La vida ante sí: película familiar para ver en domingo y olvidar al día siguiente
Disponible en: Netflix.
Director: Edoardo Ponti.
País: Italia
Elenco: Sophia Loren, Ibrahima Gueye, Abril Zamora, Renato Carpentieri, Babak Karimi, Massimiliano Rossi.
Más información: https://www.imdb.com/title/tt10627584/
Hay muchas películas encantadoras sobre relaciones especiales entre niños (o adolescentes) y adultos. Personajes a veces muy diferentes, no solamente en edades, sino también en experiencias y trasfondos culturales, que terminan forjando una amistad, compartiendo tristezas y alegrías y enfrentándose juntos a la vida. Piensen en películas como León: The Professional (1994), Because of Winn-Dixie (2005), Up (2009), Logan (2017) o Bull (2019).
La vida ante sí, recientemente estrenada en Netflix, pudo ser otro ejemplo. Una historia que nos enseña que a veces nos encontramos con personas a través de circunstancias específicas o por mera casualidad, pero que nunca sabemos lo importante que puede llegar a ser alguien en nuestras vidas. Esto suena bonito, pero envuelve una complejidad con la que la cinta no logra dar, sino que más bien retrata en su manera más simple.
La película dirigida por Edoardo Ponti, hijo de la legendaria actriz Sophia Loren, quien coprotagoniza la cinta, nos narra la historia de un niño musulmán proveniente de Senegal llamado Mohamed (Ibrahima Gueve), apodado Momo. El chico es huérfano y ha estado bajo la custodia del Dr. Coen (Renato Carpentieri). Tras asaltar a Madame Rosa (Loren) a plena luz del día, Momo es obligado a devolverle sus objetos robados y pedirle disculpas. Es entonces cuando el doctor aprovecha para pedirle a Rosa que se haga cargo del niño, ya que ésta trabaja como niñera para prostitutas que no pueden asumir la crianza de sus hijos en su casa apodada “El refugio”.
Un detalle importante es que de alguna manera la película señala el problema de las crisis migratorias en Europa. A lo largo de la cinta vemos a personas de distintas nacionalidades que han llegado a Italia buscando refugio. En el caso de las mujeres, algunas deben aceptar trabajos duros para sobrevivir. La propia Madama Rosa, prostituta de antaño, vivió en carne propia la experiencia migratoria como sobreviviente de la crueldad del nazismo. Dado que este no es el tema central de la película, no es tratado detenidamente.
Basada en la novela The Life Before Us (1986), escrita por Romain Gary (bajo el seudónimo Emile Ajar), La vida ante sí presenta a estos dos personajes en una relación en un principio hostil, pero progresivamente afectuosa.
Ésta es principalmente la historia de Momo, un niño que en su rebeldía y hostilidad esconde la necesidad de cariño y protección. A lo largo de la película, Momo va conectando con varios personajes que influyen positivamente en su conducta y ablandan su corazón endurecido por el dolor, mientras que sostiene una relación dañina con un narcotraficante. Sin embargo, Momo es un personaje plano con un tratamiento aburrido.
No hay profundidad en su historia y no se observa en él una auténtica transformación que hable de su identidad de forma convincente, exactamente lo que esperaríamos ver en una historia de maduración. Ponti no aprovecha temas que podrían explorar su crecimiento espiritual, incluyendo su identidad religiosa, por ejemplo. A pesar de que se explora su aprendizaje sobre la historia musulmana y los simbolismos del Corán, estas enseñanzas se dan sin mayores implicaciones en la evolución del personaje.
Más bien, casi todo lo que va sucediendo con Momo es obvio, predecible y repetitivo. Un chico rebelde y herido que eventualmente abre su corazón y se permite amar y ser amado. Cómo llegó exactamente a eso es lo que no queda muy claro. Su relación con Madama Rosa no está bien construida, pues carece de momentos claves que expliquen la forma en que van conectándose, entendiéndose y necesitándose.
Madama Rosa, sin embargo, está incluso más desperdiciada como personaje que Momo. Es muy poco lo que llegamos a saber sobre el pasado de esta mujer. Tampoco llegamos a saber lo que ha significado para ella criar a estos niños. Solo sabemos que está afectada por los recuerdos duros de su experiencia en Auschwitz y la vejez comienza a hacerse evidente en el deterioro de sus funciones cerebrales.
Gueve y Loren hacen lo mejor que pueden con unos personajes construidos pobremente. La película no recupera ni la dolorosa experiencia de un niño huérfano enfrentándose al desamparo de la supuesta universalidad de los derechos humanos, ni la dolorosa experiencia de una sobreviviente de Auschwitz. Tampoco logra dar con la alegría y esperanza que ellos pudieran encontrar y compartir. Las historias de Momo y Rosa son muy reales, pero en la película carecen de peso y contexto. Más aun, carecen de voz. Gueve y Loren no hacen una pareja protagónica memorable, pero sus trabajos son cumplidores, en especial si consideramos el material con el que cuentan.
La estética de la película es bastante modesta. La ambientación no es llamativa. Incluso la casa de Madama Rosa en donde transcurre la mayor parte de la acción no aporta nada memorable. La fotografía a cargo de Angus Hudson tampoco parece dirigida a traer un elemento notable a la película. Es como si se hubieran propuesto descansar totalmente sobre las actuaciones de Gueve y Loren y el tema musical de cierre interpretado por Laura Pausini.
Ahora bien, quizá el acercamiento bastante simplista de Ponti funcione considerando que se trata de una película muy llevadera y accesible. No se complica ni con aspectos sociohistóricos que merecerían un análisis más detenido ni con un estudio profundo de sus personajes.
Con una duración de hora y media, no cuesta ver la película. Además, no es una experiencia emocionalmente devastadora, si bien Gueve logra darle cierta inspiración a la cinta con su actuación. Para ello, Ponti se asegura en lograr unas cuantas escenas conmovedoras acompañadas de melodías que ayudan a inspirar sentimientos de compasión y empatía hacia los personajes. En ese sentido, el filme es muy básico y arriesga poco, pero funciona como drama familiar de domingo que puede llegar al corazón de la audiencia, aunque la olviden al día siguiente.

Kenny Díaz nació un 28 de enero de 1996 en Carolina, Puerto Rico, en donde vive. Creció viendo telenovelas con su mamá y amando el pop romántico contemporáneo. Su amor por el cine vendría más tarde junto con el seguimiento a las premiaciones como los Globos de Oro y los Premios Óscar. Ama el cine de Terrence Davies y las historias centradas en personajes femeninos fuertes y complejos. Obtuvo su bachillerato en Historia de América en 2019 de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Actualmente cursa una Maestría en Estudios Culturales en la Universidad Ana G. Méndez, Recinto de Gurabo. Entre sus intereses de investigación están los movimientos sociales y prácticas de resistencia, la construcción de culturas de paz y el problema de la violencia en América Latina desde la producción cultural, con énfasis en el cine y la literatura. Aspira a ser guionista de cine en unos años, así como docente e investigador.