Más dura será la caída: disparando con el gatillo puesto
Disponible en: Netflix.
Dirección: Jeymes Samuel.
Guion: Jeymes Samuel, Boaz Yakin.
Elenco: Idris Elba, Jonathan Mayors, Zazie Beetz, Regina King, LaKeith Stanfield, Danielle Deadwyler, RJ Cyler, Delroy Lindo, Edi Gathegi.
País: Estados Unidos.
Palomómetro:
Más información de la película: https://www.imdb.com/title/tt10696784/

20 minutos dentro de su metraje, es fácil asumir erróneamente que Más dura será la caída se trata de una adaptación de una novela gráfica. Todos los elementos están ahí: montaje declarado, composición llena de reencuadres como si estuviésemos leyendo viñetas, slapstick comedy y violencia cruda, pero con el gore tan caricaturizado que cumple una doble función tanto dramática como de alivio cómico, según el personaje que esté recibiendo el tiro.
Con intertítulos de presentación agresivos acompañados de juegos ingeniosos de palabras, y peleas al ritmo del rap, hip hop y R&B con transiciones abruptas hacia planos cerrados, parece que Más dura será la caída cumple con todos los trademarks de una película autoconsciente de lo trillado que está el propio género del spaguetti western, en la línea de otras revisiones posmodernas como Slow West (John Maclean, 2015) o Brimstone (Martin Kooljoven, 2016), las cuales cogían referencias de los Coen y Frank Miller, respectivamente. De hecho, en la línea de Miller, si la película se hubiese vendido como un producto del equipo creativo de Sin City (2005), hubiese resultado fácil de creer a ratos.
Sin embargo, luego llega el formalismo y la obra de Jeymes Samuel se atasca frente a la misión imponente de homenajear al clásico y revisarlo/modernizarlo al mismo, pasando por todas las convenciones del género, pero sin acabar de decidir que rumbo tomar.
Optar por una línea más “seria” y menos caricaturesca a la hora de contar una historia de venganza clásica no es inherentemente malo. El problema que lastra la duración de una cinta que, por desgracia, se queda en un ejercicio entretenido, es su falta de identidad al comprometerse con un estilo u otro: parece ser una reimaginación macarra de las historias de forajidos, pero, al mismo tiempo, los encuentros menores entre personajes y los pequeños conflictos que suman para crear el clímax parecen cortados por una plantilla.

Mientras que, en secuencias magistrales, como la presentación del personaje de Idris Elba durante el atraco de un tren, asistimos a un despliegue desenfadado de todos los recursos posibles (pantallas partidas, saltos de eje y cámaras lentas, y un auténtico espectáculo de imaginación pulp), las múltiples escenas de transición se encuentran confusamente encorsetadas dentro de la puesta en escena más genérica posible.
Una infinidad de sobreiluminados planos medios largos con todo el reparto de perfil a cámara, como un festival de bustos parlantes sin sombras, encuadres amplios que aglutinan al grueso de personajes en la misma toma a modo de teatrillo, y contraplanos predecibles con cada héroe y villano recitando su línea exactamente antes o después del corte por montaje, contrastan con una película que parecía llevar una realización más divertida. La fotografía, sin contrastes y una paleta cromática limitada, no ayuda a mantener la atención cuando ningún protagonista parece separarse de un enfocado fondo.
De cara a la narrativa que acompaña a los personajes, la indecisión estilística de Más dura será la caída no ayuda. La película narra una historia de venganza y enfrentamientos en torno a Nat Love (Jonathan Mayors) y Rufus Buck (Idris Elba), ambos al frente de sus respectivas bandas. Estos eventos ocurren décadas después del prometedor epílogo de la obra, unos años a los que los héroes (Zazie Beetz, RJ Cyler, Edi Gathegi y Derloy Lindo) aluden constantemente en conversaciones.
Aunque no hay nada a priori negativo en explicar el trasfondo de los personajes a través del diálogo y el inicio in medias res, resulta complicado conectar con protagonistas cuyas personalidades se desvelan durante las escenas “de tránsito”, en las cuales, la propia dirección automática parece advertir que no es necesario prestar tanta atención a lo que está pasando.

Si bien todo el reparto cumple, es inevitable quedarse más atrapado con los villanos de la obra, los cuales, curiosamente, carecen de trasfondo. LaKeith Stanfield, un secuaz sin honor, incorpora un pesar y una culpa ante cada instancia de violencia en su mirada que inyecta más humanidad de la que, sobre el guion, tendría su personaje.
Regina King, reina de los monólogos silenciosos y las miradas inquisitivas, emerge como la MVP definitiva. Su Trudy, aun respondiendo al arquetipo de “la mano derecha de”, se levanta gracias a su interpretación, convirtiendo a Más dura será la caída casi en una excusa para exigir un spin-off únicamente centrado en su personaje. Así de buena es.
Por mucho que el guion de Samuels y Yakin parezca instruir y separar claramente a los buenos de los malos, descuida que, a veces, es mucho más fácil interpretar una mirada que prestar atención a una serie de palabras que provienen de un contexto desconocido.
Más dura será la caída es entretenida. No se puede apartar el mérito de tener un ritmo que funciona durante sus más de dos horas de metraje. Sin embargo, se queda en divertida cuando pudo haber sido grandiosa si se hubiese comprometido con un estilo y se hubiese lanzado en picado, destacando todos esos instantes en los que no hay balas con la misma importancia y el mismo tono. Especialmente con este reparto.