Pantera negra: una fábula sobre colonialismo
Esta pieza contiene spoilers de la película.

¿Pantera negra fue digna de su nominación al Óscar a Mejor película? Mientras que otras nominadas de ese año, como Roma (Alfonso Cuarón, 2018) y La favorita (Yorgos Lanthimos, 2018), destacaron por sus capacidades técnicas y narrativas, la 18a película del Universo Cinematográfico de Marvel (MCU, por sus siglas en inglés) parecía popular entre los miembros de la Academia por un reparto predominantemente Negro y su excepcional desempeño en las taquillas a nivel mundial. Sin embargo, el mérito de esta película no es superficial: la propuesta del director Ryan Coogler trasciende las limitaciones de la fórmula del cine de superhéroes al cultivar ideas estimulantes y contradictorias que florecen con cada visionado.
T’Challa (Chadwick Boseman), el protagonista de esta cinta, fue introducido en el MCU durante los eventos de Capitán América: Civil War (Anthony y Joe Russo, 2016), cuando intentó vengar la muerte de su padre, T’Chaka (John Kani), rey de Wakanda. En Pantera negra, el nuevo soberano, libre de toda necesidad de venganza, tiene el poder de decidir qué hacer con los valiosísimos recursos de su nación africana, los cuales han permanecido ocultos del mundo debido a la desconfianza de sus ancestros hacia esas potencias que raptaron y esclavizaron a los pueblos del continente. Wakanda podría mejorar la vida de miles de afrodescendientes en el mundo, sujetos de discriminación e inequidad, en cambio, prospera en silencio.
Wakanda: santuario del afrofuturismo
Es usual que el cine hollywoodense, así como otros productos culturales hegemónicos, represente a África como un continente definido por segregación y violencia. Esto ha hecho que algunos autores perciban la necesidad de perspectivas que reivindiquen el valor y la diversidad africana. Así surge el afrofuturismo como una corriente literaria que mezcla la experiencia de los afrodescendientes con tramas de alienígenas y tecnología de punta, de manera que los lectores Negros puedan empoderarse al verse reflejados en personajes que enfrentan problemas de corte social, político y económico. Pantera negra es la primera obra afrofuturista del MCU y la primera en esta franquicia con un superhéroe Negro lidiando con las consecuencias del colonialismo y la esclavitud en su cultura.
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La película comunica inmediatamente a la audiencia que trata sobre un imposible histórico. Wakanda, una nación africana, lleva siglos oculta de la explotación mineral y la esclavitud que devastó al continente en la realidad. Después de que un asteroide compuesto de vibranio cayera en sus tierras, los wakandianos aprovecharon este recurso para evolucionar más rápido y más allá que cualquier otra sociedad. Esto quiere decir que, en el tiempo en que Tony Stark (Robert Downey Jr), el intelecto más impresionante del MCU, inventaba su icónica armadura, los wakandianos ya hacían volar sus automóviles y curaban cualquier enfermedad sin dificultad.

