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Orgullo y prejuicio de Joe Wright cumple 15 años: ¿Cómo lleva los años esta adaptación cinematográfica?

Escrito el 27 octubre, 2020 @la_loulu

El 2005 luce muy lejano. Sin embargo, entre el centenar de cosas que pasaron entonces, se debe incluir sin dudas un evento cinematográfico singular: el estreno de una nueva adaptación cinematográfica de la novela romántica de Jane Austen, Orgullo y prejuicio.

Austen debe ser una de las autoras más referenciadas en la cultura popular, gracias en parte a las numerosas adaptaciones de sus obras a distintos formatos (cine, televisión, radio) de manera directa o indirecta.

Para muestra, tan solo en los años noventa tuvimos la miniserie de Orgullo y prejuicio (1995) para la BBC; la producción cinematográfica de Sentido y Sensibilidad (1995) de Ang Lee con un guion ganador del Óscar a cargo de Emma Thompson; así como dos películas sobre Emma, una adaptación clásica (1996), protagonizada por la entonces estrella en ascenso Gwyneth Paltrow, y Clueless (1995) de Amy Heckerling, una versión moderna situada en Los Ángeles.

El mundo del entretenimiento recurre a Jane Austen como a una amiga confiable que está ahí en momentos difíciles, y el material de la autora británica es tan impecable e imperecedero, que es difícil fallar cuando se acude a él. La respuesta de la audiencia, por su parte, siempre es fascinante. No importa cuantas veces encuentre las historias de Austen en el cine o la televisión, siempre está dispuesta a seguir las aventuras y desventuras de sus personajes.

En 2005, el estudio Working Title llevó al cine el clásico de Austen sobre las hermanas Bennet. Para entonces, esta versión de Orgullo y prejuicio no era la adaptación cinematográfica más reciente, ni la primera del siglo XXI, pues previamente se estrenó la cinta inspirada en la novela, El diario de Bridget Jones (2001), y la versión Bollywoodense, Bride and Prejudice (2004).

Sin duda alguna, ésta era una producción ambiciosa. La película reunía a un elenco de actores británicos jóvenes y prometedores, liderados por la estrella emergente Keira Knightley, y acompañados por veteranos de la industria, incluyendo Judi Dench, Donald Sutherland y Brenda Blethyn.

Además, la dirección de Joe Wright era una apuesta, pues para entonces solo había trabajado en televisión (Charles II: The Power and the Passion, Bodily Harm, Bob & Rose). La fotografía estaría a cargo de Roman Osin, la música original de Dario Marianelli (por la cual recibiría una nominación al Premio Óscar), y el vestuario de Jacqueline Durran (igualmente nominada al Óscar).

Podríamos pensar que, con un material tan impecable como el de Austen – elegida como la novela romántica más importante de todos los tiempos –, es imposible que las cosas salieran mal. Aun así, hay algo adicional que es encantador, llamativo y mágico en la versión de Wright, que ha convertido esta película en uno de los primeros clásicos del siglo y que en su momento recaudó casi cuatro veces su presupuesto, además de ser merecedora de cuatro nominaciones a los Premios Óscar.

Ahora, 15 años después, basta ver cómo es que con su a retorno a Netflix se ha convertido en una de las películas más populares de la plataforma de streaming. Hay algunas reflexiones que merecen ser presentadas sobre su impacto en la industria y la importancia de su mensaje.

El dilema: ¿qué tan original puede ser una adaptación?

A pesar de tener una ambientación de época, se habla mucho de un “romanticismo moderno” al momento de referirnos a la película. El estilo de filmación y algunos detalles argumentales, incluyendo la propuesta de Darcy en medio de la lluvia – diferente del libro y otras adaptaciones –, ofrecen un acercamiento moderno al libro que le ha dado una identidad propia a la película.

Wright ha declarado que la mayoría de estos cambios y detalles fueron intencionales y conscientes, hechos precisamente por el peso que significaba llevar al cine una historia contada mil veces casi siempre de la misma forma.

Es imposible no reconocer la influencia de Austen en historias románticas que ni siquiera son adaptaciones de sus obras. Entonces sería injusto exigir que sus obras cumplan con ciertos cánones temporales y de época, a menos de que se traten de adaptaciones “alternativas” – Clueless, El Diario de Bridget Jones. Pudiendo o no estar de acuerdo con las decisiones creativas de la adaptación cinematográfica de 2005, se debe respetar el esfuerzo de Wright de no querer regresar por un camino que ya recorrimos tantas veces.

Una de las polémicas generadas por la cinta nos puede decir todo al respecto. Existen dos versiones del final, la británica y la incluida en el estreno norteamericano. La inglesa es la más reconocida y la que salió primero. La historia acaba con Mr. Bennet (Sutherland) dándole la bendición a Elizabeth Bennett (Knightley) para que se case con Mr. Darcy (Macfadyen). Por su parte, el final agregado para atraer a audiencias más aficionadas al romance presenta a los recién casados Elizabeth y Mr. Darcy en Pemberley.

