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How To Blow Up a Pipeline (TIFF 2022): el futuro es ahora

Escrito el 18 septiembre, 2022 @bmo985

Sección: Platform.

Dirección: Daniel Goldhaber.

Guion: Ariela Barer, Jordan Sjol, Daniel Goldhaber.

País: Estados Unidos.

Elenco: Ariela Barer, Kristine Froseth, Lukas Gage, Forrest Goodluck, Sasha Lane, Jayme Lawson, Marcus Scribner, Jake Weary.

Palomómetro:

Más información de la película: https://tiff.net/events/how-to-blow-up-a-pipeline

How to Blow Up a Pipeline. Dir. Daniel Goldhaber. 2022.

El rostro indignado de Greta Thunberg mientras pronunciaba su famoso discurso ante la Cumbre de acción climática de la Organización de las Naciones Unidas en 2019 resuenan a lo largo de los más de 90 minutos que conforman How To Blow Up a Pipeline, la segunda película como director de Daniel Goldhaber (Cam, 2018). La falta de acción de los líderes mundiales, la continua subestimación de las consecuencias del cambio climático y la feliz ignorancia del público en general alimentan la rabia de sus protagonistas, un grupo de personas que han decidido, a través del sabotaje, tomar en sus manos la lucha en contra de los responsables del futuro desastre global.

Xochitl (Ariela Barer) convoca a un equipo de jóvenes que, al igual que ella, están comprometidos a hacer todo lo que esté en su poder en esta lucha: Theo (Sasha Lane), diagnosticada con leucemia terminal, y su novia Alisha (Jayme Lawson); Michael (Forrest Goodluck), harto de ver la explotación de gas de esquisto (fracking) en las tierras adyacentes a su reservación indígena; Shawn (Marcus Scribner), estudiante universitario radicalizado junto a Xochitl; Logan (Lukas Gage) y Rowan (Kristin Froseth), una pareja de punks sin hogar; y Dwayne (Jake Weary), un terrateniente cuyas tierras texanas fueron expropiadas para permitir el paso de un oleoducto. Todos se dirigen al desierto texano para llevar a cabo el ambicioso plan delineado por Xochitl y Shawn: hacer estallar un oleoducto.

Barer, también coescritora del guion, lidera a este elenco con la determinación y ferocidad de una líder revolucionaria. En su mirada puede leerse la serenidad de alguien que, a pesar de planear y ejecutar actos violentos de sabotaje, sabe que tiene la razón de su lado. La convicción en sus ojos le otorga una fuerza primordial al filme, pues abreva de la misma indignación que Thunberg asomaba en su famoso discurso consagrado por el reclamo “¿¡Cómo se atreven!?”. Tratándose esta de una heist movie (género cinematográfico que requiere delicadeza, sofisticación y algo de magia como lo demuestran Ocean’s Eleven o Heat), el personaje de Barer representa la fuerza que impulsa a los demás y los arrastra hacia su objetivo criminal.

Como lo requiere un filme del género, How To Blow Up a Pipeline derrocha estilo de la mano de Goldhaber y su directora de fotografía Tehillah De Castro, pues el aspecto de sus imágenes se caracteriza por la textura del celuloide, otorgándole una cualidad nostálgica a la película. Aunado con el diseño de vestuario de Eunice Jera Lee y el diseño de producción de Adri Siriwatt, la película es un deleite visual, tanto por el diseño de sus personajes – marginales dejados fuera del sueño americano – como por los escenarios que habitan, grises pueblos dominados por plantas químicas que envenenan el agua de lluvia.

La puesta en escena es atractiva pero no artificiosa, estilística, pero atada a la realidad. Un balance peliagudo. En este entorno, se nos invitar a concluir que la destrucción de la maquinaria e infraestructura es casi un acto de defensa propia.

Seductores, fascinantes, que invitan a imitarse es la mejor forma de describir los diez minutos iniciales, en los que una breve introducción de la intensidad activista de Xochitl conduce de inmediato a la reunión en el desierto texano de los saboteadores que se disponen, como el título lo dice, a hacer volar por los aires un oleoducto. En esta secuencia inicial se ausentan los colores apagados y la pesadez naturalista del thriller contemporáneo, pues Goldhaber, De Castro y el editor Daniel Garber hacen que todo en ella sea movimiento, imágenes vistosas y miradas aquiescentes de complicidad.

En estos momentos, la película tiende lazos temporales en forma de flashbacks hacia las historias y motivaciones de cada uno de los personajes. Este apartado, sin duda el mejor de la película, hace pensar en el tipo de cine iconoclasta como Pulp Fiction (Quentin Tarantino, 1994) o The Warriors (Walter Hill, 1979) que se convirtieron en referentes generacionales. No es el objetivo de la crítica de cine vaticinar si tal o cual obra alcanzará el estatus “de culto”, pero es posible reconocer que los elementos para esta designación se encuentran aquí.

Además de su fuerte elenco y su prolijo guion, How To Blow Up a Pipeline tiene a su favor la urgencia política de su mensaje referente al cambio climático y el tipo de soluciones drásticas que requiere, soluciones que no parecen cercanas por las vías institucionales. Esta línea es difícil de recorrer porque siempre existe el riesgo de que el mensaje político consuma a la obra, que la avasalle y que de forma condescendiente intente implantar una idea en su audiencia como si se tratara de Leonardo DiCaprio en El origen (Christopher Nolan, 2010), una intencionalidad didáctica que a este reseñador le parece insufrible.

Goldhaber no busca educar ni despertar conciencias, sino provocar, y, como tal, esta película es un ejercicio de seducción lo suficientemente cool, disfrazado de thriller criminal, que aborda los temas más acuciantes de la actualidad para la población que ingresa a su segunda década de vida (la llamada generación Z) que atisba al futuro y no puede encontrar la esperanza necesaria para la vida.

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