Escrita por Ryan Coogler y Joe Robert Cole, Pantera negra se vale del afrofuturismo para simular cómo una sociedad Negra cargaría con la responsabilidad de un recurso natural y si serían capaces de compartir sus avances con el resto del mundo. Wakanda está dirigida por una élite que promueve políticas aislacionistas que protegen la identidad de la nación y la explotación exclusiva del vibranio. Aunque esto resulta en beneficios para el país, algunos ciudadanos, como la espía Nakia (Lupita Nyong’o), consideran que sus recursos pueden utilizarse como alivio humanitario para las demás naciones. Otros, como W’Kabi (Daniel Kaluuya), el mejor amigo del nuevo rey, consideran que el país debería rechazar ser un centro de refugiados políticos y, en cambio, imponer un nuevo orden mundial militar y tecnológico. Entonces, T’Challa es presionado por varios frentes para reconocer el potencial de Wakanda como un gestor de intercambio cultural o un leviatán colonial similar a Estados Unidos y Rusia.
Dentro de la lógica del afrofuturismo, Pantera negra permite que la audiencia Negra participe en la resolución de problemas con consecuencias globales a través de la solemnidad y también la ignorancia del rey T’Challa, alguien quien, venerando la riqueza social y cultural de su país, tiene la oportunidad de movilizar a su gente hacia un futuro distinto sin el intervencionismo de otra potencia. Su idealismo, empero, es incrédulo de los crímenes de su país, razón por la que Coogler limita las posibilidades de su privilegio, enfrentándolo con un adversario que cuestiona todo lo que conoce sobre su familia, comunidad y sí mismo: el mercenario Erik Killmonger (Michael B. Jordan).
Killmonger vs. T’Challa
La ambición temática de Pantera negra no termina con especulaciones sobre una nación Negra independiente. La película dialoga con la realidad explorando el hecho de que, como audiencia contemporánea, existimos dentro de una cultura híbrida que tiene valores nacionales propios, así como residuos de la cultura de aquellos países que alguna vez nos colonizaron. Los latinoamericanos, por ejemplo, vivimos en naciones independientes que sostienen la religión y la lengua de España. Los wakandianos, en cambio, habiéndose ahorrado la experiencia de la opresión europea, viven con la culpa de haber ignorado el desplazamiento forzado de 12 millones de africanos, su esclavitud en las colonias y el abuso de sus derechos civiles.
En el prólogo de la cinta, el príncipe N’Jobu (Sterling K. Brown), hermano del rey T’Chaka, se rebela ante su proteccionismo al intentar armar a los afrodescendientes en California, posterior al linchamiento de Rodney King en 1992. Como el radicalismo del príncipe fomentó una revolución violenta en el extranjero, T’Chaka condenó al olvido las acciones de su hermano incluso si este había cuestionado la pasividad de Wakanda ante las necesidades de personas que compartían su color de piel, sobre todo en un contexto de brutalidad policiaca.
Durante los minutos iniciales de Pantera negra, se presenta a N’Jobu como una figura trágica en una cruzada personal en contra de un colonialismo insidioso, uno que no necesita invadir territorios, sino solo oprimir cultural y económicamente a otros, aun dentro de fronteras nacionales. N’Jobu sabe que su país tiene los medios para cambiar el mundo, pero si siglos de esclavitud no lograron movilizar a Wakanda, mucho menos lo hará el asesinato de un hombre.
Luego de estos eventos, T’Chaka promovió el olvido de su hermano, así como el abandono de N’Jadaka, su hijo, quien terminó creciendo junto con afro-estadounidenses en condiciones de marginación. Años después, bajo el alias de Erik Killmonger, el príncipe en exilio convertido en militar letal cultivó un apasionado deseo de venganza hacia la familia real, anhelando el día en que usaría los recursos de Wakanda para cumplir su versión de las intenciones de su padre: un gobierno listo para armar a los Negros del mundo y desatar su sentido de justicia.

