Once Upon a Time in Venezuela: el relato de un pueblo de agua condenado a desaparecer
Once Upon a Time in Venezuela, la ópera prima de la cineasta Anabel Rodríguez Ríos, es la apuesta venezolana de cara a los premios Óscar en las categorías de mejor largometraje documental y mejor película internacional. El largometraje estrenado en el festival de Sundance 2020 fue filmado a lo largo de siete años y contó con el apoyo financiero del Tribeca Film Institute. Su equipo técnico es igual de impresionante que la historia que presenta, con John Márquez a cargo de una fotografía maravillosa y contundente; Rodríguez Ríos y Marianela Maldonado colaborando en el guion; Sepp R. Brudermann a cargo de la edición y producción; y Nascuy Linares (El abrazo de la serpiente) como compositor.
A pesar de lo que pudiera implicar su título, estamos ante un relato real de un pueblo que parece haber sido creado por la mente de un autor de realismo mágico que, sin embargo, está basado en la lucha y persistencia por sobrevivir entre un ideal y una modernidad que no perdona.
El documental narra la realidad del Congo Mirador, un pueblo de agua ubicado en el sur del Lago de Maracaibo (Zulia, Venezuela) condenado a desaparecer. La historia se presenta a través de dos mujeres antagónicas: Tamara Villasmil, comerciante y líder local del partido político de gobierno PSUV, y Natalie Sánchez, opositora y única maestra de la escuela del pueblo que lucha para que los niños sigan en la escuela pese a los escasos recursos y las presiones para que se vaya.
Ambas, a su manera, tienen un fin común: luchar por salvar al pueblo de la desaparición. Once Upon a Time in Venezuela aborda temas como la polarización política, la corrupción, el populismo, la contaminación, la cotidianidad de la vida familiar, la pobreza, la decadencia, el arraigo, el abandono y la migración, pero, sobre todo, se enfoca en la vida de la mujer, quien desde niña es cautiva en un mundo entre la ficción de los cuentos de hadas y la dura realidad de la supervivencia.
Congo Mirador, un pueblo de agua portátil
Otrora pueblo pescador y con un potencial turístico al que cientos de viajeros acudían para disfrutar del espectáculo visual del fenómeno del relámpago del Catatumbo, Congo Mirador terminó abandonado por las autoridades, con niveles mínimos de agua debido al fenómeno de sedimentación y precarias condiciones de vida. Ahora, los habitantes del pueblo luchan por mantenerse, preservar su identidad y evitar su desaparición a pesar de la migración a tierra firme u otros pueblos de agua.
La historia del documental está enmarcada en la metáfora del reflejo en el espejo (se observa cuando las mujeres se maquillan) y la mirada de dos mujeres que se complementan en su diversidad y la búsqueda del bienestar colectivo, pero que caen en la repetición de las mismas fallas y se envuelven en el populismo, la crítica sin acción y la falta de identidad territorial.
La realidad del pueblo como tal es tocada de manera sutil con elementos que se convierten en la punta de lanza del conflicto de los pueblos de agua, fronterizos y perdidos en la burocracia de procesos políticos. Pueblos como Congo Mirador quieren vivir una postmodernidad enmarcada en la colonialidad reflejada en la cotidianidad de la vida familiar, la ausencia del padre, la contaminación con el uso de detergentes y productos químicos que van al agua, la falta de red de cloacas, la contaminación del agua por la industria petrolera (vemos una tortuga cubierta de petróleo), la destrucción de los manglares, y el dragado como parte de la sedimentación de la zona.
Asimismo, el documental refleja el carácter educativo de la localidad. Se muestra el proceso de aprendizaje basado en una educación tradicional con la repetición de sonidos y la copia del libro, perdiendo la oportunidad de una educación relacionada con el ambiente, los fenómenos naturales y las necesidades del pueblo. Además, se explota la imagen de la mujer (elección de las reinas, el baile de la niña), convirtiendo a las chiquillas en mujeres sin formación ni conciencia.
