La colonial (FICUNAM 13): humanismo en blanco y negro
Sección: Ahora México.
Dirección: David Buitrón Fernández.
País: México.
Palomómetro:
Más información de la película: https://ficunam.unam.mx/pelicula/la-colonial/

La Ciudad de México aún nos pertenece, por más que gobernantes, especuladores inmobiliarios y empresas parasitarias como Airbnb traten de convencer a estadounidenses de convertirse en “nómadas digitales” – eufemismo que de inmigrantes y refugiados de un país fallido los transmuta en turistas eternos – en el circuito Roma-Condesa-Reforma. Por lo pronto, la ciudad retiene su idiosincrasia, su gusto por el doble sentido lingüístico, sus estructuras barroco-fodongas, su bravura de barrio, su solidaridad entre los marginados y, sobre todo, su sentido del humor.
Así se puede constatar en La colonial, monocromático documental de David Buitrón Fernández, quien, al retratar el refugio popular del mismo nombre en el centro de la ciudad, hace un retrato amoroso de los obreros responsables de hacerla funcionar. Por unas monedas tienen una cama, una ducha y la oportunidad de discutir teología y encuentros del tercer tipo con los demás residentes (además de café aguado de $8 el vaso).
Uno imagina los distintos caminos que Buitrón pudo haber tomado para hacer su retrato de estos hombres de las clases marginadas, más que nada, la pornografía de la miseria, esa mirada antropológica de malintencionada. Nada de esa otredad se halla en La colonial y en su lugar destila empatía por un mundo que parece desaparecer bajo el peso de cafés Starbucks, rentas exorbitantes y barrios agringados para recibir a sus nuevos señores coloniales.
La colonial (el refugio) es un universo con habitantes peculiares. Un cantante de rancheras con pista (que, quién lo diría, sí canta mal las rancheras); un residente desvergonzado que con urgencia necesita 10 pesos y no le importa salir a cuadro pidiéndolos; un anciano políglota; y un güero extranjero que no le teme a las chinches con tal de vivir una experiencia auténtica en Mecsicou desfilan frente al mostrador dirigido por el paciente y meticuloso administrador. Adentro, unos hombres discuten cómo van a cocinar los huevos al día siguiente (en salsa verde, pero el desacuerdo radica en su picor, si machín o leve), otros discuten sobre sus experiencias de vida, uno habla sobre una aparición a otro que no le presta demasiada atención, mientras que otro más despotrica frente a la cámara por las condiciones higiénicas del lugar con una rata en un cubo de basura como la atracción más reciente.
La fotografía a cargo de José Rodolfo Paz Manzano captura estos momentos, construyendo una intimidad a través de primeros planos, cuyo esquema monocromático de alto contraste realza los rasgos cansinos de estos hombres, cuya fatiga no les impide entregarse a la cábula, la camaradería y lo desmadroso en general (sin duda una de las pasiones del mexicano). El trabajo de cámara nos deja una cosa en claro: a Buitrón lo impulsa el cariño, diríamos el amor humanista, hacia estos hombres. Basta con verlos reaccionar a los desfiguros de Tin Tan en El rey del barrio (Gilberto Martínez Solares, 1950) para compartir su postura.

J. Alejandro Becerra es un cinéfilo de opiniones controvertidas. Fundamentalista de Scorsese, se decanta por el cine hollywoodense, pero se empeña por descubrir películas de alrededor del mundo. Aunque estudió Historia en la universidad, le encantaría dedicarse a escribir sobre cine de tiempo completo. No se pierde los Óscares aunque le diga a todos que los odia. Entre sus películas favoritas están Rebecca, Carol, Cléo de 5 à 7, Casino y The Tree of Life. No lo admitirá, pero llora cada vez que mira el final de Porco Rosso. Es un ferviente fanático de Jessica Chastain y Oscar Isaac, y cuenta los días para verlos ganar sus Óscares. Actualmente se dedica a discutir en Twitter con extraños y a aprender sobre marketing digital.