Palomita de maíz

– Sitio independiente de cine y TV.

Infinity Pool (Sundance 2023): sangre, orgías y decepciones

Escrito el 28 enero, 2023 @bmo985

Sección: Midnight.

Dirección: Brandon Cronenberg.

Guion: Brandon Cronenberg.

País: Canadá.

Elenco: Alexander Skarsgård, Mia Goth, Cleopatra Coleman, Jalil Lespert.

Palomómetro:

Más información de la película: https://festival.sundance.org/program/film/638a1733d406b260faf2ca00

Infinity Pool. Dir. Brandon Cronenberg. Neon. 2023.

Infinity Pool de Brandon Cronenberg llegó a Sundance como uno de los estrenos más esperados del festival después de cosechar las alabanzas de la crítica con su filme anterior, Possessor (2020). De la mano de Mia Goth y Alexander Skarsgård, intérpretes cuya belleza solo es superada por su talento, Infinity Pool lo consolidaría como uno de los jóvenes autores socorridos por la generación Letterboxd; en cambio, revela su falta de ideas y nos hace cuestionar su capacidad directorial.

James Foster (Alexander Skarsgård) y su esposa Em (Cleopatra Coleman) vacacionan en la nación ficticia de Li Tolqa, cuyo nombre nos hace pensar en un atolón en el Pacífico, pero los vehículos y edificios de vaga apariencia soviética nos llevan a Europa del Este (el filme nunca aclara la ubicación de este lugar, pero fue grabado en Croacia y Hungría), donde conocen al matrimonio Bauer, conformado por Gabi (Mia Goth), gran admiradora del libro de James, y Alban (Jalil Lespert).

Hospedados los cuatro en el resort turístico de Pa Qlqa, parecen estar en el paraíso en la Tierra bajo la advertencia de que no deben salir del complejo, pues el exterior es peligroso. Sin embargo, ansiosos de aventura, los cuatro deciden hacer un picnic fuera del resort. Aquí es cuando sucede la tragedia: James atropella a un nativo y, convencidos de que la policía local los tratará como los criminales que son, huyen de la escena del crimen.

Esta situación le permite a Cronenberg abordar el que parece ser uno de sus temas favoritos: el desdoblamiento del yo. Si en Possessor este podía apreciarse en la forma de una asesina a sueldo que ocupaba otros cuerpos para conducir sus fechorías, en Infinity Pool el yo se multiplica para permitir la comisión de delitos. Condenado a muerte por el accidente en el camino, a James se le ofrece una salida: pagar una suma considerable para que el gobierno ejecute a un doble suyo en su lugar.

El punto de partida de Infinity Pool es el razonamiento “está muy jodido que, como occidentales blancos, podamos zafarnos de cualquier situación gracias a nuestro poder adquisitivo, ¿no lo crees?”, el cual parece una crítica del hedonismo occidental. Sin embargo, se detiene en seco para deleitarse en el placer del crimen y los excesos del cuerpo, que en la práctica es como una cruza entre la estética macabra de bandas de metal con la decadencia etílica y sexual de un spring break en Cancún.

Hay dos temas reurrentes a lo largo de Infinity Pool: el salvajismo y la cobardía, ambos instigados por el personaje de Mia Goth, quien en la segunda mitad recurre al agudo dramatismo gritón que le valió tantas alabanzas en Pearl (Ti West, 2022), pero que, en lo personal, me parece una comprobación de que más no siempre es mejor.

Li Tolqa es un país pobre y salvaje en el que no existe la justicia, dicen los personajes y, una vez comprobado que, efectivamente, gracias al dinero, es posible evadir las absurdas leyes del lugar (la pena de muerte, por ejemplo, es ejecutada por el primogénito de la víctima con un cuchillo, aun si es menor de edad, para proteger el honor de la familia), la primera hora del filme se concentra en los crímenes que el grupo liderado por Gabi puede realizar y salirse con la suya. Esto coloca el peso del salvajismo en estos turistas blancos, lo que en apariencia subvierte lo advertido casi al inicio (los salvajes son ellos).