Muchos acusaron a este final de ser cursi, inconsistente con la obra y gracioso de forma no intencional. No obstante, a su vez también generó reclamos en Gran Bretaña, lo que llevo a un reestreno de la cinta incluyendo el “nuevo” final y que se mantuvo por 10 semanas en cartelera.

Es imposible complacer a todos, sobre todo cuando el material sobre el que se trabaja es uno tan querido como son las obras de Jane Austen, pero lo que sí se puede hacer es tratar el material con respeto, tratando de presentar una visión más amplia y variada de las historias que tanto amamos.

La razón de perdurabilidad de los clásicos es la forma en que se pueden moldear a los tiempos. Mientras estos avanzan, en lugar de quedarse estáticos e inmóviles, muchas veces es necesario presentar un cambio de perspectiva y ofrecer algo fresco.

Lecciones para crear un éxito en el siglo XXI

Orgullo y Prejuicio representó un éxito comercial y artístico que le abrió las puertas a Hollywood no solo a sus actores, sino también a su director. Joe Wright sería responsable de otros cuatro trabajos con Working Title entre los que destacan Atonement (nominada a siete Premios Óscar) y Anna Karenina (cuatro nominaciones).

Esta película, como una de las primeras adaptaciones en el siglo XXI de un clásico literario, uno que, a diferencia de sagas como El Señor de los Anillos o Harry Potter, ya había sido utilizado hasta la saciedad, puede ayudar a comprender cómo se crea un éxito comercial a partir de elementos poco arriesgados.

La clave está en que la adaptación buscó la fidelidad a la obra de Austen, pero no se sacrificó por ella. Conscientes de que tenían el peso de una obra atemporal y una recién adaptación, Wright y compañía armaron las piezas de un mapa propio para aproximarse a la novela. En esta adaptación se presentaron cambios mínimos, pero significativos, incluyendo un cambio de época y el intento por enforcarse en la historia desde la perspectiva de Elizabeth, decisión que tuvo sus desviaciones al retrato presentado por Austen.

El guion de Deborah Moggach tuvo muchos borradores que empezaron incluso antes de la contratación de Wright como director y fueron avanzando hasta encontrar el tono que sigue la película. Incluso la ganadora del Óscar por la adaptación de Sensatez y Sentimientos, Emma Thompson, tuvo una colaboración no acreditada en detalles de la trama y consejos al joven Wright.

Esto nos lleva a la conclusión de que muchas veces la búsqueda de éxitos no está compuesta necesariamente por caminos tranquilos y rectos, sino más bien por avances lentos hasta encontrar el sendero correcto. Para eso se necesita la confianza de los estudios y productores, además de entender al cine como un acto colaborativo.

Elenco prometedor

Los nombres más llamativos del elenco eran los de Dench, Blethyn o Sutherland, Sin embargo, sus papeles fueron de reparto. El peso de la trama giró en torno a los actores Keira Knightley y Matthew Macfadyen, en los papeles clásicos de Elizabeth Bennet y Mr. Darcy, respectivamente. Mientras tanto, Rosamund Pike, Carey Mulligan, Jena Malone y Talulah Riley interpretaron al resto de las hermanas Bennet; acompañadas por los actores Tom Hollander, Rupert Friend y Simon Woods en papeles secundarios.

En estos quince años hemos visto florecer las carreras de Knightley – quien entonces contaba con cierto reconocimiento gracias a la primera entrega de la saga de Piratas del Caribe – Macfadyen, Pike, Mulligan, Malone y Friend. Una de las nominaciones que consiguió la cinta en los premios Óscar fue para Keira Knightley.

Desde entonces, Knightley, Mulligan y Pike han sido nominadas a Premios Óscar por sus trabajos en The Imitation Game, An Education y Gone Girl, respectivamente. De hecho, estas tres mujeres han protagonizado de manera constante algunas de las mejores películas que el medio tiene que ofrecer. Asimismo, tanto Friend como Macfadyen han sido nominados a los Premios Emmy, por Homeland y Succession, respectivamente.

Con estos resultados, esta película probaría ser uno un semillero de talento de estrellas que definirían el cine de los próximos años, al estilo de Short Term 12 (2013), Flatliners (1990) o Mean Girls (2004). Prácticamente cada uno de los ocho personajes jóvenes irían a convertirse en grandes nombres del cine y la televisión internacional.

