Onibaba: animales salvajes en un mar de hierba

Los bosques encantados pueden ser santuarios de colores cálidos y cunas de flora exótica y criaturas fascinantes. Sin embargo, los visitantes incautos pueden encontrarlos traicioneros, peligrosos e inciertos. En Onibaba (1964), el director Kaneto Shindo creó su propio bosque encantado a partir de un campo de hierba de siete pies de altura que se mueve como un vasto e impredecible océano, con olas pesadas que esconden a las criaturas que allí habitan.
Onibaba se desarrolla durante la Guerra de Ōnin en Japón (1467-1477), un conflicto definido por múltiples clanes que intentaban gobernar el país bajo un solo soberano. En este contexto, dos mujeres, una vieja (Nobuko Otowa) y la otra joven (Jitsuko Yoshimura), son carroñeras que asesinan a todo soldado que se pierde en la hierba. La introducción de estos personajes presenta su cruel oficio y la manera en que disponen de los restos de sus víctimas. En un acto que parece canibalismo, desnudan a sus presas para disponer fácilmente de sus cadáveres.
La propuesta visual de Shindo se basa en el pasto suzuki para presentar un territorio inhóspito donde cualquier traidor puede esconderse. Su principal recurso para generar suspenso es un hueco gigante invisible para cualquier persona desorientada por una locación traicionera. La sola presencia de esta trampa crea expectación en la audiencia, pues Onibaba parece sugerir que las dos mujeres podrían caer en ella si olvidan su propósito de supervivencia.
La fotografía de Kiyomi Kuroda, presentada en blanco y negro, contribuye significativamente a crear una atmósfera inquietante y opresiva. La cámara capta la altura de la hierba de tal forma que parece un obstáculo hasta para las personas acostumbradas a ella, aumentando la sensación de aislamiento y vulnerabilidad de los personajes. Los escondites son iluminados de manera que se aprecia la humedad y la miseria en el rostro de las personas en el matorral, mientras que la oscuridad invade la privacidad de sus hogares, enfatizando la falta de comodidad. En las escenas nocturnas, la noche comparte el cuadro con este pasto altísimo, lo que aumenta la sensación de desorientación y misterio, especialmente cuando la Vieja y la Joven son testigos de la aparición de un espectro enmascarado.
La guerra es un elemento crucial en Onibaba. Debido al abandono que han sufrido, las mujeres de esta historia han renunciado a la civilización y ven la vida de los demás como un elemento más en una transacción necesaria para su supervivencia. La Vieja y la Joven, suegra y nuera, no son las típicas mujeres del cine bélico que se quedan atrás cuidando el hogar mientras sus hombres están ausentes. Ahora salvajes, su motivación es matar para conseguir alimento y no seguir normas sociales. En varias ocasiones, las vemos compartir el espacio con el pecho descubierto para soportar la humedad del terreno sin detenerse a pensar si están vulnerando su conciencia moral.

Hay un lapso en su relación y es que dependen una de la otra para llevar a cabo un trabajo eficiente. Su alianza empieza a quebrarse con la llegada de Haichi (Kei Satō), un desertor que no solo representa la solución a su deseo de alimento, sino también de su apetito sexual. La presencia de Haichi hace de este territorio un espacio aún más impredecible. Aun si la intemperie ya está llena de peligros, y si la agresividad es escalofriante, la Joven empieza a considerarlo como un alivio a su instinto sexual.
Onibaba hace énfasis en los aspectos más oscuros del placer humano al situarse en un contexto de circunstancias extremas. Sin la sociedad y la cultura funcionando para inhibir el comportamiento del individuo, Shindo motiva a sus personajes a explotar sus deseos más primitivos y que persistan persiguiéndolos. La Vieja se siente amenazada cuando la Joven empieza a compartir tiempo con Hachi. No sabe si está celosa al no ser un prospecto erótico para Hachi por motivo de su edad o si está preocupada por el hecho de que perderá a su principal aliada.
Shindo después ejemplifica que la sexualidad es un martirio para ambas mujeres. El momento más memorable de la interpretación de Nobuko Otowa como la Vieja sucede cuando se encuentra sola, anhelando tener contacto erótico con su adversario. Su cuerpo se estremece y no encuentra consuelo al sostenerse de un árbol seco. La Joven, en cambio, si bien encuentra satisfacción en Hachi, siente vergüenza cuando la Vieja resucita las condiciones de una religión que había olvidado para amenazarla con el infierno si sigue teniendo relaciones sexuales sin estar casada.
A través de la obsesión de la Vieja, Shindo señala que una persona con poco poder puede desesperarse por sostenerlo. La mujer mayor, la líder de esta manada, ha asesinado sin escrúpulos, pero está exasperada por sostener su posición sobre la otra. Sus argumentos son severos comparados con los de Hachi, quien no exige nada de la Joven. Su relación no genera ningún compromiso más allá de la confianza que tienen. Él es impulsivo, pero jamás autoritario.

Las complejas dimensiones de esta pequeña sociedad en Onibaba adquieren un matiz adicional cuando Shindo integra elementos del teatro Noh en su presentación visual. Esta escuela del teatro japonés incluye el uso de máscaras que exigen una mayor expresividad corporal para transmitir el estatus social y la personalidad de los personajes. La Vieja tiene un encuentro con un general de clase alta que utiliza una máscara para intimidarla y hacer que le ayude a encontrar la salida del laberinto de maleza, mientras que la Joven es acosada por un enmascarado que considera un demonio enviado para hacerla sentir culpa.
Shindo y Kuroda iluminan de diversas formas la misma máscara para que exprese emociones diferentes, desde la supremacía social hasta la vergüenza. El clímax del filme tiene a la Vieja y la Joven enfrentando una máscara que evidencia un inmenso arrepentimiento y que revela más sobre sus circunstancias. Shindo resulta un cineasta cruel y su historia funciona bajo las convenciones de un terror moralista. La exploración del placer no es el verdadero pecado de sus protagonistas, sino someterse a otros a convenciones morales falsas para ganar una competencia. Shindo es despiadado con su final al hacer que este campo de hierbas confunda la orientación de sus protagonistas durante su última batalla.
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Este bosque encantado es estimulante, aunque sea despiadado con sus protagonistas. Los locales creen conocer las ratoneras de su hogar hasta que su propio juicio, nublado por un instinto salvaje, los traiciona. Cuando las normas sociales y religiosas no se reaniman para restaurar la civilización, sino para someter a los demás, Onibaba deja de ser un drama histórico para convertirse en una pieza de terror psicológico, donde la supervivencia se convierte en un privilegio que puede perderse fácilmente a través de los celos y el resentimiento.

Carlos es un médico y profesor colombiano. Descubrió su amor por el cine a los 7 años, cuando su papá le consiguió un reproductor VHS y varias cintas. Luego de ver Star Wars – Episodio III se enamoró para siempre de las salas de cine. Más adelante, se obsesionó con coleccionar películas en DVD y Blu-ray. Durante el curso de su carrera de medicina, sus amigos le convencieron de escribir sobre las cintas en su colección y henos aquí…