En Once Upon a Time in Venezuela son “los olvidados” los más afectados, aquellos que sobreviven con su inocencia en condiciones mínimas y con escasos servicios básicos haciendo de elementos de su cotidianidad parte de su mundo de fantasía: un balde que usan como lancha o como plataforma improvisada para que una niña baile felizmente, un pescado como arma, o caracoles como adornos e ingresos adicionales. No les espera un futuro alentador, fortalecido por la presencia de realidades duras y sensibles como los matrimonios infantiles, vistos desde el testimonio doloroso y resignado de quien los ha vivido.
Los ancianos que han vivido siempre allí y no conocen otro estilo de vida, miran al pasado recordando mejores momentos y trasmitiendo sus recuerdos, habiendo sido testigos y protagonistas de la historia de su pueblo. La presencia del decimista con sus cantos se convierte en la voz del territorio y de la experiencia. Con él, el Congo se niega a irse, a desaparecer.
Presenciamos las tradiciones de un pueblo caracterizado por ser dicharachero y alegre. Aquí, veneran y rinden tributo al santo patrono, San Benito, al son de los Chimbángeles, y develando la herencia de la cultura afroamericana. El mestizaje es evidente en una zona en dónde convergieron y han hecho vida a lo largo de los tiempos diferentes razas: nativos, afroamericanos, europeos y norteamericanos, estos dos últimos grupos gracias a la explotación petrolera de la zona.
Congo Mirador como metáfora de Venezuela
Once Upon a Time in Venezuela evita los clichés y el sentimentalismo. Más bien, invita a la comprensión y empatía de lo que en apariencia son realidades ajenas a la nuestra, pero que guardan más semejanzas de la que quisiéramos reconocer. El documental invita a reflexionar sobre la pérdida de identidad y la desaparición física de un territorio. Narra la realidad a través de sus imágenes con la complicidad de sus habitantes dispuestos a ayudar a divulgar su historia y la de su pueblo.
El lente de la cámara observa la corrupción en la compra de votos por parte de Tamara, con dinero, comida y objetos. Mientras tanto, también vemos cómo es que es ignorada descaradamente por esos líderes políticos a quienes defiende ciegamente y que constantemente traicionan al pueblo. El sistema político es explicado en imágenes y testimonios. De manera desprovista de discursos demagógicos y engolados se nos presenta cómo han hecho de la corrupción un “valor”. Once Upon a Time in Venezuela perdurará como testimonio para las nuevas generaciones de los vicios, escala de valores y consecuencias que ha tenido para el país la dirigencia política.
La historia del Congo Mirador es una metáfora del país y la crisis que vive. Es una historia dura, dolorosa, indignante y conmovedora que sirve de testimonio al dar una nueva perspectiva a la comunidad internacional sobre la situación en Venezuela. Mientras el Congo Mirador está condenado a desaparecer, el resto del país sobrevive gracias a la resiliencia de su gente y a la esperanza de rescatar y mejorar la que una vez fuera llamada la tierra de gracia.
Once Upon a Time in Venezuela está disponible en:
https://www.indiegogo.com/projects/help-once-upon-a-time-in-venezuela-to-the-oscars#/
https://cinemestizo.com/programs/onceuponatime
https://www.onceuponatimeinvenezuela.com/

Eloísa Méndez es ingeniero y cinéfila. Siendo precoz y la menor de los hermanos, se las ingeniaba para ver todo tipo de películas desde niña y llevaba un registro de todo lo que veía con su respectiva reseña, mucho antes de que existiera Letterboxd. Un día se cruzó en su camino La Naranja Mecánica de Kubrick y voló su cabeza… desde ese día su amor por el cine ha ido creciendo y solo es comparable a su amor por los animales. Ama el cine en general e indecisa como es, le es imposible escoger una sola película favorita…. incluso 10 favoritas. Amante de la música y la lectura, su gusto es ecléctico.