La fuerza de la película también radica en la química entre los personajes, en especial entre las mujeres de la familia Bennet, auxiliada por la fluidez del guion de Deborah Moggach, enfocado en crear un ambiente familiar distendido y natural, con fricciones, pero unión y complicidad, como en cualquier familia. Para este propósito, Wright organizó una especie de “expedición” para que los integrantes de la familia Bennet visitaran la que pasaría a ser su “hogar” durante las once semanas de filmación. Así, los actores jugaron y pasearon por las habitaciones de Loungbourn con mayor complicidad una vez que las cámaras comenzaron a grabar.

Producción de primera

Filmada enteramente en Reino Unido, con locaciones en Derbyshire y Kent, y con uso de la llamativa Chatsworth House para representar Pemberly, la cual se dice que sirvió de inspiración para la misma Austen, el cuidado de la producción es un detalle admirable. Aun así, muchos lugares se “adaptaron” con ayuda de tecnología para verse acordes a su época.

Otro detalle importante fue la elección del periodo de desarrollo de la historia. Si bien se tiene como referencia la fecha de publicación de la obra (1813) para la mayoría de las adaptaciones (probablemente la más mencionada es la miniserie de BBC de 1995 con Colin Firth y Jennifer Ehle), Wright decidió situar la película a finales del siglo XVIII, fecha en la que presuntamente Austen escribió la novela.

Esta decisión creativa ofreció oportunidades únicas para la producción, incluyendo vestuarios con la silueta femenina en el vestuario y la revolución napoleónica como parte del entorno social. Estos cambios fueron criticados en su momento, así como el aire de “modernidad” que Durran le imprimió al vestuario y los peinados más relajados a cargo de Fae Hammond. Para algunos, esa búsqueda de frescura pasó a ser un descuido en la exactitud histórica de la época que se quería representar.

Siempre es bueno recordar que estas obras de entretenimiento no deben juzgarse con la regla de lo que “debería ser”, ya sea por la época que representan o los materiales que adaptan, sino por lo que buscan transmitir a la audiencia a la que se dirigen. En un sentido similar ya hemos hablado del musical Hamilton y como es que éste responde a esos intentos. Esto es más importante que pedir que se ciñan a códigos y exactitudes casi científicas.

Por su parte, la partitura de Marinelli, compuesta desde antes de que comenzara la filmación, cuenta con canciones como Dawn, The Living Sculptures of Pemberley, Georgiana o Liz on Top of the World, y toma elementos de Beethoven. Esta banda sonora se convertiría en un ejemplo clave en el romanticismo moderno.

La literatura y el cine: la idónea unión imperfecta

Las adaptaciones cinematográficas de grandes clásicos literarios, o incluso de novelas u obras relativamente conocidas, siempre traerán consigo una conversación mucho más amplia sobre la unidad e independencia del arte mismo. Lo primero que se debe tener en cuenta es la diferencia en los formatos. La “voz” en una novela o libro no es la misma que en una película. Entiéndase ésta como la perspectiva que debe comprometer, ya sea al espectador o lector, con la historia delante de ellos.

Cualquier adaptación parte de una misión ambiciosa: transformar la perspectiva literaria a una cinematográfica. A veces podría parecer que todas las grandes novelas han nacido para ser películas, pero esto no es necesariamente cierto y no debe ser una motivación para una adaptación al cine. El hecho de que una novela u obra literaria sea buena, no quiere decir que tenga valores cinematográficos naturales.

Muchas veces se deben hacer concesiones y cambios para no perjudicar un formato ante una obsesión innecesaria de fidelidad, después de todo el material original siempre permanecerá intacto tal y como fue creado. Se piensa erróneamente que las películas deben seguir a los libros, cuando en realidad una adaptación cinematográfica es un producto totalmente distinto e independiente, e incluso original en forma, pero no en fondo.

Tenemos ejemplos recientes en películas como Little Women de Greta Gerwig y Emma. de Autum deWilde – adaptación de otro clásico de Austen – de cómo tomar materiales clásicos y brindarles toques y perspectivas renovadas por decisiones relacionadas con el guion o la dirección. Esto no significa que se debe comprometer la integridad de las obras en las que se basan y mucho menos son muestras de falta de respeto.

En el caso particular de la adaptación de Orgullo y Prejuicio de 2005, la intención era clara al crear una película romántica, enfocada en audiencias jóvenes para acercarlas a la historia de Austen y redescubrir un tipo de cine que parecía perdido tras un boom en los noventa (el drama de época). Todo esto a través de un punto de vista más cínico y realista.

Aunque es verdad que esta adaptación “sacrificó” elementos del tono de Austen y algunas de sus tramas, las elecciones cinematográficas de Wright lo alejaron del típico “drama de corsets” y de las formas narrativas clásicas del género. Esta película ofreció una producción distinta que muchos aman y otros observan con cautela, aunque eso sí, sobre la que ya llevamos hablando 15 años y contando.

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