Heartstopper (temporada 2): reconfortante regreso a la angustia queer adolescente
Disponible en:
Dirección: Euros Lyn.
Guion: Alice Oseman, basado en la novela del mismo nombre.
Elenco: Joe Locke, Kit Connor, William Gao, Yasmin Finney, Corinna Brown, Kizzy Edgell, Tobie Donovan, Sebastian Croft, Olivia Colman, Jenny Walser, Rhea Norwood, Fisayo Akinade, Jack Barton, Leila Khan, Nima Taleghani.
País: Reino Unido.
Duración: 8 episodios de 30 minutos cada uno.
Palomómetro:
Más información de la serie: https://www.imdb.com/title/tt10638036/

Después de la renovación milagrosa por dos temporadas más de la aclamada serie de Netflix, la espera por los nuevos episodios de Heartstopper ha terminado. La segunda temporada es triunfal, dinámica y compleja, explorando nuevos territorios en la vivencia queer adolescente de Nick, Charlie y sus amigos.
La magia que la escritora Alice Oseman y el director Euros Lyn impregnan en Heartstopper yace en que balancea entre ser amena y honesta, entre la luz y la oscuridad relacionada con ser adolescente en tiempos presentes con miedos a los cambios que se avecinan, y ser LGBTQ+ en sociedades que se presentan como progresistas, pero resguardan prejuicios y recelos relacionados con la orientación sexual e identidad de género no normativa.
Heartstopper en todo momento se cuida de no ser empalagosa ni falsamente optimista, y aunque la ternura apremia en cada capítulo, las sombras de los personajes y sus inquietudes individuales y/o grupales amenazan con abrumar el ambiente de confort. La segunda temporada le permite a Oseman desapegarse ligeramente de sus novelas y adentrarse en detalle en las vidas de personajes secundarios.
La temporada inicia en un idilio, justo donde terminó la primera, con Nick (Kit Connor) y Charlie (Joe Locke) siendo novios, escribiéndose a diario por Instagram y dándose muestras de afecto a escondidas en la secundaria. Sin embargo, de inmediato se avecina el conflicto principal que agobiará a la pareja durante la temporada: la salida del clóset de Nick. El desarrollo de este personaje permite comprender que descubrir la propia orientación sexual es solo el primer paso de interminables confesiones que se siente que se deben dar a terceros.
Nick se presiona constantemente por contar a todos que es bisexual y que tiene una relación con Charlie, ya que solo su madre (Olivia Colman) y el grupo de amigos de Charlie lo saben. No obstante, descubre que verbalizar la propia sexualidad es incómodo en los primeros momentos en los que la está asumiendo, y cada derroche de entusiasmo y seguridad por abrirse ante el mundo se esfuma una vez que se pone frente a alguien. La serie también muestra la desagradable experiencia de que otros se apropien de su sexualidad. Esto resulta tristemente irónico sabiendo que Kit Connor lidió con lo mismo en la vida real, saliendo del clóset por la presión de fanáticos de la serie.
Con un viaje escolar a París de por medio, Nick y Charlie navegan por una tribulación común de parejas del mismo sexo: cuando uno de los miembros no ha salido del clóset, son llamados “amigos” por otras personas, y se mantiene distancia para evitar las sospechas de la relación. Oseman es una gran escritora, transmitiendo de manera discreta que Nick y Charlie se dicen mentiras para hacer sentir bien al otro, resguardando deseos personales que pueden percibirse como egoístas.
Precisamente, una de las mejores lecciones de esta temporada es retratar la belleza de “ser egoísta”. Los personajes sienten y quieren cambiar cosas de sus relaciones que se guardan para sí mismos por temor a sentirse egoístas. Ya sea el querer que su pareja sea abierta con su sexualidad y que el mundo entero sepa que son novios, o querer que se cuenten problemas personales.

