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Juventud interrumpida: Steven Spielberg se apodera de West Side Story

Escrito el 23 marzo, 2022 @la_loulu
West Side Story. Dir. Steven Spielberg. 2021. 20th Century Studios.

Para muchos resultó difícil unir el prolífico nombre de Steven Spielberg con un musical, y más uno como West Side Story, un clásico romántico de ambición inigualable. Tenemos que ir hasta el vistoso inicio de Indiana Jones y el Templo de la Perdición (1984) para encontrar una pizca del género en su filmografía. Lo cierto es que su conexión con West Side Story puede hallarse en otra parte: en los jóvenes que dan vida a esta historia, atrapados en un ciclo de violencia, angustia y abandono.

West Side Story (2021) inicia en medio del verano de Nueva York de finales de los años 50: una ciudad entre ruinas y planes majestuosos para modernizarse atrapan entre el pasado y el futuro a un grupo de jóvenes de bandas rivales que se disputan el dominio de un territorio que los haría menos marginados. Así nos introducimos a la tragedia, con personajes entregados a sus emociones, buscando un sentido de pertenencia y dominación por medio de la violencia y la ira.

La película está basada en el musical de Broadway estrenado en 1957, escrito por Arthur Laurents, de inspiración en Romeo y Julieta de William Shakespeare, con la música de Leonard Bernstein y letras de Stephen Sondheim. Posteriormente, sería adaptado al cine en 1961 por Robert Wise.

Dos bandas rivales, los Jets (estadounidenses de origen caucásico) y los Sharks (inmigrantes puertorriqueños) pelean por dominar el territorio del barrio San Juan Hill, mientras los jóvenes María –hermana menor de Bernardo, líder de los Sharks– y Tony –miembro cuasi retirado de los Jets– se enamoran en medio de las riñas de sus “clanes”, mezclando la efervescencia juvenil entre el amor y el odio.

Desde sus inicios como cineasta, Spielberg ha mantenido la constante de trasladar personajes jóvenes a la pantalla con sensibilidad, interés y empatía. Niños y jóvenes en problemas, separados de sus padres o en conflicto con ellos, enfrentan su inocencia con una realidad devastadora o un futuro incierto. Desde E.T. hasta Empire of the Sun, pasando por Hook, y en este siglo War Horse o Ready Player One, Spielberg no trata los conflictos de los más jóvenes como adyacentes a un drama principal y “adulto”, sino que los introduce en sus historias de forma orgánica, manteniéndolos de una u otra forma en la mayoría de sus trabajos. Vemos en Saving Private Ryan el esfuerzo por reunir a un joven en medio de la guerra, con su madre, o en Lincoln un drama sobre el legado que un padre (presidente) quiere dejar a sus hijos (la nación).

En su aproximación a West Side Story, Spielberg y el dramaturgo Tony Kushner retratan a una juventud en el umbral del avance tecnológico del mundo enfrentando el abandono familiar (los Jets) e institucional (los Sharks), mientras se encuentran desplazados ante el cambio físico de su comunidad, transfiriéndole a la obra una nueva identidad cinematográfica.

West Side Story
West Side Story. Dir. Steven Spielberg. 2021. 20th Century Studios.

Si bien West Side Story es conocida como una tragedia romántica –el “amor prohibido” de Tony y María– y transversalmente social –la violencia, el abandono juvenil y la discriminación en la sociedad de EUA–, la juventud de sus personajes sirvió constantemente como justificación condescendiente de un accionar desde irresponsable hasta delincuencial, o inocente hasta estúpido. Pero Spielberg no es condescendiente con estos personajes, sino que aprecia la dualidad de la juventud, al ser esta su motivación y tragedia.

Desde la obra teatral esta noción ya estaba presente, aunque sin profundizar, como cuando los Jets recitan en su queja social Gee, Officer Krupke: “The trouble is he’s growing. / The trouble is he’s grown…”. O cuando mantiene a los adultos relegados a roles específicos y en contextos de protección o autoridad, precisamente fallando ese propósito: ya sea “Doc” (en esta película Valentina, su viuda, interpretada por Rita Moreno) cuidando de Tony y los policías Schrank y Krupke, intentando controlar a las pandillas. Las modificaciones claves en el guion por parte de Kushner logran una aproximación más profunda a la historia, mientras que Spielberg le otorga un nuevo sentido cinematográfico a la disyuntiva de la juventud: nadie los protege como a los niños, pero tampoco nadie los trata como adultos.

Es así como desde su esencia, pero en especial, por los cambios que se introducen con la intención de darle importancia a esta disyuntiva, la adaptación de West Side Story de Spielberg puede sentirse como una obra natural en su filmografía, enfocándose en los jóvenes que toman parte en la historia, sus ansías, anhelos y cargas, y construyendo el tejido social de la tragedia.

