La anguila: el amor y el desamor en el Japón de los 90
La anguila (う な ぎ, Unagi) es una película japonesa dirigida por Shohei Imamura. Probablemente algunos de los entendidos en el cine asiático lo recuerden por cintas como La balada de Narayama (1983) o La venganza es mía (1980). La anguila compartió la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes de 1997 con Taste of Cherry y obtuvo el premio Kinema Junpo (otorgado por la revista del mismo nombre a lo mejor del cine japonés) de 1998 a la mejor película del año.
La anguila está basada en la novela En libertad condicional de Akira Yoshimura, la cual a su vez se basa en la historia real de Yoshie Shiratori, un hombre que escapó de prisión múltiples veces y que es visto en Japón como una especie de antihéroe que lograba salirse con la suya.
La película sigue la vida de Takuro Yamashita (Kōji Yakusho), quien por una carta anónima se entera que su esposa le es infiel. Un día regresa a casa temprano para encontrar a su esposa con otro hombre. En un ataque de ira mata a ambos y luego se entrega a la policía. Esta secuencia mezcla el erotismo y la violencia con una escena de sexo casi explícito y una violencia artística en la que las sombras son las principales protagonistas.
Takuro se entrega a la policía, cubierto de sangre, con el color rojo predominando en la escena. Su historia sigue cuando es liberado de prisión junto con su mascota, una anguila a la que cuidó mientras estaba recluido. Lejos de Tokio, en la prefectura de Chiba, Takuro abre una peluquería, a la cual acuden un variopinto grupo de clientes:
- Yuji Nozawa (Show Aikawa), un chico rico que se pasa el día bebiendo saque y charlando con Takuro y el resto de los clientes.
- Jukichi Takada (Fujio Tokita), un pescador local que invita a Takuro a pescar por las noches.
- Etsuko Ichihara (Tomorô Taguchi), un repartidor convencido de la existencia de los Ovnis.
- Keiko Hattori (Misa Shimizu), una mujer a quien Takuro salva de un intento de suicidio y que se obliga a sí misma a trabajar en la tienda como retribución.
Los personajes son caricaturas del Japón de los 90, construidas para reflejar algunos de los grandes problemas contemporáneos de la llamada década perdida, en donde los problemas económicos y sociales iban apareciendo en un Japón que hasta entonces había sido muy conservador.
Cada uno juega un papel, Jukichi Takada representa la tradición, junto con el juez que vigila a Takuro, un budista practicante. Yuji Nozawa es el reflejo de la descendencia del Japón exitoso de los 60 y 70 que tuvieron que rehacer el país pero que se perdieron en su propio éxito. Keiko Hattori es el rencuentro entre la sensualidad y el amor que sigue siendo tabú en el Japón contemporáneo. Finalmente, Etsuko Ichihara es el rostro del Japón en donde los buenos empleos y el crecimiento eran solamente una ilusión.
La película hace énfasis en la cotidianidad y en el deseo de Takuro por permanecer oculto y sin relevancia. Su deseo es ser castigado con la soledad, de ahí que, él siempre termine rechazando los intentos afectivos de Keiko. En la historia resalta que nunca conocemos lo que piensa Takuro. No hay monólogos internos. Solo la rutina que realiza cada día.
La historia se complica cuando Takuro reconoce al basurero local, un hombre con el que estuvo en prisión y que comienza a acecharlo al creer que Takuro no está lo suficientemente arrepentido de sus crímenes. El final es ciertamente anticlimático, pero da la oportunidad a Takuro de redimirse.
La anguila explora múltiples temas, pasando por la reinserción social y la culpa, hasta la locura. En muchos sentidos, la película no permite que sintamos odio o desagrado por Takuro. Pese a que ha matado a dos personas, nunca se presenta como un hombre malo; por el contrario, casi siempre lo vemos como un hombre que evita que sus manos tengan más sangre.
La película no solo es entretenida, sino que está llena de simbolismos y significados ocultos que son interesantes de descubrir poco a poco. De igual manera, es un intento notable por acercarnos a un cine asiático más enfocado en los problemas actuales y menos enfocado en el periodo histórico de Japón, tal y como lo hizo Akira Kurosawa. La anguila es una excelente opción para tener un acercamiento con el cine japonés.

Iván Paredes es economista, esposo, padre de familia y cinéfilo. Ha colaborado en múltiples blogs sobre pobreza, arqueología y su zona favorita de la ciudad de México, Tacubaya. Ha estado involucrado desde el inicio en Palomita de maíz, presentando sus opiniones sobre el estado del cine mexicano y la relación entre el cine y la economía. Fanático de las películas mexicanas e intentando ofrecer una mirada descubridora del cine latinoamericano, en sus planes futuros está grabar un corto. Entre sus cintas favoritas se encuentran Niños del Hombre (2006), Soylent Green (1973) y Macario (1960).