Las mejores películas de Sundance 2023
Ha llegado a su conclusión el Festival de Sundance 2023. Con casi 100 películas en su selección, esta edición presentó propuestas cinematográficas no solo de Hollywood, sino de varios rincones del mundo. Se ha vuelto costumbre que salgan de Sundance algunas de las películas que dominan la temporada de premios, como lo fue el año pasado cuando Coda (Sian Heder, 2021) ganó el palmarés a la Mejor película en los premios de la Academia.
En este año, la estafeta está destinada para la ganadora del Gran premio del jurado en la competencia U.S. Dramatic, A Thousand And One de A.V. Rockwell, una mirada de largo aliento sobre una familia afroamericana en Nueva York. De igual forma, la cineasta chilena Maite Alberdi parece encaminada a repetir con La memoria infinita la nominación que obtuvo con El agente topo (2019). Sin embargo, conociendo los gustos volubles de la Academia y la importancia de tener una campaña multimillonaria para obtener uno de sus reconocimientos, es difícil predecir estas nominaciones a más de un año de que ocurran.
Sundance transcurrió alegremente en las heladas montañas de Utah, en el diminuto pueblo de Park City que cada año se transforma de un destino para practicar el ski en nieve a festival de cine de talla internacional. Palomita de maíz tuvo la oportunidad de asistir de forma virtual, gracias a la iniciativa del Instituto Sundance para fomentar la participación de medios internacionales. Agradecidos por este detalle que no tiene ningún otro festival en el mundo, a continuación, enumero mis películas favoritas:
Menciones honoríficas: Divinity (Dir. Eddie Alcazar), Shayda (Dir. Noora Niasari), You Hurt My Feelings (Dir. Nicole Holofcener), Squaring the Circle (The Story of Hipgnosis) (Dir. Anton Corbijn) y Animalia (dir. Sofia Alaoui).
15. La memoria infinita
Dir. Maite Alberdi
Siguiendo las vidas del matrimonio conformado por Augusto Góngora y Paulina Urrutia, el primero comunicador diagnosticado con Alzheimer y ella actriz y ahora cuidadora de su marido, la directora chilena Maite Alberdi regresa a la temática de su filme anterior, la vejez. A través de grabaciones caseras, intercaladas con pietaje de archivo que muestra la labor periodística de Augusto, Alberdi articula un relato de pequeñas dimensiones, confinado casi en exclusiva a la casa habitada por ambos.
Conociendo de primera mano los estragos ocasionados por esta enfermedad neurológica, La memoria infinita captura ese desliz de la realidad que es correspondido por los intentos frenéticos en vano de los que rodean al afectado, quienes creen que pueden traerlo de vuelta. Hay algo de romanticismo trágico en este filme, así como un homenaje a un comunicador que irónicamente luchó por preservar la memoria de las desapariciones durante la dictadura de Pinochet. Conmovedora hasta las lágrimas por la solidez del vínculo entre Paulina y Augusto, La infinita memoria hará pensar a más de uno “¿quién para?”.
14. Drift
Dir. Anthony Chen
Cynthia Erivo interpreta a Jacqueline, una mujer que vive en una isla griega, pero no como turista. Oscurecidos su pasado y la forma en la que llegó allí, Drift presenta su día a día, tratando de sobrevivir en las calles. Robar de aquí y allá, pedir dinero, ocultar las pertenencias para que nadie se las robe, etc. Las cosas cambian con la aparición de Callie (Alia Shawkat), una sonriente guía de turistas con quien entabla una amistad. De corte naturalista y por gran parte de su duración sumida en el silencio, la película es un día de campo para Erivo, cuyos pasos seguimos a cada minuto, inseguros de lo que hará después.
Su comportamiento errático, tímido y grosero representa el trauma que Jacqueline carga a cuestas, pasado que Chen introduce en forma de flashbacks. Estos, si bien satisfacen el morbo de saber lo que le ocurrió, salen sobrando porque Erivo comunica de forma lograda el pasado que la atormenta, encontrando en Shawkat un rostro sonriente y solidario. Drift no toma un camino fácil para llegar a su destino y, gracias a la química entre Erivo y Shawkat, pero sobre todo la actuación de la primera, destaca de entre los dramas vistos en Sundance.
