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La crónica francesa: preciosista mirada a una ciudad y sus cronistas

Escrito el 12 noviembre, 2021 @bmo985

Disponible en: cines.

Dirección: Wes Anderson.

Guion: Wes Anderson, basado en una historia de Wes Anderson, Roman Coppola, Hugo Guiness y Jason Schwartzman.

País: Estados Unidos.

Elenco: Owen Wilson, Bill Murray, Benicio del Toro, Lea Seydoux, Tilda Swinton, Frances McDormand, Timothée Chalamet, Jeffrey Wright, Elisabeth Moss, Saoirse Ronan, Edward Norton, Willem Dafoe.

Palomómetro:

Más información de la película: https://www.imdb.com/title/tt8847712/

The French Dispatch
La crónica francesa. Dir. Wes Anderson. 2021. Searchlight Pictures.

“Un homenaje al periodismo” ha sido una de las maneras más recurrentes de describir brevemente la nueva cinta del estadounidense Wes Anderson, lo cual es acertado, pero, tras presenciarla en la pantalla grande, se siente insuficiente y superficial. En La crónica francesa hay mucho más que una apología de un oficio moribundo; hay un retrato de la condición humana, miserable y solitaria.

A lo largo de una introducción, tres viñetas y un epílogo, el director nos sumerge en la vida de la ciudad ficticia de Ennui-sur-Blasé en Francia, donde se encuentra la redacción de “La crónica francesa”. La conoceremos a través de los ojos curiosos y las palabras de sus periodistas ocupados en sus callejones, sus mendigos, artistas, revolucionarios y valientes cocineros. En el centro de estas historias está el editor en jefe del semanario: Arthur Howitzer Jr., interpretado por Bill Murray, a estas alturas ya convertido en amuleto de Anderson.

Fungiendo como figura paterna de la variedad que reparte amor gruñón, Murray proyecta una sombra sobre la cinta, a pesar de solo tener unos cuantos diálogos. Basado en el cofundador y editor de The New Yorker, Harold Ross, Anderson pinta a Howitzer como el periodista ideal que nos remite a aquellos retratados en los filmes épicos sobre la profesión, desde Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976) hasta la reciente ganadora del Óscar, Spotlight (Tom McCarthy, 2015).

Howitzer es un hombre de feroz compromiso, de total entrega a sus reporteros, y quien, a pesar de no dedicarse al tipo de periodismo urgente que retratan las películas antes citadas, comprende la importancia de su oficio y asume la responsabilidad de cumplir con las expectativas que el público espera de su publicación. Puede despedir a sus empleados en un instante, tiene un anuncio que dice “Prohibido llorar” en su oficina y aún así podemos apreciar el cariño que sus colaboradores y su audiencia tienen hacia él. El décimo largometraje de Anderson consolida no solo la relación simbiótica entre este y Murray, sino que demuestra lo bien que el director comprende al actor: no como un payaso triste, sino como un cretino carismático.

Dotada de la engañosa ligereza que caracteriza a las películas de Wes Anderson, La crónica francesa no se ocupa de cantar las loas del oficio que encumbró a Lolita Ayala, por citar un ejemplo nacional. Es decir, no narra el esfuerzo extraordinario de publicar una noticia que puede orillar a un presidente a renunciar. Al contrario, Anderson se adentra en lo mundano del oficio, en el día a día del periodismo que pone su oído al pecho de la ciudad y anota los resultados, porque una ciudad contiene multitud de historias por contarse.

La crónica francesa
La crónica francesa. Dir. Wes Anderson. 2021. Searchlight Pictures.

Las viñetas presentan la ciudad ficticia y a sus cronistas con el deleite irónico y el humor seco que caracterizan a las cintas de Anderson. Sea el morbo alegre de un escritor cuyas historias no pueden ser verificadas porque solo citan a vagabundos y criminales (Owen Wilson), o la historia de un asesino múltiple (Benicio del Toro) que señala que sus brutales asesinatos fueron un accidente, la desfachatez de una periodista (Frances McDormand)quien, a pesar de acostarse con el protagonista de su reportaje, asegura que quiere mantener su postura neutral, hasta la comedia animada tipo slapstick de una persecución que parece salida de una cinta de Buster Keaton, la diversión no hace falta.

