Las 10 mejores películas de FICUNAM 13
Llegó a su fin otra edición de FICUNAM, el festival de cine que se lleva a cabo en la capital mexicana bajo el patrocinio de la Universidad Nacional Autónoma de México. De entre sus cientos de películas, cortometrajes, presentaciones, conversaciones y conferencias magistrales, Palomita de maíz asistió a unas cuantas funciones memorables.
A continuación, nuestro recuento de lo mejor que vimos en este festival conocido por sus guiños hacia el cine experimental, pero, sobre todo, al aspecto artístico del séptimo arte.
Cielo rojo (Rotter Himmel)
Dir. Christian Petzold
Sabemos qué esperar de Petzold: un romance tórrido nacido en un contexto adverso en el que el sacrificio de uno de los amantes es inevitable. Por ello es por lo que Cielo rojo me pareció tan sorprendente, pues comienza como una comedia sobre la emasculación metafórica de Leon (Thomas Schubert), un escritor gruñón que veranea junto a su amigo Felix (Langston Uibel) en una cabaña junto al Mar Báltico. Rodeados por la emergencia de los incendios forestales, entablan una amistad con Nadja (Paula Beer) y Devid (Enno Trebs) en la que sale sobrando Leon, quien parece incapaz de terminar su manuscrito.
Esta comedia ligera balancea la amargura de Leon con la naturalidad de Felix, la amplia sonrisa de Nadja y el andar musculoso de Devid, pero alcanza su pináculo dramático cuando las llamas cercan la cabaña de verano. Petzold mantiene el control de la dramaturgia, ahondando primero en lo que parece un clásico protagonista coeniano (alguien menos interesante e inteligente de lo que él mismo cree) en un entorno cómicamente contrario a su ser, pero transforma los últimos minutos en poesía pura, inaugurando la calcinante tragedia con un poema recitado por Nadja que parece contener la perspectiva petzoldiana sobre el amor: este conduce a la muerte.
Honor de cavalleria
Dir. Albert Serra
Albert Serra, el cáustico director catalán, fue objeto de una retrospectiva en este FICUNAM 13 y, a pesar de que solo pude ver una de sus películas (desafortunadamente uno no puede partirse en dos), estoy de acuerdo en que es uno de los directores más interesantes de la actualidad. Enemigo acérrimo del cliché, que evita a toda costa mediante un método de trabajo único, se basa en partes iguales en la intuición, la improvisación y la cuidadosa planeación.
Honor de cavalleria, su primer largometraje, da cuenta que, desde sus inicios, ya traía a cuestas las nociones cinematográficas que le colocarían en una posición privilegiada. En esta adaptación libre de El Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra no vemos a cuadro las aventuras que conocemos de este personaje. Más bien, toda la puesta en escena imagina los momentos que no aparecen en el libro, por así decirlo, entre cada capítulo.
¿Qué hacían Sancho y el Quijote mientras Cervantes no les prestaba atención? El resultado es un filme lírico e íntimo en el cual la relación entre ambos hombres se estrecha a través de las acciones más mundanas posibles. Destaca una larga secuencia en la que ambos descansan en un río, nadando, platicando, comiendo, compartiendo experiencias, en fin, realizando acciones que tienen poca carga dramática, pero, en su conjunto, ofrecen un cuadro naturalista y sin pretensiones de dos personajes que no pueden concebirse sin un grado de pedantería idolátrica (entendible si recordamos que El Quijote de Cervantes es el texto fundamental de nuestra lengua). Llamarla refrescante es un efemismo.
Me sorprendió la claridad de la visión artística de Serra, pues desde el inicio su cine se caracteriza por su anti narrativa que, sin contar una historia, delinea de cuerpo entero a sus personajes. Honor de cavalleria es un cine que existe en los márgenes de la narración, que vive en la elipsis, es decir, en las partes de la historia que normalmente se omiten.
Human Flowers of Flesh
Dir. Helena Wittman
En las soleadas aguas del Mar Mediterráneo transcurre este largometraje de Helena Wittman, en el cual se abandona toda pretensión narrativa. En cambio, las viñetas – cada plano está exquisitamente compuesto por Wittman, quien funge como directora de fotografía – de la vida en el mar están unidas por la soledad contemplativa de la tripulación de un barco y su capitana Ida (interpretada por Angeliki Papoulia), así como por la extraña fascinación de esta última por la Legión Francesa y sus cuarteles desperdigados entre Marsella, Córcega y Argelia, ocasión que Wittman aprovecha para trazar un vínculo intertextual con el clásico de Claire Denis Beau Travail (1999).
