Nightmare Alley y los hombres que juegan con la esperanza

Nightmare Alley, película del director mexicano Guillermo del Toro, a pesar de su estreno tardío y sus bajos ingresos en taquilla, no pasó desapercibida en las premiaciones más importantes tanto de críticos como de gremios, recibiendo cuatro nominaciones a los Premios de la Academia, incluyendo Mejor película.
Este thriller psicológico, que homenajea al cine noir, se basa en la obra literaria homónima de William Lindsay Gresham publicada en 1946 y adaptada cinematográficamente un año después de manera fidedigna por Edmund Goulding. Del Toro toma ciertas referencias simbólicas de la novela y la adaptación del ‘47 para recrear un universo narrativo y visual que se sustenta en aspectos fantásticos-espirituales para abordar temas universales complejos, incluyendo relaciones paternofiliales, la vida y la aceptación de la muerte.
Esta vez, el director no retrata a criaturas extraordinarias, sino que presenta a un hombre común. Stanton Carlisle (Bradley Cooper) llega casualmente a las instalaciones de una feria ambulante y se siente aliviado de no ser como aquellos seres marginalizados. Esta sombra de aparente superioridad se cierne sobre él a medida que aprende sobre los actos gracias a su ambición y creatividad. A partir de la necesidad de alimento y abrigo, aunado a una inquietante curiosidad por las técnicas que atraen al público a pagar por espectáculos de crueldad física y psicológica, Stan se queda cumpliendo oficios variados.
Cuando conoce a Zeena (Toni Collette) y Pete (David Strathairn) obtiene más de lo que es capaz de dar. Se convierte en aprendiz en el arte del mentalismo. Escucha hasta donde le conviene, porque a pesar de querer indagar sobre todo y todos, cuando él es el centro de atención, la visión de su pasado y su vida temprana es incierta.
El estilo narrativo y la trama se sirven de flashbacks para trasladar al público al incendio de la escena inicial, donde se observa a Stan junto a un anciano al que llama papá. La notoriedad del vínculo padre-hijo enriquece y define gran parte del argumento como elemento conflictivo en la vida de los personajes. Especialmente destaca la manera en que Stan abandona y desaparece, regido por el rencor y el odio, toda posible referencia a su vida familiar. El relato de pérdida y búsqueda, comentado inicialmente por Molly (Rooney Mara) y más tarde por un oficial de policía a quien Stan estafa, evidencia metafórica y religiosamente el andamiaje dramático ante la temprana ausencia de una madre, un padre o un hijo.
La separación familiar, temporal o definitiva, y específicamente, la separación temprana de los hijos de sus figuras paternas, conlleva consecuencias en el corto y largo plazo, las cuales se evidencian en cambios conductuales que perturban drásticamente en la etapa adulta. La ruptura y las alteraciones afectivas con los miembros más cercanos, la vivencia de la indefensión, la soledad y los estados de dependencia permanecen en la interioridad del sujeto, comprendiendo gran parte de los agentes provocadores de psicopatologías en adultos.
Siendo la familia un territorio de confrontación, fragilidad, perdón y esperanza, Stan concientiza estos aspectos que, junto a su atractivo físico y discursivo, se encaminan a conquistar nuevos públicos y escenarios boyantes. Años más tarde, establecido en una pujante y excéntrica ciudad en uno de los hoteles más exclusivos, presenta un espectáculo propio de un estafador de cuello blanco, una actuación que disfraza una lógica minuciosamente aprendida en una inteligencia macabra de dotes y talentos únicos.
La segunda parte de la película demuestra enfáticamente las carencias del ser humano, pues se trata de un ambiente donde uno es estafador o es estafado. La ambición, el poder y la codicia corrompen lo moral y ético.

Tanto la feria como el espectáculo citadino sirven como alegoría de una sociedad en vísperas de la Segunda Guerra Mundial: inquieta e incierta, polarizada entre la miseria y la suntuosidad, en la que el común de la población anhela respuestas esperanzadoras a la realidad colectiva e individual.
Durante uno de los actos de Stan, la Dra. Lilith Ritter (Cate Blanchett) interrumpe la función al tratar de descubrir el método que Stan y Molly utilizan para comunicarse. Valiéndose de sus encantos e intimidando a la espectadora, Stan evita cuestionamientos sobre su técnica. A partir de este encuentro Stan establece una alianza con esta mujer, quien es una exitosa psicóloga que juega un papel fundamental en el desenlace de la película.
Ritter propone a Stan un trato benéfico para ambos, pero para él, la recompensa monetaria es lo importante. El acceso a información confidencial de pacientes mayores, pero poderosos que se encuentran en etapas de duelo y pérdida, conduce a Stan a un punto de no retorno, donde no hay garantías y las consecuencias son irreversibles.
Ahora como médium, Stan conduce a sus clientes a escuchar lo que quieren escuchar y a ver lo que quieren ver, gracias a su capacidad de manipulación y con la consciencia intacta. En la amarga, pero perfecta alianza de dos narcisistas, Lilith indaga en el lenguaje, la apariencia y los recuerdos de infancia de Stan, mientras que él sigue persuadiendo. La única diferencia entre su faceta como paciente y estafador es la manera en que cada persona expresa sentimientos hacia familiares fallecidos.
En los minutos finales, todo lo que Stan parecía controlar, se revela como una ilusión. Un acto de magia que transcurrió lentamente.
Guillermo del Toro dirigió y adaptó esta obra cinematográfica, funcional a su credo de misterio y monstruos, sin mostrar ni una sola criatura irreal. La naturaleza ruin, dañina y egoísta de sus personajes se encarga implícitamente de demostrarlo y hacernos sentir culpables.
La historia del protagonista finaliza de manera particular: su talento para dibujar, su creatividad y la fidelidad de una mujer a la cual no correspondió solo enfatizan su vacío interior, su falta de propósito, su resentimiento y su ambición ciega que al final son su condena física, mental y espiritual. Como le dice Lilith a Stan: “No eres más que un campesino con dientes derechos.”
Nightmare Alley desarrolla los antivalores como el orgullo, la envidia, la codicia y la ira como los temas que impulsan las acciones de los habitantes desgraciados de este mundo, abundante en engaños y falsedades. Este se divide en dos realidades aparentemente distantes: el circo de provincia depresivo y miserable, y la ciudad próspera y cosmopolita. En ambas, todos están cegados por los fantasmas y los monstruos del pasado, sobreviviendo a costa de los tormentos y sufrimientos de los demás. Como mencionó Thomas Hobbes en su obra El Leviatán (1651), el hombre es un lobo para el hombre.

Andhrea es una joven venezolana, estudiante de psicología e ilustradora de moda. Su amor por el cine comenzó desde muy pequeña gracias a su papá, con quien cada noche comparte una película diferente. El mago de Oz (1939) y la trilogía de Regreso al futuro marcaron su infancia. Los aspectos psicológicos le son fascinantes, más allá de los diálogos entre personajes, por eso ama aprender sobre dirección de fotografía y vestuario. Sus películas favoritas son El curioso caso de Benjamin Button (2008), El aviador (2004), La odisea (1997) y Anna Karenina (2012).