La mujer rey: apasionada epopeya de mujeres guerreras
Disponible en: cines.
Dirección: Gina Prince-Bythewood.
Guion: Dana Stevens. Historia: Maria Bello, Dana Stevens.
Elenco: Viola Davis, Thuso Mbedu, John Boyega, Lashana Lynch, Hero Fiennes-Tiffin, Jayme Lawson, Adrienne Warren, Sheila Atim, Masali Baduza, Jordan Bolger,
País: Estados Unidos.
Palomómetro:
Más información de la película: https://www.imdb.com/title/tt8093700/

El reino de Dahomey en África occidental fue un Estado africano reconocido internacionalmente hasta 1904, ubicado en lo que hoy es la República de Benín. En los inhóspitos paisajes de Dahomey, un grupo de mujeres llamadas Agojie eran parte del ejercito del reino y las encargadas de combatir contra las fuerzas de los esclavistas europeos en el siglo VXIII y del Imperio oyo, un estado yoruba invasor. El Imperio oyo no tenía caballería, pero sí armas de fuego. Las invasiones y subyugación que ejercieron contra Dahomey en 1748 cambiaron por completo el funcionamiento interno del pequeño reino.
Los detalles históricos son clave para comprender la narrativa de La mujer rey y evitar caer en los sensacionalismos de cierto público, acusando a la película de no ser exacta históricamente y hacer un blanqueamiento de imagen al reino de Dahomey, el cual fue partícipe de la esclavitud. Para evitar entrar en reduccionismos, basta observar con detenimiento los conflictos internos que albergan en la moral de los personajes de la cinta, así como las fechas en las que transcurren los hechos.
La historia se desarrolla en 1823. La general Nanisca (Viola Davis) lidera a las guerreras Agojie, quienes durante una noche liberan a un grupo de mujeres de Dahomey que fueron secuestradas por esclavistas del Imperio Oyo. La apasionada y larga escena de batalla entre las Agojie y los soldados de Oyo asienta las bases de una película profundamente inspirada en clásicos hollywoodenses que rebosaron taquilla y premios, como Braveheart (Mel Gibson, 1995) y The Patriot (Roland Emmerich, 2000).
El espíritu de aventura, sororidad y valentía descarnada abunda en La mujer rey. Es una película consistentemente cálida y cuidada con delicadeza en su estructura. La directora Gina Prince-Bythewood ofrece un tiempo prudente para adentrarnos en el reino de Dahomey y comprender su estructura y jerarquía. El burocrático y frío rey Ghezo (John Boyega) tiene medidas claras para lidiar con el insidioso poder que tiene el Imperio Oyo sobre Dahomey. Son varias las confrontaciones que Nanisca tiene con el rey por la discrepancia de ideas entorno a cómo manejar los enfrentamientos con Oyo y por el interés de este en contribuir en el comercio de esclavos.
Mientras, la próxima generación de guerreras entrena. Izogiie (Lashana Lynch) y Amenza (Sheila Atim) son lo más parecido a profesoras de combate, y la llegada de la joven Nawi (Asíso Mbedu) desafía los vínculos establecidos por las mujeres. Rechazada por su padre por resistirse a un matrimonio forzado con un hombre mayor, Nawi se integra con una determinación ingenua con las Agojie. Su actitud testaruda, rebelde y espontánea choca radicalmente con los ideales meticulosos de Nanisca, quien no espera menos que perfección para esta futura generación de guerreras.
Las subtramas a menudo se sienten excesivas en la película, incluyendo una romántica que surge entre Nawi y Malik (Jordan Bolger), compañero del esclavista portugués Santo Ferreria (Hero Fiennes Tiffin). Sin embargo, el guion se encarga de balancearse de manera oportuna sin hacer que nada se sienta sobrante. Algunas de las subtramas resultan fascinantes y vitales para dar capas de contenido a la vivencia interna de Dahomey y hacer un inciso sobre el comercio de esclavos en África: tanto por parte de colonizadores europeos y americanos, como por los mismos pobladores africanos, como se observa en la alianza del Imperio Oyo con Santo Ferrerira.
La mujer rey aprovecha de manera efectiva sus recursos para ofrecer una historia convencional que se encuentra en el inconsciente colectivo de los amantes del cine: el clásico relato de enfrentamientos tribales, rebeliones sociopolíticas, rivalidades al estilo David y Goliat, el dolor de los sacrificios y entrenamientos extenuantes que prueban de lo que los personajes están hechos, fundamentado en el profundo valor de camaradería que caracteriza a las mujeres guerreras. La impecable fotografía de Polly Morgan permite que las escenas de acción sean filmadas con pericia y resulten inmersivas, con un caos organizado adornando la pantalla.

