Pinocho y El gato con botas 2: la muerte a través de la animación
Cuando los premios Óscar anunciaron los títulos nominados a mejor película animada, el debate sobre el escaso valor que da la Academia a la animación, al considerarla más un género enfocado a las audiencias infantiles que un medio para contar buenas historias, reapareció en redes sociales. A pesar del desinterés (algunos de los miembros de la Academia han dicho públicamente que no ven las películas nominadas en esta categoría, exceptuando las hechas por Disney), los nominados a menudo resultan ser películas que destacan no solo por la innovación de sus técnicas sino en su construcción narrativa.

En 2022, Pinocho de Guillermo del Toro, de la mano de Netflix, presentó una adulta e interesante reflexión animada en stop-motion acerca de la paternidad y la vida. Mientras que DreamWorks Animation ofreció El gato con botas 2: el último deseo haciendo uso de una dinámica combinación de técnicas en 2D y 3D.
Ambas cintas son opuestas en cuanto a técnicas de ejecución, pero similares en lo referente a su temática: la aceptación de la muerte como algo inminente que dota de valor a una cosa tan efímera como la vida. Si hay algo en lo que estas cintas convergen, aparte de su conexión temática, es que ambas subvierten los cuentos clásicos en los que se basan para dar un enfoque diferente, dando un respiro a las desgastadas fórmulas de antes.
En el caso de Pinocho (una de las tres adaptaciones presentadas en 2022 del cuento de Carlo Collodi), esta se diferencia de las demás versiones porque no se enfoca plenamente en el personaje principal que trata de ser un niño de verdad, ni en su viaje de búsqueda y definición moral en el que la mentira era el problema más grande al que el personaje se enfrentaba. En esta adaptación, el enfoque viaja entre diferentes puntos temáticos que resaltan la individualidad de Pinocho y su resistencia a lo establecido por su entorno. Si bien es literalmente una marioneta, se rehúsa a ser una del estado, la iglesia y, por supuesto el espectáculo, pues está en busca de su individualidad y la aceptación por parte de aquellos que ama.
El otro personaje en el que se enfoca la película es Geppetto, un hombre atormentado por la pérdida de su hijo, viviendo rodeado de un régimen fascista. Su viaje va en la búsqueda de sentido en un mundo que ha dejado de tenerlo, en su aprendizaje en lo referente a la paternidad y, sobre todo, en la aceptación de su nuevo hijo, encarnado en la marioneta que no es un remplazo del anterior sino su propio individuo.

Por su parte, El gato con botas 2 retoma al ya conocido personaje que da nombre a la cinta para darle una secuela en solitario, que, al contrario de su predecesora, se aleja del western clásico y, haciendo gala de su despliegue técnico y lenguaje visual, presenta un viaje de autodescubrimiento para el protagonista en una trama que pondera la aventura fantástica y la búsqueda del tesoro en la que la suma de sus partes crea un todo imposible de superar para el personaje.
El gato creado por Dreamworks lleva años de construcción y se ha alejado tanto del cuento original que se ha convertido en un ente propio. A pesar de los años, es la primera vez que lo vemos actuar aterrorizado, en facetas de plena inseguridad y ansiedad. Los personajes secundarios actúan como catalizadores al poner en perspectiva aquello que se desea de manera banal y aquello que ya se tiene sin saberlo.
La cinta también subvierte otros personajes clásicos, como Ricitos de oro y los tres osos, al presentarlos como una familia dispar de bandoleros que, llena de puntos redimibles, contrasta con Jack Horner (personaje proveniente de una antigua canción infantil) que aparece como un adversario mezquino, sin empatía, cuya ambición principal es el dominio y el poder sobre la magia.
Narrativamente, la fuerza de ambas películas recae principalmente en dos elementos. El primero son sus personajes y las relaciones que construyen, ya sean familiares o de amistad. Ambas las ponderan y las presentan casi como tesoros, cuyo valor es tan incalculable como irremplazable. El segundo es que crean su propia versión antropomórfica de la muerte.
En Pinocho, la muerte forma parte de una dualidad inseparable, pues es la hermana de la Vida, la cual es caprichosa al ignorar las reglas que rigen su existencia. En cambio, la muerte es sensata, que no se deja llevar por caprichos, pero que acepta los de su contraparte. Esto se enmarca visualmente con diferentes simbolismos, tanto aquellos que nos remiten a los mitos griegos, en su representación de esfinge, así como los que nos recuerdan al tiempo y su calidad de infinito y a la vez tan escaso para los individuos que habitan la tierra.