13. Sorcery
Dir. Christopher Murray
En 1881, en la isla de Chiloé, al sur de Chile, Rosa (Valentina Véliz Caileo), una niña indígena de 13 años, presencia el asesinato de su padre a manos de un colono alemán. Desamparada y con hambre de justicia, entra en contacto con La recta provincia, un grupo de resistencia huilliche (la etnia indígena de la isla) liderado por Mateo (Daniel Antivilo).
Más un relato de recuperación de la identidad que uno de venganza, Sorcery presenta el largo camino que Rosa recorre para reafirmar una idea del yo, es decir, descolonizarse a sí misma. Alienada de sus raíces indígenas (es católica y recita el Padre nuestro en alemán), Rosa descubre el mundo al que le había dado la espalda. Sin caer en el realismo mágico que equipara la piel morena con los poderes mágicos, Sorcery construye una atmósfera siniestra de silencios inquietantes, días lluviosos y bosques oscuros. Su recreación histórica me recordó a La bruja (Robert Eggers, 2015): plausible, inclemente y sin consideraciones anacrónicas para su personaje femenino central.
Sorcery tal vez llegue a decepcionar a algún despistado que la confunda con una venganza decimonónica tipo John Wick, pero el filme de Christopher Murray me ha parecido un thriller espléndido sobre la colonización internalizada y la resistencia indígena frente a la autoproclamada civilización (al respecto véase también Blanco en blanco de Theo Court, 2019, situada en los confines de Sudamérica). Un título imperdible.
12. Sometimes I Think About Dying
Dir. Rachel Lambert
En Sundance abundan los dramas desgarradores que abordan temas sociales y las comedias románticas de manufactura caprichosa. Por ello, la premisa de Sometimes I Think About Dying no es sorpresa: una oficinista (Daisy Ridley) callada parece salir de su caparazón ante la llegada de un nuevo colega (Dave Merheje). A pesar de todo, me fue casi imposible resistirme a la puesta en escena de Rachel Lambert, cuyas imágenes van y vienen entre la disociación diurna imaginativa y la soporífera labor oficinista.
Daisy Ridley está entregada a su papel como Fran, la mujer joven que solo anhela comer una rebanada de pan embarrada de queso cottage. En control de su cuerpo y de emociones frías, su energía se vuelca en los extraños sueños que tiene a lo largo del día (un tanto inquietantes, un tanto absurdos, influidos por la estética del backroom). Muy a su pesar, es conducida fuera de su zona de seguridad por el nuevo compañero de trabajo.
Lo que sigue podría haber seguido la fórmula de la comedia romántica indie: huyen juntos o encuentran algún otro tipo de liberación catártica. En cambio, Sometimes I Think About Dying captura la dificultad de conectar con el otro, ya ni siquiera en un nivel romántico, sino amistoso. Lambert presenta a la perfección la alienación que nos aísla cada espacio que habitamos, contrastando la bulla oficinista (muy en la vena del humor incómodo de Michael Scott de The Office) con la seriedad de Ridley, quien comunica esa sensación de pánico frente a la novedad, de encerrarse en uno mismo para evitar involucrarse con el mundo y de anhelo por la soledad como alternativa a la ansiedad social.
11. Birth/Rebirth
Dir. Laura Moss
Una enfermera (Judy Reyes) y una patóloga forense (Marin Ireland) conforman una familia peculiar después de que la segunda revive a la hija (A.J Lister) fallecida de la primera en este filme inspirado em Frankenstein o el moderno Prometeo de Mary Shelley. Adquirida por la plataforma de streaming especializada en cine de terror Shudder, Birth/Rebirth es un thriller macabro en el que el amor y la ciencia unen fuerzas para mantener la vida de una niña, cueste lo que cueste.