La cobardía hace su aparición en el personaje interpretado por Skarsgård, un novelista fracasado que no puede escribir su segundo libro, en apariencia debido a su falta de dignidad al ser mantenido por su esposa millonaria. El lazo con Gabi y su círculo de hedonistas parece acercarlo a ese ideal platónico de la hombría: ningún insulto es tolerado, ninguna limitante al comportamiento obedecida (la actuación de Skarsgård es una de las pocas cosas rescatables de Infinity Pool, que consolida mi noción de que es un intérprete capaz y una presencia magnética que no ha tenido buenas películas). No obstante, los excesos del grupo pronto cruzan la raya de violencia disfrutable para James cuando este es obligado a confrontar su cobardía primordial, sección que podría haber sido un ritual, pero que en cambio parece una caricatura por la cruel sobreactuación de Goth y la burda metáfora con la que James es enfrentado.

Infinity Pool no tiene mucho que decir, pues ya sabemos que los estadounidenses tienden a hacer lo que quieren cuando visitan nuestros países en desarrollo. En este sentido, sus ideas son inmaduras y poco novedosas para un director que parecía ser promesa como Cronenberg. Aun así, lo que resulta verdaderamente imperdonable es la pobreza de su realización. Carente de idea visuales que no giren en torno a los colores saturados y los montajes psicodélicos, el cineasta ha realizado una película sin personalidad. No hay un solo plano en el filme que dé cuenta de una sensibilidad particular ni de un sentido unificado de lo estético. El joven Cronenberg quiere establecerse como un amo del shock, pero se queda en las ocurrencias.

Si no es un primer plano de un rostro o de una herida sangrante, Cronenberg se conforma con presentar planos desabridos que poco hacen para estimular la imaginación del espectador, mucho menos para ilustrar el contradictorio paraíso e infierno terrenal de Li Tolqa. ¡Este es un medio visual, Brandon, tienes que darnos algo!

Más allá de los vehículos de aspecto soviético y el resort agringado de Pa Qlqa, el diseño de producción parece inexistente. Las máscaras que utilizan los turistas criminales parecen como si hubieran sido rechazadas por la banda de metal Slipknot, grotescas, pero poco interesantes, más bien trilladas. Cronenberg intenta una y otra vez establecer su sello autoral a través de secuencias psicodélicas de rápidos cortes que bien podrían inducir un ataque epiléptico, coloreadas por rojos o azules profundos, pero el recurso es utilizado tantas veces que se convierte en un objeto risible. ¿El personaje inhala alucinógenos? Allí va una escena de un minuto con 100 cortes. ¿El personaje se desmayó? Ahí viene un montaje. ¿El personaje tiene relaciones sexuales? Lo adivinaste, otra secuencia alucinógena. La repetición, la monotonía, lo plano de la acción y las ideas poco originales no cumplen la promesa con la que Infinity Pool se nos vendió. No es una aventura psicosexual ni una obra de arte desquiciada y vanguardista. No es sensual por más falos y orgías que presente a cuadro. Es sangrienta, cierto, pero ante todo, es aburrida.

Más que una consolidación, Infinity Pool revela la pobre imaginación del que se suponía era el siguiente gran autor. A ratos me queda la impresión de que Cronenberg se ha propuesto ser el próximo Nicolas Winding Refn, queriendo imitar su estilo poético-barbárico de atmósferas pesadas y ultraviolencia estilizada, pero en cambio se revela como un director desprolijo, indolente y que se tiene a sí mismo en muy alta estima. En fin.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Palomita de maíz participa en el Programa de Afiliados de Amazon, diseñado para que el sitio gane comisiones a través de enlaces con Amazon. Esto significa que cuando compren alguna película, serie de televisión o libro en Amazon a través de los enlaces establecidos en el sitio, Palomita recibirá un porcentaje del precio ese producto.