Costa Brava, Lebanon: la familia, el Estado y la basura
Disponible en: cines estadounidenses.
Dirección: Mounia Akl.
Guion: Mounia Akl, Clara Roquet.
Países: Líbano, Francia.
Elenco: Nadine Labaki, Yumna Marwan, Saleh Bakri, Nadia Chancel, Lila Chacar Khoury, Geana Restom, Ceana Restom.
Palomómetro:
Más información de la película: https://www.imdb.com/title/tt9860858/

Una existencia idílica en apariencia es la que vive la familia Badri en las montañas del Líbano, la cual es puesta en crisis por la decisión apresurada del gobierno corrupto para construir un basurero en el valle que comienza a unos metros de su casa. Pronto, las hortalizas de frutas, los sembradíos de hierbas aromáticas y la piscina con vistas al hermoso horizonte se ven avasallados por la concurrencia de hombres trabajando a cielo abierto, las maquinarias ruidosas y la basura que rápidamente se desborda hacia su casa.
Costa Brava, Lebanon, el debut como directora de la libanesa Mounia Akl, nos coloca en el centro de dos crisis paralelas: la de la basura en 2015, cuando el cierre de un relleno sanitario dejó al gobierno sin un lugar al cual llevar los desperdicios de la nación, por lo cual las calles se convirtieron en el único lugar donde quemarla o dejarla tirada, y la de la familia Badri, precipitada por aquella.
Esta es integrada por el padre, Walid (Saleh Bakri), un periodista cuyo pasado de ideales y protestas fue puesto de lado en favor de una vida familiar autosuficiente en las montañas, y cuya presencia eclipsa la de cualquier otro miembro de la familia con su ceño fruncido, su disciplinada labor agrícola y desconfianza de todo elemento externo a su familia. Souraya (Nadine Labaki) es la madre cuya añoranza de su vida anterior, de poesía, música y resistencia callejera, la lleva a cuestionar las elecciones que su marido hizo en su nombre y en el de sus hijas. Tala (Nadie Charbel) es una adolescente a punto de entrar a la adultez cuya curiosidad insaciable es alimentada por la súbita llegada del internet (otrora prohibido por su padre), las revistas que encuentra en la basura y los cuadernos de poesía antaño olvidados de su madre, a la vez que el contacto con el otro género despierta su sexualidad. Rim (interpretada por las gemelas Geana y Ceana Restom, ambas revelaciones) es la niña menor del matrimonio Badri que heredó el gusto por las manualidades de su padre y quien a menudo parece ser el personaje más centrado de la cinta. Por último, la madre de Walid, Zeina (Lilane Chacar Khoury), es una mujer que está cansada de la rigidez de su hijo y quien ya no entiende la necesidad de aquel por continuar una vida de ascetismo y exilio.
Su rústica finca, trabajada con sangre y sudor a lo largo de 10 años, acaba de ser expropiada por el gobierno nacional en un arrebato de siniestra genialidad autocrática que demuestra que, como latinoamericanos, estamos hermanados con los pueblos regidos por gobiernos ineptos que se ensañan con el individuo, pero que no pueden hacer frente a los problemas que aquejan a la gente. La cinta satiriza a la disfuncional democracia libanesa, comenzando con el plano de una estatua del presidente ficticio mientras es transportada desde Beirut hasta el relleno sanitario donde adornará el paisaje, como reinando sobre la basura, una metáfora poco sutil, pero efectiva (estoy seguro de que hay más de un hospital que nunca se terminó de construir y que llevaba el nombre de algún corrupto gobernador mexicano).

Aunque la mayor parte de la atención está puesta en el drama familiar, Akl dice algo respecto al terrible estado de la gobernanza en su país natal, sumido en una disfunción endémica que llevó a la contaminación generalizada de Beirut desde 2015, el colapso financiero de 2019 y la negligencia que culminó en la explosión de materiales químicos abandonados en una bodega en el puerto de aquella ciudad. Es a contraluz del fracaso espectacular e intrusivo de este régimen que se desenvuelve la crisis de la familia Badri.
Lo que parecía una existencia paradisiaca lentamente se va desmoronando conforme pasan los minutos. La armonía da lugar al desorden, el amor a los celos, el conformismo como sinónimo de unidad familiar da pie a la rebeldía que reafirma la búsqueda de la felicidad individual como una necesidad primaria. La directora primeriza hace un acto de balance entre la sátira velada y la denuncia social y el descontento, tomándose su tiempo para filmar el creciente caos del clan Badri y los niveles cambiantes de contaminación visual y metafórica que infectan de forma irremediable su refugio.
Aunque filmadas en momentos distintos, Costa Brava, Lebanon se coloca a lado de 1982: el año que cambió al Líbano del también director debutante Oualid Mouaness como películas que denotan la sensación de indefensión de la población civil ante la incapacidad del gobierno para salvaguardar el bienestar de sus ciudadanos. Asimismo, ambas se toman su tiempo para construir el suspenso de su trama, la cual está aderezada con ciertos toques de realismo mágico que no hacen más que soslayar su deseo de salir del atolladero nacional (además de contar con la fabulosa Nadine Labaki en papeles protagónicos). Otra comparación puede hacerse también con el filme estrenado en Sundance, La vaca que cantó una canción hacia el futuro (Francisca Alegría, 2022), en donde el colapso ecológico de un río provoca la ruina de una familia que es dueña de una granja lechera, comparando la explotación de los recursos animales y naturales con el envenenamiento de las relaciones filiales.
En suma, Costa Brava, Lebanon es un filme que teje hábilmente el conflicto en distintos niveles: el macroscópico de una nación en zozobra por la incapacidad y corrupción del gobierno, y el micro de una familia cuyos paradigmas de convivencia son arrojados al fuego debido a la irrupción del mundo real. De esta forma, Akl parece adivinar una salida de la apatía y el mal gobierno, descubriendo en esta familia una necesidad por entablar una conversación con el exterior, es decir, con la sociedad, con el ámbito político, y con el otro.
Por momentos la fuerza del elenco hace que la película funcione por sí sola, como por inercia dramática, extrañándose una mano más firme en la silla directoral. Algunos planos hacen ver el talento de Akl para el cine, como aquel que hace un zoom por encima de la piscina, al igual que el plano fijo que abre el filme. Siendo su debut en largometrajes, Costa Brava, Lebanon resulta un buen augurio para el futuro del cine libanés.

J. Alejandro Becerra es un cinéfilo de opiniones controvertidas. Fundamentalista de Scorsese, se decanta por el cine hollywoodense, pero se empeña por descubrir películas de alrededor del mundo. Aunque estudió Historia en la universidad, le encantaría dedicarse a escribir sobre cine de tiempo completo. No se pierde los Óscares aunque le diga a todos que los odia. Entre sus películas favoritas están Rebecca, Carol, Cléo de 5 à 7, Casino y The Tree of Life. No lo admitirá, pero llora cada vez que mira el final de Porco Rosso. Es un ferviente fanático de Jessica Chastain y Oscar Isaac, y cuenta los días para verlos ganar sus Óscares. Actualmente se dedica a discutir en Twitter con extraños y a aprender sobre marketing digital.