Reyes encarna el amor, mientras que Ireland la frialdad científica, formando una pareja dispar que debe trabajar junta en contra de su voluntad. El filme de la debutante Laura Moss postula la pregunta mil veces repetida, “¿hasta dónde estás dispuesto a llegar para proteger a un ser amado?”, pero lo hace de manera elegante, impulsándose por las actuaciones de Ireland, Reyes y la pequeña A.J. Lister. Entre ellas destaca Ireland porque le imprime un sello propio a su personaje, una protagonista desagradable que, en su obsesión por encontrar la cura contra la muerte, se olvida del mundo de los vivos. Entre la puesta en escena visceral de Moss, que no le teme a lo repulsivo, y el estupendo juego entre Reyes y Ireland, me parece que Birth/Rebirth es capaz de superar sus limitantes.
10. Mamacruz
Dir. Patricia Ortega
Una mujer de la tercera edad redescubre una faceta de su vida que creía muerta tiempo atrás: su sexualidad. Un poco en la tónica de Good Luck To You, Leo Grande (Sophie Hyde, 2022) que fascinó a propios y extraños en la edición del año pasado, pero con su propia personalidad, Mamacruz es un estudio de su personaje central, Cruz (Kiti Mánver), una abuela que viste santos, cría a su nieta en una tranquila ciudad española y ve pornografía a escondidas.
Muchas cosas hacen que Mamacruz sobresalga, entre ellas el imaginativo sentido visual utilizado por Patricia Ortega, directora, y Fran Fernández-Pardo, director de fotografía, que captura con tino la dirección de arte a cargo de Toñi Parrales. Preciosista y repleta de sensualidad, la puesta en escena de Mamacruz encuentra su complemento en Kiti Mánver, entregada a una exploración honesta de la sexualidad de su personaje. Mamacruz representa el deseo femenino, pero también la sororidad, de forma saludable y honesta, y queda la esperanza de que provoque más de una conversación entre los integrantes de un matrimonio.
9. Cassandro
Dir. Roger Ross Williams
Gael García Bernal encarna un relato basado en hechos reales en Cassandro, una historia de éxito atípica y una de las películas más entrañables del festival. Con una actuación atlética y carismática, como salida del cine mudo, García Bernal se transforma en el luchador gay que conquistó el mundo de la lucha libre, llegando a enfrentarse al Hijo del Santo.
A diferencia de Radical, que también adapta hechos de la vida real en aras de crear un relato de ligereza optimista, en Cassandro el encanto se halla naturalmente. García Bernal desaparece en el papel central a través de brincos, guiños a la audiencia, golpes a mano abierta y volteretas en el cuadrilátero. Junto a Lady Anarquía (Roberta Colindrez) y su madre Yocasta (Perla de la Rosa), Cassandro asciende en los circuitos de lucha, batallando contra las reglas no escritas de la lucha libre, el amor que debe mantenerse secreto y su propio pasado. Cassandro construye un mito en torno al luchador de la vida real, omitiendo, añadiendo y tergiversando su historia, pero toda consideración verídica queda en segundo lugar al término de la película. Cassandro nos regala un héroe popular que queremos apoyar.
8. Fremont
Dir. Babak Jalali
Fremont es otro filme que podría haber clasificado como un cliché más: una inmigrante afgana en un pequeño pueblo estadounidense trata de superar los problemas que trae a cuestas de su país de origen. Afortunadamente, el director anglo-iraní Babak Jalali sale avante con ayuda de una puesta en escena que utiliza el absurdismo para sacar a relucir su humanismo. El resultado es una comedia sencilla, pero efectiva.
Fotografiada en blanco y negro, Fremont se ve y parece como una película de otro tiempo (hecho subrayado por el formato de 4:3 de la imagen). El filme se mueve a su propio paso a través de San Francisco, California, donde Donya (Anaita Wali Zada) trabaja en una fábrica de galletas de la suerte hechas a mano, en la cual es ascendida a escritora de los mensajes (empleo muy cinematográfico, si me preguntan). Zada, una inmigrante afgana y actriz no profesional, carga con el peso de la película sobre sus hombros, una proeza si tomamos en cuenta que no hay escena en que esté ausente, además de que es su primera película.
