After Yang (Sundance 2022): lo humano de la ciencia
Sección: Spotlight.
Dirección: Kogonada.
Guion: Kogonada.
País: Estados Unidos.
Elenco: Colin Farrell, Jodie Turner-Smith, Justin H. Min, Malea Emma Tjandrawidjaja, Sarita Choudhury, Clifton Colling Jr. y Haley Lu Richardson.
Palomómetro:
Más información de la película: https://www.imdb.com/title/tt8633464/

¿Qué nos hace humanos? ¿Es nuestro anhelo de amar y ser amados? After Yang, segundo largometraje del director surcoreano Kogonada (Columbus, estrenada en Sundance 2017), es animado por estas cuestiones. Basada en el cuento “Saying Goodbye to Yang” de Alexander Weinstein, la cinta está dotada de una intoxicante melancolía nostálgica.
Cuando Yang, el techno-sapiens cultural de la familia conformada por Jake (Colin Farrell), Kyra (Jodie Turner-Smith) y Mika (Malea Emma Tjandrawidjaja) deja de funcionar por alguna razón, la crisis se apodera de su hogar. Comprado en una tienda de segunda mano, Yang estaba destinado a hacer que Mika, la hija adoptiva de Jake y Kyra, aprendiera sobre su herencia cultural china. En muchos sentidos un hermano mayor y una presencia agradable en la casa, su súbita ausencia y la necesidad de repararlo antes de que su cuerpo se descomponga hacen que Jake haga todo lo posible por traerlo de vuelta. Sin embargo, en esta búsqueda frenética, hace un descubrimiento que borrará los límites entre humano y robot.
Lo que comienza con una estrambótica secuencia de baile en familia en un futuro lejano, se convierte bajo la dirección de Kogonada en una reflexión sobre la naturaleza de la vida y la conciencia humana. En su afán de devolver a Yang a la familia que lo necesita, Jake tiene la oportunidad de examinar sus recuerdos, conformando las secuencias más oníricas de la cinta. Coloreado por la melancolía ocasionada por la ausencia de un miembro de la familia (que no todos veían como tal), el filme reconstruye como si fuera un rompecabezas la vida hasta entonces desconocida de aquel con quien compartían morada.
Colin Farrell da vida a Jake, el solitario dueño de una tienda de té que está orgullosamente fuera de moda. Es a través de sus ojos que emprendemos el viaje hacia los recuerdos de Yang. Farrell hace uso de su inmensa sensibilidad para comunicar la manera en que el testimonio de una vida lo afecta. Amargado, ensimismado en su mundo y prejuicioso (una de las mejores líneas del filme le corresponde: “No me agrada porque sus hijas son clones y se él se pinta la cara para eventos deportivos”), no parece que la descompostura de su robot lo afecte demasiado, pero lentamente se permite ser tocado por la continua estupefacción de Yang ante la belleza de la existencia. Se vuelve un caso no solo de no saber lo que uno tiene hasta que lo pierde, sino una experiencia reveladora que de alguna manera reafirma su fe en la vida, arrastrando consigo a la audiencia.
La hipersensibilidad de Yang, su apertura a nuevas experiencias, su amable actitud y el dolor apenas contenido de haber emprendido una búsqueda por lo perdido, asoman en la interpretación de Justin H. Min un ejercicio delicado en que se deja llevar por lo que lo rodea, ya sea sus dueños/empleadores/miembros de la familia, una conversación o la belleza del entorno natural. Como Yang, una figura de santidad inadvertida, Min hace un trabajo discreto. Su circunspecta sonrisa es la columna que sostiene el edificio y es en quien recae la labor dramática de la trama, pero es la sutil actuación de Min la que hace que la cinta sea eficaz. Aparte merece una mención la pequeña Tjandrawidjaja, cuyo breve monólogo en mandarín es demoledor sin necesidad de traducirse.
La experiencia de Kogonada como video-ensayista sale a relucir en los momentos de belleza abstracta, remitiéndonos a la narración no lineal de cintas de Terrence Malick, sobre todo The Tree of Life (2011). En aquella, la tragedia invitaba a rememorar la infancia, similar a lo que sucede en este filme. La memoria es el vehículo de Kogonada para invitar una reflexión sobre lo que nos hace humanos a través de la crónica de uno que no lo es. Un tema por considerar, además de la inteligencia artificial, su futuro y su límite, es la alienación inherente de la servidumbre, el ser y no ser parte de una familia (y en esto es posible hacer la conexión con otra cinta proyectada en Sundance, Nanny de Nikyatu Jusu), y de dedicar la vida al servicio de los demás, criando niñes sin ser sus progenitores.
Estrenada en la sección Un certain regard en el pasado festival de Cannes, After Yang puede convertirse en una película de culto – algo de lo que se encargará su distribuidora A24 –, no solo por su honda introspección sobre la condición humana, sino por su peculiar imaginación del futuro, mesurada, pero wesandersoniana en su gusto por el diseño. Lo que sí es seguro es que se necesitan muchos pañuelos para verla.

J. Alejandro Becerra es un cinéfilo de opiniones controvertidas. Fundamentalista de Scorsese, se decanta por el cine hollywoodense, pero se empeña por descubrir películas de alrededor del mundo. Aunque estudió Historia en la universidad, le encantaría dedicarse a escribir sobre cine de tiempo completo. No se pierde los Óscares aunque le diga a todos que los odia. Entre sus películas favoritas están Rebecca, Carol, Cléo de 5 à 7, Casino y The Tree of Life. No lo admitirá, pero llora cada vez que mira el final de Porco Rosso. Es un ferviente fanático de Jessica Chastain y Oscar Isaac, y cuenta los días para verlos ganar sus Óscares. Actualmente se dedica a discutir en Twitter con extraños y a aprender sobre marketing digital.