el viento agitó el pelo de su sobrina cuando montaban bicicleta por el río o las luces de la ciudad bailaban al reflejarse sobre el río. No sueña para anhelar algo más, sino para atesorar aquello que da sentido a su vida. ¿No es eso la plenitud?

 

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