Donya no es una mujer frágil a pesar de su soledad, ni irascible a pesar del insomnio que la atormenta. Sabe lo que quiere y lo que quiere es terapia, aunque sea con el mediocre terapeuta burócrata interpretado por Gregg Turkington. Es así como, a través de las conversaciones casuales, Fremont toma forma, una exploración libre y caprichosa de una mujer que quiere ser feliz en la tierra del dólar.
7. The Eight Mountains
Dir. Felix von Groeningen y Charlotte Vandermeersch
La amistad es el tema central de The Eight Mountains, la cual sigue la relación fraternal que surge entre Bruno (Alessandro Borghi) y Pietro (Luca Marinelli), quienes se conocen como niños, dejan de verse un tiempo y recuperan su amistad para construir una casa en los Alpes italianos. Con el paso del tiempo, comienzan a separarse, pero siempre mantienen ese recordatorio construido en piedra.
Las montañas son el hilo conductor de esta épica sobre la amistad, pues mientras Pietro remonta las montañas conquistadas por su padre (Filippo Timi), Bruno se dedica al trabajo de sus antepasados, la producción artesanal de queso. En The Eight Mountains, la belleza alpina no es el foco principal, sino el contacto humano, entre padre e hijo y entre camaradas. El tiempo pasa y las montañas permanecen, al igual que la amistad entre Pietro y Bruno. Groeningen y Vandermeersch realizaron una película de melancolía bucólica, en la que las conexiones humanas es lo único que se tiene.
6. Kim’s Video
Dir. David Redmon y Ashley Sabin
Una colección de 55 mil películas que solían adornar los estantes de Kim’s Video, un legendario videoclub en Manhattan, son encontradas olvidadas y pudriéndose en una isla del Mediterráneo en Kim’s Video, documental del dúo conformado por Redmon y Sabin. Inaugurada la colección por un inmigrante coreano convertido en magnate del lavado en seco, la colección contaba entre sus usuarios a cineastas como los hermanos Coen (que acabaron debiendo $600 dólares en retornos vencidos) y alcanzó nivel de culto, pues el hacendoso señor Kim recolectaba películas raras de todo el mundo a través de sus contactos en las Naciones Unidas (reza la leyenda).
Redmon y Sabin rastrean la colección hasta Sicilia, donde un político de dudosa reputación, la mafia siciliana y un puñado de servidores públicos mediocres tienen la colección en el más oprobioso olvido. Es en ese momento que Kim’s Video deja de ser un documental y se transforma en una labor de activismo con tintes de arte performativo, llegando hasta el punto de montar una película con el objetivo de robar lo más que se pueda de la colección. Con un estilo directo, de cámara en mano, voz en off y sin miedo a las confrontaciones (recordando un poco a Michael Moore), Kim’s Video urde un relato intrigante impulsado por el amor al séptimo arte (hambre que nunca puede saciarse). Es un documental ocurrente y propenso a la improvisación (el filme está musicalizado por un guardia de seguridad que los directores conocen en Sicilia).
Su justicia restaurativa es bienvenida en estos tiempos oscuros, pues subraya la importancia mayúscula del coleccionismo cinéfilo, que en la era del streaming y la renta y venta digitales está siendo abandonado. Qué daría el que escribe estas líneas por echarle un ojo a colección tan extensa.
5. Other People’s Children
Dir. Rebecca Zlotowski
Rachel (Virginie Efira) es una maestra de preparatoria propensa a olvidar las cosas y a llegar tarde a las reuniones. Ella encuentra el amor en los brazos de Ali (Roschdy Zem), cuya hija le hace pensar en iniciar una familia propia, intención que se vuelve acuciante cuando su ginecólogo le advierte que no le queda mucho tiempo para hacerlo. Así, con el reloj en contra, Rachel hace malabares para obtener lo que quiere.
Esta comedia de Rebecca Zlotowski se adentra en la psique femenina para explorar los deseos maternales, ahora más que nunca, con frecuencia abandonados. Su protagonista cree que lo tiene todo (un trabajo y una pareja que adora), pero de alguna forma la maternidad se le presenta como una montaña no conquistada. Contrario a la espiral de ansiedad que provocaría en una trama hollywoodense, Zlotowski respeta a sus personajes lo suficiente como para dejarlos examinar sus sentimientos. Así, Rachel no parece una caricatura de sí misma por su súbito deseo por la maternidad. No es que le haga falta, solo quiere adicionarlo a su vida de por sí perfecta.