En El Gato con botas 2, la muerte es encarnada en un lobo, que, al ser un canino, es ser el contrario perfecto del personaje. Su imagen se asemeja más a la muerte de la iconografía visual anclada en el imaginario colectivo, con su larga túnica negra y cuchillas que en un momento se asemejan a una guadaña. Aquí la muerte funciona como un enemigo omnipresente. En ambas el carácter inevitable queda explícito: es una batalla que el Gato no ganará y algo que eventualmente llegará por Pinocho.
Asimismo, en las dos películas, el primer encuentro con estos personajes rompe con el ritmo establecido, fractura el dinamismo y el sentimiento aventurero de descubrimiento para entrar en atmósferas que disocian completamente con el resto de la cinta, desde lo narrativo a lo visual, pues gozan de una colorimetría y puesta en escena diferente a lo visto en el resto de la película.
En Pinocho, fuera del fantástico representado por el protagonista y Sebastián J. Grillo, pareciera que la magia es un ente ajeno a la sociedad imperante dentro del filme. Al menos hasta la aparición de la Vida que mueve a Pinocho y la entrada al mundo en el que se encuentra la Muerte, rodeada de arena y relojes con coloraciones en tonos azules que recuerdan a un sueño nocturno y que crean atmósferas que ayudan a que el espectador entre en esta concepción del mundo creado por Del Toro.
En El gato con botas esta disrupción ocurre con el característico silbido del lobo y el primer enfrentamiento con el Gato, luego de que este descubre que su última vida ha comenzado a correr. La ansiedad latente, la iluminación más oscura, el manejo de planos que dan poder a la muerte, el silbido y el miedo del protagonista contrastan con el dinamismo colorido de la aventura frenética que es la búsqueda de la estrella.
En ambas cintas, los protagonistas se enfrentan a la muerte en diferentes estadios, desde el ente desconocido, al enemigo que amenaza el statu quo de normalidad que ambos han construido. En los dos casos, los protagonistas comienzan con indiferencia a la vida, que no consideran su pérdida como algo que deba importarles debido a su condición de casi inmortales.

Ambos protagonistas mueren en diferentes ocasiones, pero la certeza de que regresarán hace que sea una experiencia tomada casi como un juego; no es hasta que tienen la seguridad de que ya no volverán que comienzan a reevaluar cada una de las cosas que los rodea. En el caso de Pinocho, acepta la muerte en sacrificio de su padre. La acepta porque no le teme. En ese momento, la muerte es algo normal para él, lo cual no se debe confundir con su indiferencia inicial. Más bien se trata de una tranquilidad que transmite a su amigo Candlewick, quien se encuentra aterrado ante la posibilidad de la muerte. Una serenidad que manifiesta que aquello que encuentre, incluso si es desconocido, no puede ser malo.
En el caso del Gato, transita de la indiferencia al miedo, de la indecisión y la pasividad, a la esperanza de obtener algo que le permita seguir como antes de enfrentarse a la idea de su inminente final.
Ambos eventualmente llegan a la aceptación de su mortalidad, a ver la muerte como algo inevitable a lo que no hay que temer. Algo que da valor a la vida, porque si algo está condenado a su final ¿no es mejor hacer que valga la pena cada instante?

Brenda Garrido es una recién graduada en lingüística y literatura hispánica que poco a poco intenta descubrir el rumbo de su vida. En este intento extraño y lleno de caminos discordantes se ha encontrado escribiendo un poco sobre la vida, algunas cosas de ficción, pero sobre todo, de cine, al cual considera uno de sus amores eternos.