La inalienable honestidad y empatía con la que Oseman escribe a sus personajes los hace fáciles de entender, incluso admirar la manera madura con la que se las ingenian para hablar y resolver sus conflictos a través del diálogo. Heartstopper continúa destacando entre un tumulto de producciones adolescentes vacías y grotescas que dan foco al sensacionalismo, la sexualización y las relaciones problemáticas adornadas como románticas. Aquí, la experiencia adolescente se siente realista, presentada sin escapismo ni alardes, enfocándose en la preocupación por lo académico, las peleas con los padres, las complicaciones en los grupos de amigos y el miedo de pensar en la universidad.
Aunque el corazón de la serie es la relación entre Nick y Charlie, el resto del elenco aporta temas variados y gratificantes. Tao (William Gao) y Elle (Yasmin Finney) intentan pasar de la amistad al noviazgo con toda la torpeza e incomodidad que esto representa. Tara (Corinna Brown) y Darcy (Kizzy Edgell) continúan su relación aparentemente perfecta, pero Darcy guarda secretos familiares que ponen cada vez en cuestionamiento qué tanta confianza tiene en su novia., Isaac (Tobie Donovan), el silencioso lector del grupo de amigos, tiene su historia de autodescubrimiento, planteándose la posibilidad de ser asexual o aromántico. La enérgica Imogen (Rhea Norwood) busca un nuevo romance en lugares equivocados luego de ser rechazada por Nick en la temporada anterior, y la toxicidad de Ben (Sebastian Croft), el “ex” de Charlie, se mantiene en vigilia, sin volverlo un villano caricaturesco.
Esta temporada también da un peso importante a la familia de los adolescentes en comparación con la anterior. Los hogares resguardan resentimientos, problemas de comunicación y traumas que afectan las relaciones de los chicos con sus padres y hermanos. A través de una subtrama que involucra a dos profesores de la escuela (Fisayo Akinade y Nima Taleghan), se presenta un contraste generacional que reflexiona en la manera en que los millennials y las generaciones anteriores no tuvimos casi representación positiva queer en series y películas, y lo afortunados que son los jóvenes LGBTQ+ de la generación Z de poder ver historias optimistas y esperanzadoras y tener más posibilidades de vivir acordes a su identidad.
La banda sonora de esta temporada es encantadora y precisa para fusionarse con la emoción de las escenas y la fotografía de Simona Susnea crea composiciones armónicas y estéticas en todos los escenarios, sea en la torre Eiffel, un cine o el cuarto de los personajes. El ritmo de la temporada, sin embargo, es irregular. Por momentos no se siente fluido, estableciendo de manera dispersa los acontecimientos a través de ocho episodios insuficientes. Resulta difícil darle protagonismo suficiente al reparto en tan poco tiempo, y en gran medida, la serie parece que transcurre o demasiado lento o muy apresurada.
Llegando al final, la temporada da paso la oscuridad e incertidumbre necesaria para contrastar con los colores pastel y simpatía recurrente. Se abren temas como los trastornos alimenticios, las autolesiones y los hogares disfuncionales con prudencia y serenidad, dando a entender una transición a una tercera temporada que será más madura y sombría en términos de escritura.
Con un elenco fantástico por su carisma y naturalismo, Heartstopper continúa brillando como una luz de esperanza en el panorama de representación queer mainstream. Es gratificante ver jóvenes LGBTQ+ afrontar las complicaciones naturales de la vida, con intereses mundanos, sin caer en la victimización ni la glorificación. La serie busca una identificación natural sobre la belleza de dejarse amar por otros y amar la identidad propia.
En tiempos terroríficos para las personas queer, en los que el conservadurismo y la ultraderecha política se asoman con discursos de odio transfóbicos y homofóbicos, la serie crea esperanza en encontrar paz en una comunidad, sin negar la angustiante tormenta de odio que hay afuera.

Psicólogo desde 2018, cinéfilo de toda la vida. Se graduó en 2018 en Maracaibo, Venezuela. Tiene 24 años. Apasionado por el cine independiente y los documentales. Entre sus cineastas favoritos se encuentran Richard Linklater, Ken Loach, Kelly Reichardt, Michael Haneke y Céline Sciamma, los cuáles aprecia por su sinceridad y humanismo al entender a las personas con sus complejidades.
La película Boyhood (2014) le hizo darse cuenta de la capacidad de belleza que tiene el cine, aunque su fascinación por escribir y leer historias que le transporten a otros lugares viene desde su infancia. Le gustaría conocer cine de todas partes del mundo y especializarse en psicología clínica infantil, y quizá, algún día, escribir un guion inspirándose en sus ídolos del séptimo arte.