Hay que decir algo respecto a la actuación de Efira, cuyo personaje se encuentra en el opuesto diametral de la última película en la que la recuerdo (Benedetta de Paul Verhoeven), pero que retiene una característica de todo gran intérprete de la pantalla grande: una presencia gigantesca a cuadro. Efira le imprime el encanto desfachatado a su actuación como la distraída maestra de preparatoria, inteligente y de fácil sonrisa. Es gracias a su magnetismo que el filme transcurre tan suavemente y es la imagen de Rachel con sus rubios rulos la que persiste en la imaginación después de su término. No es un logro pequeño el realizar una comedia con tintes románticos sobre una mujer que roza los 40 años y piensa en tener hijos, si uno se pone a pensar al respecto. Ante todo, en la puesta en escena de Zlotowski brilla el encanto humano de las relaciones interpersonales, una complejidad ineludible en la que, como cantaba Mick Jagger, no siempre obtienes lo que quieres.
4. Mutt
Dir. Vuk Lungulov-Klotz
Una de las sorpresas inesperadas de Sundance fue Mutt del debutante Vuk Lungulov-Klotz. La película cuenta el ajetreado día de Feña (Lio Mehiel), un hombre trans, durante el cual se reencuentra con su exnovio, a quien no ha visto desde su transición, se reconecta con su media hermana y recibe a su padre que lo visita desde Chile. Esta pequeña película tiene la que es, a mi parecer, la mejor fotografía del festival. A cargo de Matthew Pothier y en el formato de 4:3, las imágenes de Mutt se caracterizan por una minuciosa composición de poca profundidad y texturas casi táctiles, realzando la soledad acompañada de Feña en Nueva York, ciudad que parece hogareña a través de la lente de Pothier.
Mutt recibió el premio del Jurado en el rubro de actuación, reconocimiento merecido por la actuación de Mehiel como un hombre trans que, tras años de rechazo, ha desarrollado una ácida personalidad que trata a regañadientes de reestablecer las conexiones que tiempo atrás había cortado. Mehiel es dinámico, expresivo y encantador, aunque refunfuñe a cada oportunidad.
La película es una aventura en la ciudad en la que todo le sale mal al protagonista, pero el guion de Lungulov-Klotz no se detiene en la rabia contenida del presente, sino que articula un drama íntimo en el que Feña tiene oportunidad de enmendar relaciones que creía perdidas. Con esperanza, buen ánimo y planos imaginativos de urbana belleza, Mutt fue una de las mejores películas de este festival.
3. A Thousand and One
Dir. A.V. Rockwell
Me alegra informar que la película ganadora del Gran premio del jurado en la competencia estadounidense es tan buena como la pintan. Un tanto cercana a Moonlight (Barry Jenkins, 2016), A Thousand and One de la debutante A.V. Rockwell es una crónica de larga duración sobre una exconvicta que cría a un huérfano como si fuera suyo en el barrio de Harlem, comenzando en 1993 y terminando en 2005. La maternidad y la gentrificación van de la mano en este filme, siendo el año de 2001 el que carga la balanza en contra de esta familia afroamericana.
Inez (Teyana Taylor) sale de la cárcel y, convencida de su buena obra, se lleva a vivir a un niño consigo con la esperanza de construir un hogar familiar y rectificar su camino. A Thousand and One transcurre en las calles donde Terry (primero interpretado por Aaron Kingsley Adetola, después por Aven Courtney y finalmente por Josiah Cross) vive sus primeros pasos. La ciudad cambiante de Nueva York se convierte en un personaje tanto como Inez o Terry, y el paso del tiempo y las políticas de sus alcaldes son comunicadas través de noticieros radiofónicos en la diégesis. En todo momento sentimos lo frágil de la vida de ambos, algo que Rockwell logra sin poner la violencia de manifiesto, pero allí se encuentra como amenaza en todo momento. La directora prioriza la elegancia narrativa y el relato fluye sin prisas a lo largo del tiempo, alcanzando su clímax dramático al mismo tiempo que el barrio pierde todo tipo de identidad histórica.