Si bien West Side Story aparece definida constantemente como una historia de amor, su verdadera profundidad siempre ha estado en los escollos sociales de esta tragedia: la violencia y la desigualdad, el racismo y el desprecio por el extraño. Y es el hecho de desarrollar esta historia con jóvenes, adolescentes incluso, lo que le da sentido. La juventud, el puente entre la niñez y la adultez, rodea nuestras acciones con un aire de trascendencia definitoria: el amor a primera vista de Tony y María, el duelo definitivo de los Sharks y los Jets, o la decisión de María de amar a Tony en lugar de condenarlo por matar a su hermano. Querer encontrar justificación a estas acciones desde la adultez carece de sentido porque el entendimiento adulto las encuentra injustificables.

Spielberg halla un equilibrio para retratar esta tragedia juvenil de forma cinematográfica sin recurrir a la condescendencia hacia sus personajes. Tenemos, por ejemplo, el desarrollo de One Hand, One Heart, que se traslada al museo The Cloisters, removiendo el aire casi infantil y juguetón que tenía el número en su concepción y acercándolo más a la tragedia de dos jóvenes reconociendo la idea de su mortalidad.

Pero, sin dudas, el cambio más significativo y una muestra de lo que ambicionan Spielberg y Kushner con esta película es la historia de fondo que se le da a Tony (Ansel Elgort). No solamente encontramos una explicación concreta a su alejamiento de los Jets (su año en prisión por un delito de agresión), sino que ésta le da sentido a sus ansías por un cambio de vida, colocándolo un paso más cerca de la madurez que sus compañeros de pandilla. Asimismo, nos permite interpretar su conexión con María (Rachel Zegler) de forma concreta. Tony ve en ella la inocencia que dejó atrás y la ilusión incandescente de su afecto le devuelve el entusiasmo frente a la apatía de la violencia ya conocida.

West Side Story
West Side Story. Dir. Steven Spielberg. 2021. 20th Century Studios.

Ahora, West Side Story no sólo es una historia de jóvenes, sino de jóvenes en abandono que ven que están perdiendo sus hogares (espacios físicos). De ahí la urgencia de los Jets por una reivindicación territorial de, literalmente, escombros –alegoría probable de los hogares rotos de los que provienen– mientras los escuchamos cantar “You got brothers around / You’re a family man…”, hablando de sí mismos.

Así, las pandillas son el remplazo del núcleo familiar, y en el caso de los Sharks –inmigrantes jóvenes en un país con un idioma diferente– eso es lo que les permite mantener un sentido de unidad e identidad, incluso lejos de los hogares en los que crecieron. Se puede entender así el número de La Borinqueña, otro agregado de esta versión. Además, tenemos como ejemplo el departamento que comparten Bernardo (David Alvarez), María y Anita (Ariana DeBose), un espacio dinámico de caracteres, constituyendo un moderno sentido de hogar, incluso sin padres presentes, diferenciándose de los nómadas Jets.

Sin embargo, no hay mejor ejemplo de cómo Spielberg le otorga su sello a West Side Story que el trágico personaje de Riff (Mike Faist). Este ingresa a la pantalla alejado de la imagen jovial y despreocupada de las versiones previas. Estamos ante un joven desestabilizado por su propia ira, frustrado ante los cambios del mundo que conoce y aferrado a su pandilla para mantener un sentido de pertenencia. Su físico y actitud imprudente y casi autodestructiva son un espejo indudable de la negligencia familiar, tal y como implica la escena de la compra del arma, otro agregado de esta versión. Vemos en ese intercambio que la determinación, carisma y cinismo de Riff cubren un sufrimiento profundo e indescriptible, originado en el abandono, su verdadera condena. El personaje, tal como está planteado, podría existir en cualquier universo de Spielberg.

Es así como Steven Spielberg, de la mano de Kushner, transforma un clásico cultural en una obra esencialmente propia. Retrata al Upper West Side de los años 50 como una zona de guerra, no de los Jets contra los Sharks, sino de la ciudad contra sus habitantes, con escombros y máquinas derrumbando hogares por doquier. Su sello está en la forma en que aborda la tragedia de una juventud angustiada y abandonada. Queda claro en el final, cuando vemos a Chino (Josh Andrés Rivera) acompañado por Valentina (la figura de protección que falló), ante las figuras de autoridad. La sociedad adulta reclama su forma de equilibrar un mundo terriblemente desigual.

Es así como la historia de West Side Story se cierra ante el espectador, no como una tragedia romántica, sino con la certeza de lo crueles e irretractables que pueden ser las cargas de la juventud.

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