Nostalgia (Punta del Este 2023): mejor perderse y nunca (re)encontrarse
Sección: Panorama internacional.
Dirección: Mario Martone.
Guion: Mario Martone e Ippolita Di Majo basado en la novela homónima de Ermanno Rea.
Elenco: Pierfrancesco Favino, Francesco Di Leva, Tommaso Ragno y Aurora Quattorcchi.
Países: Italia y Francia.
Palomómetro:
Más información de la película: https://www.imdb.com/title/tt14034614/

En términos meramente lingüísticos, la nostalgia está asociada con la melancolía que sobreviene a una pérdida. Es la tristeza derivada del recuerdo de aquello que alguien perdió y que, de una forma u otra, añora y anhela porque lo conecta consigo mismo. Suena vago dejarlo ahí, pero en una serie de clichés extraños, todos sentimos nostalgia por algo, un lugar, alguien. Por esto, no es difícil empatizar con la premisa de Nostalgia, aun cuando desde el comienzo se palpita todo lo que va a suceder.
La película (fallida) enviada por Italia para competir en la última edición de los Óscars sigue los pasos de Felice (Pierfrancesco Favino), un hombre que vuelve a su Nápoles natal para acompañar a su madre en sus últimos días. Tras vivir casi 40 años en Egipto, Felice ahonda en los recuerdos de su ajetreada adolescencia con el fin de reencontrarse con un viejo amigo, Oreste (Tomasso Ragno). Para su poca o nula sorpresa, Felice se entera por el cura local que Oreste se ha convertido en un peso pesado de la Camorra conocido como el Malommo. Pese a las advertencias, Felice insiste en buscar a Oreste con el fin de aliviar cierta culpa y revivir aquel vínculo que alguna vez los volvió tan estrechos.
La nostalgia aquí es retratada de manera básica, estereotipada, casi como una fábula extraída de algún relato bíblico que trae consigo un potente mensaje sobre la moralidad por encima de todo. En cierta forma, Pierfrancesco Favino salva lo que podría ser una catástrofe, buscando apartar su interpretación de todos los clichés mostrados. Si no fuera por él, probablemente la valoración de la película sería inferior, pero la sutileza de su trabajo es lo que atrae a quedarse pegado. Favino es capaz de transmitir con una mirada la opresión que vive el personaje; en ocasiones se pone a capitanear un barco que está a punto de irse a pique, pero que no lo hace por obra y gracia del trabajo actoral. Su Felice es, en cierta forma, prisionero de una culpa que lo obliga a cometer locuras, amante de sí mismo y ferviente creyente de que la redención humana es posible. Error.
Pese a que el esfuerzo es real, el guion podría calificarse de lamentable. No porque sea realmente malo, sino porque se vuelve tan básico que anticipa todo aquello que viene después. El propio desarrollo del personaje de Felice no le hace justicia al talento de un actor como Favino, mucho menos al tratarse del follow-up de su trabajo ganador de la Copa Volpi del Festival de Venecia en 2020 por Padrenostro (Claudio Noce, 2020). Uno entiende el personaje, busca comprenderlo, pero simplemente le sabe a poco, se trata de una película que se ve haciendo sobremesa un domingo de invierno. Para mí, haberla visto un lunes de verano a las tres de la tarde en una sala plagada de personas jubiladas me regocija como refugio, pero no como experiencia fílmica en sí misma.
A lo largo de la trama uno va realizándose preguntas que no parecen tener respuesta sorprendente, sino más bien una básica y elemental. ¿Por qué este hombre insiste tanto en alguien que sabe es totalmente dañino? Ah, es que el ser humano busca aquello que añora aun cuando sea tóxico. Se trata de un idealismo que cree que la redención es posible y, en caso de que así no sea en vida, la moral está por encima de lo terrenal. ¡Qué bazofia! Al final uno se da cuenta de que jugar al héroe funciona apenas en las películas de Marvel; para el resto, hay que conformarse con salvarse uno mismo.
Separándose de las cuestiones medulares, Nostalgia genera un placer extraño al mirarla. Cualquier plano de Italia, por más desprolijo que sea, sumerge al espectador en una experiencia sensorial casi única y es inevitable que a uno no se le acelere el corazón cuando ve caminar al protagonista por una callecita empedrada a altas horas de la noche. Esa sensación de que uno se mete en el plano y lo vive desde adentro, aun cuando difiere del enfoque es mágica e inherente al cine italiano. Lo que hace Paolo Carnera con la fotografía es la verdadera estrella de la cinta, limitándose a jugar con una paleta de colores marrones que acercan al sepia de las fotos viejas. La nostalgia del filme también es eso: recrear un diseño de producción que invite al recuerdo, a pensar en qué locuras uno haría por encontrarse con aquello del pasado que más añora.
Al final de cuentas, Nostalgia es una película aceptable. Sencilla y reflexiva, de esas que uno puede llevar a algún pariente con muchas vivencias a ver y que luego se tome un café para potenciar la experiencia y contar las suyas. Nostalgia es una experiencia, una caminata que uno hace al final del día por alguna calle estrecha mientras se pierde en el atardecer, pero también la lección de que hay nostalgias que son mejores en el olvido.

Made in Uruguay, a Valentina el corazón le pertenece a sus raíces eslavas como las que retratan Pawlikowski en Cold War y Kusturica en When Father Was Away on Business. Firme defensora del Óscar de Faye Dunaway por Network, fanática del Almodóvar de Tacones Lejanos y fundamentalista de Vanessa Kirby. Cuenta los días para que The Academy salde su cuenta pendiente con Bradley Cooper. Ah, y para entretenerse, un cartón dice que es internacionalista.