Claro que, como toda cinta de Anderson, La crónica francesa es un deleite visual, tanto en la composición de sus planos, como en el diseño de un mundo de hermosos colores y en su homenaje al diseño clásico de las portadas del semanario neoyorquino. Este aspecto, que por tratarse de una cinta de Anderson se toma como un hecho y una ocasión para calificarlo como nada más que un esteta, no debe tomarse a la ligera.

Cada plano, sin importar su duración a cuadro, podría ser enmarcado, colgado y exhibido en una galería, no solo por su exquisitez compositiva, sino por el detalle y cuidado con que se presenta la ciudad ficticia en donde la cinta se desarrolla. Ya es bien sabido que Anderson crea universos excéntricos y caprichosos, y que la puesta en escena de sus filmes siempre se inclina hacia el artificio; sin embargo, aún posee la capacidad para asombrarnos.

Quisiéramos pausar cada tanto para ahondar en los pormenores de cada escena, escrutar cada libro en cada estante, disfrutar de la paleta de colores y hallar el punto de fuga para contemplar ese mundo peculiar que Anderson echa a andar sin esfuerzo aparente. Mundo que, por cierto, acentúa la teatralidad sugerida en Isla de perros (2018), su cinta previa, y sugerida desde Rushmore (1998).

En La crónica francesa nos encontramos ante un escenario de dos dimensiones y podemos sentir a los tramoyistas trabajando tras bambalinas, poniendo en marcha los movimientos de la escenografía. Se trata de otro mecanismo que encanta por su funcionamiento preciso, deleitando a sus fanáticos y, quizá, desesperando a sus detractores.

La crónica francesa
La crónica francesa. Dir. Wes Anderson. 2021. Searchlight Pictures.

Esta engañosa sutileza, que por un lado nos bombardea con apacible belleza y diálogos proferidos con cierta monotonía ­– características del director – representan una de las facetas más malentendidas sobre su obra. Es un logro que cintas visualmente complejas y meticulosas nos parezcan sencillas, aburridas o simplemente extravagantes. Habiendo refinado su estilo desde al menos Los excéntricos Tenenbaums (2001), las cintas de Anderson suelen tener una densidad literaria que puede pasar desapercibida en favor de sus vistosas imágenes. La crónica francesa lo encuentra trabajando ese inescapable sentimiento de soledad que tanto acecha a sus personajes.

Sin duda, el mejor segmento – y uno de los mejores momentos de la filmografía de su director – es The Concrete Masterpiece, que cuenta la historia de Moses Rosenthaler (Benicio del Toro), un asesino convicto que encuentra en la celadora Simone (Léa Seydoux) a su musa y amante, convirtiéndose en uno de los pintores más celebrados de su momento. Anderson reflexiona sobre el dolor derivado de la creación artística – viendo al proceso como una suerte de prisión metafórica – y la sensación de ser un salvaje en un mundo civilizado, explotando al máximo la presencia bestial de del Toro y hallando una sensibilidad creadora en su mirada melancólica.

El aislamiento, la impresión de no ser comprendido y la búsqueda infructuosa de algo inasible persiguen a los personajes de las viñetas de La crónica francesa y sus contrapartes periodísticas están allí para dar cuenta de sus vivencias. Al final de cuentas, el homenaje al periodismo de Anderson radica en dejar que aquellos que cuentan historias las cuenten. A pesar de ubicarse en un pasado idílico, no queda la impresión de que Anderson predique sobre los días dorados del periodismo. Su nostalgia no refunfuña sobre el presente, solo está satisfecha con mostrarnos ese momento lejano.

Bajo las capas de colores pastel, los planos perfectamente simétricos, el diálogo de plana inflexión, en fin, bajo toda esa sofisticación andersoniana a la que estamos acostumbrados, uno puede encontrar las historias caprichosas, inventivas, curiosas y enternecedoras que han caracterizado su obra. La crónica francesa tal vez no le gane nuevos adeptos, pero aquellos que la vean sin el prejuicio que considera a su estilo como su mayor estorbo, saldrán satisfechos de haber presenciado una maravilla visual, precisa como un reloj y profunda como una novela decimonónica.

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