Entre el vasto mar azul, los puertos concurridos y los hombres sujetos a la disciplina marcial bajo una institución perteneciente a un mundo olvidado, Human Flowers of Flesh escapa de cualquier interpretación de esas que acostumbramos a hacer tan pronto salimos de la sala (“X significaba Y, por lo tanto, podemos decir que es una película sobre el duelo/trauma”). Sin caer en el radicalismo artístico de, por ejemplo, Marguerite Duras (cuyos filmes disfrutamos en esta edición), Wittman innova tras la cámara en su segundo largometraje al pedir que, al igual que los miembros de la tripulación de la melancólica Ida, nos dejemos llevar por el viento cálido que sopla desde la pantalla.
India Song
Dir. Marguerite Duras
Una de las películas que avivaron mi amor por el cine, o que, más bien, me abrieron los ojos a las posibilidades del cine más allá de Hollywood fue Hiroshima mon amor (Alan Resnais, 1959) durante una retrospectiva de la Nueva ola francesa en la Cineteca Nacional de México. En ese entonces, las palabras recitadas por el personaje de Emanuelle Riva me conmovieron profundamente. En esta edición de FICUNAM, a pesar de que el filme de 1959 no figuró entre las proyecciones, retorné a ella a través de las películas que Marguerite Duras (guionista de aquella) realizó como directora.
En India Song (1975) reconocí esa chispa pasional que antaño me había afectado tanto. No obstante, no es la familiaridad de su lenguaje poético y perdidamente romántico lo que me atrapó de ella, sino la forma revolucionaria del cine de Duras. Están ausentes los planos, contraplanos, juegos entre plano general y primeros planos.
En cambio, las imágenes sorprenden por su delicada frialdad, composiciones cuidadosas que en algo recuerdan al posicionamiento de los cuerpos dentro del cuadro que realizaba Sven Nykvist en sus numerosas colaboraciones con Ingmar Bergman, pero que a la vez nada tienen que ver con el naturalismo de las películas de aquellos. Duras y su cinefotógrafo Bruno Nuytten elaboran una especie de obra teatral en la que las voces fuera de cuadro conforman una especie de coro griego, como si el espectador se situara a escuchar los cuchicheos de los asistentes a una fiesta sobre la esposa del vicecónsul francés en la India (Delphine Seyrig).
El vestuario lujoso, los escenarios sobrios, la coreografía precisa, la elegancia abúlica, las voces que ocupan cada minuto en contar la tragedia del amor no correspondido (y la del correspondido), la pasión que se convierte en arrebato, la melodía titular que se repite una y otra vez y nunca pierde su fuerza seductora, hacen de India Song una experiencia sonora y visual que, a lo largo de 120 minutos, me dejó con la boca abierta.
La colonial
Dir. David Buitrón
Este documental de límpidas imágenes en blanco y negro sobre un refugio de hombres en la zona centro de la Ciudad de México es un deleite puro que le presta voz a los trabajadores de las calles que reflexionan, bromean, se agarran de bajada mutuamente, cocinan y ríen juntos como único remedio frente a la carestía.
Auspiciados por el minucioso empleado del mostrador, habitan este refugio temporal como su hogar y el escenario de sus vidas y sueños. Bajo la mirada humanista de David Buitrón parecen de gestos tiernos, hasta los más desvergonzados. Basta con observarlos mientras miran El rey del barrio (Gilberto Martínez Solares, 1950) para apreciar el homenaje que hace Buitrón del encanto de estos hombres empobrecidos, pero no atribulados. Merecedor de dos premios en la sección Ahora México, me quedo con la sencillez de su puesta en escena y el infinito carisma de sus sujetos.
M20 Matamoros Ejido 20
Dir. Leonor Maldonado
Una polvareda a las afueras de Matamoros en el norte de México alberga el ritual semanal de un grupo de jóvenes y no tan jóvenes. Al ritmo de tambores a compases dispares brincan de un lado a otro, agitando en sus manos instrumentos rítmicos cuyo accionar parece ser la fuente de su inagotable movimiento.
Una excepcional secuencia de baile inaugural sería suficiente para colocar a M20 Matamoros Ejido 20 entre mis películas favoritas de FICUNAM 13, pero la directora mexicana Leonor Maldonado complementa su largometraje documental con el retrato de una ciudad y una generación de hombres atrapados entre la espada y la pared en la zona limítrofe con Estados Unidos. Bailando con la imagen de San Judas Tadeo entre los dientes, o a cuestas, y con los amigos que tienen la fortuna de seguir vivos es que Rigo, la figura que Maldonado sigue a ambos lados de la frontera, ahuyenta los fantasmas de los camaradas caídos en el camino, de aquellos que fueron a dar a prisión y de aquellos que inevitablemente se irán sin nunca regresar. Audaz ejercicio fílmico.