En sus mejores momentos, la quietud permite detenerse a observar y escuchar las interacciones entre las mujeres Agojie. En el núcleo de la preciosa sororidad que comparten las mujeres se encuentra una Viola Davis más feroz e implacable que nunca. Su interpretación resulta intimidante y visceral, y el compromiso físico y emocional de la actriz es innegable. Conocer la historia de Nanisca ofrece la oportunidad de tener más dimensiones que las aparentes en la historia: se trata de una víctima que se autodeterminó a reprimir el dolor y cualquier emoción que obstaculice su firme determinación a darle libertad a Dahomey.
A pesar de ser rebuscado, el tema le permitirse ser vulnerable y conciliarse con su pasado traumático, de forma que la heroína imperfecta tiene un arco de redención nítido, confrontando su frialdad. Aun así, el corazón de la historia es Asíso Mbedu, una joven recién llegada al mundo del cine que ya había recibido aclamación por su rol protagónico en la miniserie de Barry Jenkins, The Underground Railroad (2021). Nawi representa el llamado viaje del héroe con una búsqueda de aventura impuesta debido a las presiones y abusos familiares, y un reencuentro personal con sus fortalezas.
Las interpretaciones secundarias de Lashana Lynch y Sheila Atim son enigmáticas y equilibradas dentro del universo de la película. La primera actúa como un discreto alivio cómico y la segunda como un sabia consejera y apoyo emocional para las presiones que afronta Nanisca. El resto de los elementos técnicos, desde la delicada banda sonora de Terence Blanchard y el vestuario de Gersha Phillips, hasta el diseño de producción de Akin McKenzie, tienen un carácter meticuloso y esbelto, resaltando los vívidos colores del reino y la contemplación respetuosa de sus tradiciones.
No obstante, La mujer rey encuentra sus debilidades en la tendencia a complacer. Teniendo en cuenta las libertades creativas tomadas para narrar la historia, se pierde la oportunidad de desafiar e incomodar al espectador, optando por un enfoque que apela a toda la familia y se queda corto al momento de explorar los elementos más crudos. Esclavitud, violaciones y matrimonios forzados son varios de los temas densos presentes en una historia que los tantea con conformismo. Es narrativamente torpe en algunas ocasiones, cambiando radicalmente de tonalidades.
La principal queja de los detractores de la película es su imprecisión histórica y la idealización que se hace de las guerreras de Dahomey. Si desean conocer con mayor precisión la historia de la esclavitud dentro del reinado de Dahomey, recomiendo la película Cobra Verde (Werner Herzog, 1987). El interés de La mujer rey no es idealizar o victimizar la dinámica de las guerreras Agojie; más bien, se detiene a cuestionar moralmente la participación de los africanos en el comercio de esclavos de su propia gente, a pesar de que los mandatarios lo justificaran como una necesidad económica.
Esta no es la primera película épica histórica en tomarse libertades creativas usando el “basado en hechos reales”, pero sí es la primera en tener un equipo delante y detrás de cámaras compuesto por mujeres Negras y en desatar la furia de los que nombran políticamente correcto a todo lo que incluye minorías. La mujer rey es una cinta emocionante y entusiasta sobre tomar las vulnerabilidades propias como fortalezas y el inagotable valor de la lucha contra la opresión, así como una celebración apasionada de la sororidad y la negritud.

Psicólogo desde 2018, cinéfilo de toda la vida. Se graduó en 2018 en Maracaibo, Venezuela. Tiene 24 años. Apasionado por el cine independiente y los documentales. Entre sus cineastas favoritos se encuentran Richard Linklater, Ken Loach, Kelly Reichardt, Michael Haneke y Céline Sciamma, los cuáles aprecia por su sinceridad y humanismo al entender a las personas con sus complejidades.
La película Boyhood (2014) le hizo darse cuenta de la capacidad de belleza que tiene el cine, aunque su fascinación por escribir y leer historias que le transporten a otros lugares viene desde su infancia. Le gustaría conocer cine de todas partes del mundo y especializarse en psicología clínica infantil, y quizá, algún día, escribir un guion inspirándose en sus ídolos del séptimo arte.