A Thousand and One presenta la experiencia afroamericana como el punto central de su relato y, a través de Inez y Terry, aprendemos sobre las dificultades que enfrentan en una ciudad cada vez más paranoica en el nombre de la seguridad pública. El drama familiar es poderoso, pues las respuestas nunca satisfarán las preguntas que el desenlace despierta y no hay mejor metáfora que situar este momento formidable en un departamento que se cae a pedazos. Es un trabajo impresionante.
2. Passages
Dir. Ira Sachs
Franz Rogowski es un torbellino de sentimientos, pasiones y comportamiento obtuso en Passages del director estadounidense Ira Sachs. Completado el elenco estelar por los pesos pesados (y hermosos) del cine europeo, Ben Whishaw y Adèle Exarchopoulos, esta película fue una de las mejores debido a la magnética actuación en su centro.
La representación de un tormentoso triángulo amoroso en realidad oculta un estudio del narcisismo y la creatividad. Thomas (Rogowski), un exitoso director de cine, vive sus días con intensidad. Exigente con sus actores y amante de la vida nocturna, se aleja cada vez más de su esposo Martin (Whishaw), un impresor que disfruta la vida intelectual parisina. Después de que Thomas comienza una aventura con Agathe (Exarchopoulos), se desencadena el errático comportamiento de Thomas, en un ir y venir fornicatorio gloriosamente explícito. La hipnótica actuación de Rogowski hace que sea imposible quitarle los ojos de encima y mucho menos amarlo y odiarlo simultáneamente. Sachs no permite que nada se le salga de las manos y, a pesar de las pasiones en juego, el filme nunca es descarriado por el dramatismo a cuadro.
1. Eileen
Dir. William Oldroyd
No me esperaba que un filme noir ambientado en la década de 1950 en el que Anne Hathaway interpreta a una rubia liberada en el invierno noreste estadounidense se convirtiera en mi película favorita del festival. Tal vez se debió a la mayúscula fotografía de Ari Wegner, de sombras profundas, rojos vivos y rica textura fílmica; o a la acertada actuación de Thomasin McKenzie como la titular Eileen, de pocas palabras, pero de viva imaginación, que contrastaba con el descarado personaje encarnado por Anne Hathaway, una doctora en psicología que hace lo que quiere.
Me inclinaría a pensar que todos estos elementos hacen de Eileen la película más destacada de Sundance, pues bajo la dirección de William Oldroyd (Lady MacBeth), se conjugan en una propuesta de cine negro que, a través de un lenguaje visual certero y directo, coloca al espectador en una montaña rusa de emociones, culminando con una liberación femenina nada ortodoxa. Tal vez algunos resientan lo seco de sus diálogos y las decisiones creativas que sigue la trama, pero me parece que Eileen tiene una coherencia narrativa y una cohesión fabulosa entre la página escrita y la imagen. En estos momentos en los que todas las películas sienten la obligación de durar más de 150 minutos que ni de lejos se justifican, la parquedad de Eileen es más que bienvenida.

J. Alejandro Becerra es un cinéfilo de opiniones controvertidas. Fundamentalista de Scorsese, se decanta por el cine hollywoodense, pero se empeña por descubrir películas de alrededor del mundo. Aunque estudió Historia en la universidad, le encantaría dedicarse a escribir sobre cine de tiempo completo. No se pierde los Óscares aunque le diga a todos que los odia. Entre sus películas favoritas están Rebecca, Carol, Cléo de 5 à 7, Casino y The Tree of Life. No lo admitirá, pero llora cada vez que mira el final de Porco Rosso. Es un ferviente fanático de Jessica Chastain y Oscar Isaac, y cuenta los días para verlos ganar sus Óscares. Actualmente se dedica a discutir en Twitter con extraños y a aprender sobre marketing digital.