George & Tammy: no siempre el amor es lo más fuerte
Disponible en: Showtime.
Dirección: John Hillcoat.
Guion: Abe Sylvia, Sheri Holman, Bryan Goluboff, Becky Mode, Lindsey Villarreal.
Elenco: Jessica Chastain, Michael Shannon, Steve Zahn, Tim Blake Nelson, Katy Mixon, David Wilson Barnes.
País: Estados Unidos.
Duración: 6 episodios de 48 minutos cada uno.
Palomómetro:
Más información de la serie: https://www.imdb.com/title/tt5545398/

¿Cómo se explica una historia de amor? Esta es la primera pregunta que surge tras ver George & Tammy. O mejor dicho, ¿cómo se explica esta historia de amor? Devoción y tragedia, pero no amor hasta la muerte. Es que limitar el amor al romanticismo es quitarle profundidad, pero llevarlo al extremo de lo violento lo reduce a un cruel estereotipo. Cierto es que George & Tammy es una experiencia cuasi sensorial, donde el espectador tiene que desprenderse de ciertos perjuicios y obligarse a ponerse en el punto medio de una pareja tan tóxica como efervescente. La miniserie invita a eso, a que uno sea testigo de cómo funciona el amor, y que, por más apasionado que sea, no siempre es lo suficientemente fuerte como para combatir los demonios de los seres humanos.
En el transcurso de seis episodios se cuenta el tórrido romance entre el barón del country, George Jones (Michael Shannon) y su compañera artística, Tammy Wynette (Jessica Chastain), desde que se conocen en los ‘60 hasta el repentino deceso de Wynette en 1995. Pese a que la aventura de estos músicos parezca, a priori, ser de interés solo para un público estadounidense específico, su dimensión dramática es capaz de anteponerse a lo verídico. Lo principal no es el nombre de los protagonistas, sino la lucha por mantener viva una llama tan incandescente como peligrosa. En definitiva, George & Tammy es el trágico retrato de un amor incomprendido, nacido en medio de reflectores que no hacían más que encandilar a sus protagonistas.
La historia se desarrolla de manera lineal en cuanto a cronología, sin grandes sorpresas, sin idas y vueltas innecesarias. Básica y elemental, pero no por eso menos destacable. En sí, guion y dirección saben que no son las estrellas, por lo que se amoldan a esto y trabajan en la manera en que equilibran a los dos monstruos que tienen en escena (Wynette y Jones primero, Chastain y Shannon después). Se tocan todos los puntos que se necesitan conocer de un cuento cuyo final se conoce de antemano y que, aun así, carece de relevancia. Se siente como un final a medias, arrebatado, como si le faltaran hojas a un libro viejo.
Entre las curiosidades del relato está la manera en que se dibuja a los protagonistas, casi como víctimas de su propio destino. Tammy es presentada como una mujer con una veta artística tan grande que le permitía sobreponerse ante cualquier adversidad. Era soñadora, de esa gente que no se resigna con el lugar que la sociedad le ha asignado por su género y que está dispuesta a seguir su instinto, pese a que no siempre la lleve a los lugares correctos. Había algo cautivador en ella, una energía tan avasallante que iba más allá de su talento. Luego está George, el típico galán country que tenía a cualquiera a sus pies. Curiosamente, no es mostrado unidimensionalmente, un poco por el arte de su intérprete y otro tanto por el guion. Equilibrio de fuerzas que mutuamente anulan la presión. Los personajes están estructurados de la misma manera, con sus bondades, sus virtudes y sus demonios, de forma que al final terminan siendo más fuertes que su unión.

Shannon y Chastain se vuelven a juntar poco más de una década después de Take Shelter (Jeff Nichols, 2011), conformando una dupla que se complementa. Aún sin saber nada de Jones y Wynette, la pasión con la que encaran sus roles denota que los actores interpretan a los personajes sin caer en una burda imitación. Biopics musicales hay muchos, y es claro que la vida de estos artistas es tan complicada que cualquier actor que acepte un desafío así tiene todas las de salir provechoso. Sin embargo, Shannon y Chastain buscan primero la dimensión humana para luego conectarla con la producción musical, jamás viceversa. El resultado es un digno homenaje al proceso y la pareja, pero no a las estrellas.
Chastain, Jessica Chastain, ¿por qué nos haces esto? El trabajo de la laureada actriz merece un capítulo aparte con esa obsesión cuasi paradójica por interpretar mujeres famosas que eran conocidas, tal y como Tammy Faye. El follow back del rol que le valió su Óscar de mejor actriz deja un sabor un tanto agridulce, no porque esté mal, sino porque resulta irónico. En The Eyes of Tammy Faye, la actriz tuvo que someterse a arduas sesiones de maquillaje para caracterizarla como la excéntrica tele evangelista, mientras que en George & Tammy una peluca rubia y un precario delineado bastaron para que se pusiera en la piel de la primera dama de la música country. Chastain se prueba a sí misma lo fabulosa intérprete que es cuando una cámara le hace un primer plano. Puede cantar bien, pero la belleza de su interpretación no radica en su histrionismo, sino en su expresividad, la cual le permite dotar su trabajo de una notable subjetividad. Chastain continúa probando que su fugaz ascenso a principios de la década de 2010 no fue pura suerte, porque su talento sigue allí, pese a que los trabajos no siempre estén a su altura.
Probablemente George & Tammy no sea una serie lo suficientemente seductora como para pervivir en el recuerdo, pero no por ello se trata de material descartable. La miniserie es buena y vale la pena darle una oportunidad, aunque sea para matar el aburrimiento. Cierto es que, esa fuerza que le faltó al amor de Wynette y Jones para traspasar sus demonios, es la misma que le faltó a Showtime para volver esta apuesta en un monstruo.
Uno espera histrionismo, magia y algún tinte de escándalo como es propio del mundo del espectáculo. Aquí lo hay, pero no son la esencia, tal vez porque ese es el resultado de evitar alegorías que faltan a la verdad. A veces es necesario probar esto, apelar más al respeto y a preservar la memoria, aun cuando se geste un producto que no sea tan atractivo. La mayor lección que queda es que, para contar historias reales, no hay que montar un circo, sino confiar en la verdad.

Made in Uruguay, a Valentina el corazón le pertenece a sus raíces eslavas como las que retratan Pawlikowski en Cold War y Kusturica en When Father Was Away on Business. Firme defensora del Óscar de Faye Dunaway por Network, fanática del Almodóvar de Tacones Lejanos y fundamentalista de Vanessa Kirby. Cuenta los días para que The Academy salde su cuenta pendiente con Bradley Cooper. Ah, y para entretenerse, un cartón dice que es internacionalista.