Moretones
Dirs. Daniel Ulacia Balmaseda y Ginan Seidl
Una ilustración acompasada de aquello que Alejo Carpentier calificó como lo “real maravilloso” como característica única de América Latina: en la Costa Chica de Guerrero, entre las poblaciones afromexicanas, se piensa que ciertas personas tienen un doble entre los animales salvajes de la región. La melancolía atraviesa este documental en el que el desarrollo económico de una región históricamente marginada amenaza uno de sus rasgos culturales más peculiares.
Siguiendo la labor de ancianos, pescadores y granjeros, Moretones se sumerge allí donde pervive el misterio de la naturaleza, donde la vida y la muerte están enlazadas y donde las tradiciones se enfrentan a la extinción, pues no queda nadie que las ejerza. Moretones puede parecer como una simple ilustración etnográfica de la región, pero lo hace con una sensibilidad artística (la secuencia inicial es nada menos que magnífica) que indaga en los hombres y las mujeres que retrata, escuchando sus voces y siguiendo sus pasos.
Nous, étudiants!
Dir. Rafiki Fariala
Este simpático documental de la República Central Africana retrata a cuatro amigos que están en la recta final de sus estudios universitarios y solo tienen en la cabeza un pensamiento: ¿cómo sacar adelante a su país atrasado y corrupto?
El director Rafiki Fariala – él mismo un estudiante – filma a sus amigos mientras asisten a clases, estudian para sus exámenes, se meten en problemas y discuten sobre las distintas formas en las que pueden hacer valer sus estudios para mejorar su país. La puesta en escena está impregnada del carisma africano de sus jóvenes protagonistas y las canciones de conciencia social son realizadas por su director. Todo esto no hace sino hacer que nos encariñemos con estos aplicados estudiantes que subsisten en las condiciones más difíciles, en dormitorios ruinosos, sin dinero ni certeza sobre su futuro.
Scarlet
Dir. Pietro Marcello
La película más hermosa (al lado de India Song de Marguerite Duras) de FICUNAM 13 corresponde a este cuento bucólico francés firmado por Pietro Marcello. Situada en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial, Scarlet recupera, entre las imágenes producidas con filme de 16mm y el pietaje de archivo de la época, algo de la magia del viejo continente, de sus calles empedradas, arroyos ocultos y canciones al alba.
El ebanista Raphäel (Raphäel Thierry), su hija Juliette (Juliette Jouan) y la mujer que los acogió (Noémie Lvovsky) salen adelante a pesar de las adversidades en esta fantasía a ratos musical, pero siempre hermosa. Entre claroscuros e imágenes compuestas como si se tratara de una pintura de Rembrandt, la fábula nada ingenua de Marcello toma forma como un drama de época con toques de inocencia, una verdadera maravilla que encuentra la poesía en las manos artesanas de Raphäel y las canciones anhelantes de Juliette.
Tótem
Dir. Unidad de Montaje Dialéctico
Tótem fue una de las sorpresas definitivas de este FICUNAM 13. A partes iguales un ensayo sobre la crisis de desapariciones en México, una fábula que mira hacia el futuro del país y un ejercicio experimental de imágenes como metáforas, sus hallazgos en estos frentes arrojan luz sobre la crisis que se esconde detrás de la arriba mencionada: la referente al sentido de identidad, ligada a aquellos símbolos que nos unen culturalmente como nación.
Adicionalmente, las imágenes – la gran mayoría de archivo –no fungen como soporte directo de las palabras, sino como posibilidad de reflexión, como metáfora. No confunde, sino ilumina de forma especial. Tótem puede ser la película más aparentemente sencilla del festival (compite también por este título el cortometraje de Saodat Ismailova, Zukhra, que consta de un solo plano), pero su fuerza intelectual es innegable, al igual que su audacia visual.

J. Alejandro Becerra es un cinéfilo de opiniones controvertidas. Fundamentalista de Scorsese, se decanta por el cine hollywoodense, pero se empeña por descubrir películas de alrededor del mundo. Aunque estudió Historia en la universidad, le encantaría dedicarse a escribir sobre cine de tiempo completo. No se pierde los Óscares aunque le diga a todos que los odia. Entre sus películas favoritas están Rebecca, Carol, Cléo de 5 à 7, Casino y The Tree of Life. No lo admitirá, pero llora cada vez que mira el final de Porco Rosso. Es un ferviente fanático de Jessica Chastain y Oscar Isaac, y cuenta los días para verlos ganar sus Óscares. Actualmente se dedica a discutir en Twitter con extraños y a aprender sobre marketing digital.