La vida de T’Challa y su vocación como monarca cambian cuando se entera de la existencia de su primo. Toda la vida creció respetando la unidad cultural de Wakanda, pero se sorprende de la negligencia que tuvo su padre con su propia sangre. T’Challa entonces puede equiparar el abandono de Killmonger con la orfandad de los afrodescendientes fuera de África, descendientes de personas secuestradas y torturadas, aunque ya sea demasiado tarde para reconciliarse con un hombre tan maltratado y rencoroso como lo es su oponente.
Killmonger es uno de los rivales más interesantes del MCU, no por su crueldad, sino por la ironía de que un hombre Negro se apropie de los valores coloniales de los pueblos que oprimieron a sus antepasados. Es tal el odio en el corazón de Killmonger que su principal deseo es armar a 2 billones de personas en el mundo, no solo para “liberarlos”, sino para usarlos como el ejército de un imperio liderado por Wakanda. Aun si este plan neocolonial es resuelto en la moda de las películas de superhéroes, con un tercer acto con efectos especiales sin terminar, el gobierno de T’Challa se enriquece por este conflicto. Ahora es un hombre distinto que se pregunta si tiene alguna responsabilidad sobre los afrodescendientes que no pertenecen a Wakanda, y más al considerar que conoce el papel que tuvo su padre en el trauma que sufrió su primo. Consciente de las consecuencias de la política externa de su país y de los crímenes de su familia, T’Challa finaliza el aislamiento de su país.
Pantera negra como posibilidad y producto
Es grato ver cómo el director y su coguionista no tienen idea de cómo T’Challa va a salvar al mundo después de la resolución de su conflicto con Killmonger. Si bien erradicar la marginación social es un ideal casi inalcanzable incluso con sus recursos, la película termina con T’Challa sonriendo. Ese es el legado más precioso de este personaje interpretado por Chadwick Boseman: el hombre está dispuesto a abrir las puertas de su país a aquellos que buscan un hogar. No quiere llevar armas a aquellos golpeados por la indiferencia, meramente quiere darles los conocimientos necesarios para mejorar sus condiciones.
Por suerte, el rey no está solo. Su séquito está compuesto por consejeras que complementan la perspectiva que no tiene. Shuri (Letitia Wright), su hermana, reconoce que “las cosas siempre pueden ser mejoradas aún si funcionan”, imperativo que le permite usar su intelecto para innovar. Okoye (Danai Gurira), líder de su guardia real, aprende que proteger su país no implica glorificar la imagen de la persona que sostiene el poder: la verdadera lealtad es honesta y crítica. Nakia, esa mujer idealista que paraliza al rey con su presencia, le exige responsabilidad. No existe ninguna excusa que le impida ser solidario con la gente que lo necesita. Por último, la reina Ramonda (Angela Bassett), su madre, alienta a su hijo aun si protege su privilegio con recelo cuando el abandono de Killmonger es revelado.
Otros hombres le enseñan al rey verdades que no puede olvidar: M’Baku (Winston Duke) parece otro fanático dispuesto a imponer normas sociales y evitar el progreso, pero las apariencias engañan: llega el punto en el que el tradicionalismo de este hombre es lo único que se interpone entre el radical Killmonger y el resto del mundo. Pese a ser el principal opositor político de T’Challa, M’Baku es claro con sus intereses y su respeto hacia el rey. Finalmente está el agente Everett Ross (Martin Freeman), un agente de la CIA (esa organización responsable de desestabilizar gobiernos en todo el mundo) que agradece la solidaridad de los wakandianos al colocarse en riesgo cuando Killmonger amenaza con acabar las democracias en todo el mundo.

Por último, es importante no omitir que Pantera negra sigue siendo un producto hollywoodense que genera estigmas propios. Wakanda, un sitio ficticio, es puesto en un pedestal, mientras que Nigeria es presentada y tratada como otro país del tercer mundo, tropical y peligroso, que necesita la atención urgente del rey T’Challa. Asimismo, la apariencia “multicultural” en Wakanda no debe ser considerada como un homenaje a África, pues es solo una evidencia de la nostalgia de artistas afrodescendientes que crearon un país que nunca fue, habitado por nativos exóticos e idealizados que no existen. Sus verdaderos congéneres en África no aparecen en ningún momento.
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Las nominadas al Óscar a Mejor película de ese año también incluían dos películas sobre la experiencia Negra en Estados Unidos: Green Book (Peter Farrelly, 2018) y BlacKkKlansman (Spike Lee, 2018). Pantera negra se gana su lugar en esta competencia, sacando provecho de una fantasía absoluta que avanza con la simulación de una comunidad Negra autosostenible que enfrenta la culpa de haber sobrevivido un genocidio cultural y que tiene un poder material listo para ser protegido con recelo o, al contrario, utilizado en beneficio de la humanidad.
Esperemos que su secuela, Wakanda por siempre, sea otra obra emblemática del afrofuturismo, muestre las posibilidades detrás de la sonrisa del rey T’Challa, y nos haga especular de nuevo sobre lo que no es y lo que puede ser.

Carlos es un médico y profesor colombiano. Descubrió su amor por el cine a los 7 años, cuando su papá le consiguió un reproductor VHS y varias cintas. Luego de ver Star Wars – Episodio III se enamoró para siempre de las salas de cine. Más adelante, se obsesionó con coleccionar películas en DVD y Blu-ray. Durante el curso de su carrera de medicina, sus amigos le convencieron de escribir sobre las cintas en su colección y henos aquí…