Háblame: reinvención de la ouija para una generación traumatizada
Dirección: Danny Philippou, Michael Philippou.
Guion: Danny Philippou, Bill Hinzman.
Elenco: Sophie Wilde, Alexandra Jensen, Joe Bird, Otis Dhanji, Miranda Otto, Zoe Terakes, Chris Alosio, Marcus Johnson, Alexandria Steffensen, Ari McCarthy, Sunny Johnson.
País: Australia.
Palomómetro:
Más información de la película: https://www.imdb.com/title/tt10638522/

Históricamente, los humanos han sentido fascinación por la muerte y el concepto del “más allá”. Desde rituales de antaño estudiados por la antropología hasta la modernidad tecnológica, muchas personas harían lo que fuera por comunicarse con un ser querido fallecido o por simplemente vivir una pasajera dosis de adrenalina espectral.
La famosa, o infame, tabla ouija fue todo un parteaguas en el mundo del espiritismo y la comunicación con los muertos. Escépticos o no, es innegable que la devoción que ha girado en torno a este críptico tablero con números y letras grabadas marcó a una generación de jóvenes, y no tan jóvenes, que encontraban transgresión en “jugar” a invocar y hablar con espíritus.
La historia se ha contado una y otra vez en el cine de terror, pero la repetición no necesariamente resta efectividad. Desde el cine mudo con The Bat Whispers (Roland West, 1930), piezas de época espeluznantes como The Uninvited (Lewis Allen, 1944), clásicos del terror como The Exorcist (William Friedkin, 1973) hasta el puñado de películas modernas, unas mejores que otras, representan el mal que atormenta a los personajes a raíz del uso de la ouija.
En Háblame, el largometraje debut de los hermanos Danny y Michael Philippou, se toma el clásico concepto de la tabla ouija y una juventud jocosa y despreocupada, y la reinventa a tiempos modernos para una generación devota de las redes sociales y el nihilismo. Aquí, los Philippou reemplazan el primitivo tablero por una mano embalsamada que se dice perteneció a una vidente.
En un suburbio acomodado de Australia, la adolescente Mia (Sophie Wilde) lidia con la muerte de su madre desde hace dos años. Las pesadillas la atormentan con secuencias en las que encuentran el cuerpo de su madre bloqueando la puerta del dormitorio. Como muchos adolescentes, Mia no se lleva bien con su padre, sumado al hecho que el duelo los ha alejado mutuamente en un dolor ensimismado.
Los pocos escapismos que consigue Mia son con su mejor amiga Jade (Alexandra Jensen) y el hermano menor de esta, Ryley (Joe Bird). Al reunirse con otros chicos de su edad, la mano entra en escena. Al estrechar la mano, la persona debe decir “háblame”. Es entonces cuando podrá ver a un difunto aleatorio, y si decide “dejarle entrar”, el espíritu en cuestión tomará posesión del cuerpo de la persona durante 90 segundos. El ritual se repite unas cuantas veces durante el metraje, pero nunca se hace repetitivo.
Conforme la historia se desarrolla, surge una pregunta: ¿qué pasaría si transcurre más tiempo del debido en este macabro juego de posesión? La respuesta llega más temprano que tarde, desatando un espiral visceral de horror y crueldad en el grupo de amigos al borde de sus capacidades inmaduras para resolver conflictos. Háblame observa a Mia como una protagonista arquetípica del género de terror, atormentada por su propio historial traumático y determinada a encontrar solución, o, por el contrario, hundirse más, de los problemas paranormales en los que se ha metido.

El elemento más destacable de Háblame es su frescura. La capacidad de los directores de hacer sentir un relato tan clásico como algo nuevo es notoria. Los Philippou son unos millennials fanáticos del cine de terror y lo han demostrado desde sus orígenes como YouTubers en el canal RackaRacka y participando en el equipo técnico de The Babadook (Jennifer Kent, 2014). Los hermanos tienen un mar de creatividad en sus mentes y múltiples referencias que proponer en su concepción de cine. En Háblame hay una representación resonante de la generación Z tan compasiva como cínicamente honesta. Aunque los actos de los personajes son despreocupados e imprudentes, acompañamos con empatía la crisis que atraviesan.
Un ejemplo claro de esto es la tendencia del grupo a filmar con flash los encuentros espirituales, como si de un desafío de TikTok se tratase. Con la enérgica banda sonora de Cornel Wilczek de fondo, los chicos gritan, lloran y se tiran al suelo mientras son poseídos por un espíritu variopinto, puede ser un niño o un asesino ejecutado. Los demás ríen y hacen chistes porque no se lo toman en serio, para ellos solo es una experiencia de entretenimiento fugaz, hasta que es demasiado tarde para arrepentirse.
La película ofrece discretos comentarios que cavan con efectividad por su resistencia a lo discursivo y al sentimentalismo. El más obvio de ellos es la similitud entre el juego de la mítica mano y una droga. Los ojos negros, la pérdida de consciencia y la sensación física y mentalmente estimulante que deja la experiencia son la clave del disfrute y la atracción por hacerlo una y otra vez. Hay dependencia y tolerancia; cada vez necesitan un “viaje” más largo e intenso.
Háblame deslumbra también por su ejercicio miserable del trauma adolescente. Aplicando efectivamente el terror del duelo y la angustia por comunicarse con alguien emocionalmente importante, la historia resulta desgarradora. Es fácil empatizar con Mia, interpretada con excelencia por Sophie Wilde, y sus erráticas decisiones manejadas por heridas emocionales. El desconcierto por la muerte de su madre la atormenta. El dolor la lleva a buscar respuestas desesperadas y a apegarse en los escapes equivocados. Con una atmósfera opresiva, la película plantea el trauma relacionado con la muerte y las enfermedades mentales que atormentan a la juventud contemporánea como un espiral de destrucción. Mia es una protagonista perfecta porque es simbólica del abandono y desprotección de los jóvenes del siglo XXI, a merced de su propia impulsividad y estupidez.
Los efectos prácticos son fastuosos y la fotografía de Aaron McLisky resulta críptica y deslumbrante, creando escenarios angustiantes, sobre todo durante el tercer acto. Con un reparto que triunfa por su espontaneidad y conocimiento para adaptarse a los arquetipos del género, es innegable que Háblame es escabrosa, ofreciendo secuencias chocantes que llevan a los escenarios más dantescos y reprimidos de sus personajes.
La película es una reflexión amarga y melancólica del trauma que no escatima en violencia y shock. Se trata de un drama imponente que exprime los recursos del género para crear un horror profundo sobre el inagotable baile entre los seres humanos y el morbo paranormal.

Psicólogo desde 2018, cinéfilo de toda la vida. Se graduó en 2018 en Maracaibo, Venezuela. Tiene 24 años. Apasionado por el cine independiente y los documentales. Entre sus cineastas favoritos se encuentran Richard Linklater, Ken Loach, Kelly Reichardt, Michael Haneke y Céline Sciamma, los cuáles aprecia por su sinceridad y humanismo al entender a las personas con sus complejidades.
La película Boyhood (2014) le hizo darse cuenta de la capacidad de belleza que tiene el cine, aunque su fascinación por escribir y leer historias que le transporten a otros lugares viene desde su infancia. Le gustaría conocer cine de todas partes del mundo y especializarse en psicología clínica infantil, y quizá, algún día, escribir un guion inspirándose en sus ídolos del séptimo arte.