Indiana Jones y el templo de la perdición: entre lo provocativo y lo repugnante
Segunda entrega retrospectiva sobre la franquicia de Indiana Jones. Contiene spoilers.

Es difícil pretender ser experto en otras culturas. Si realmente tenemos interés genuino en aprender sobre ellas, deberíamos realizar una búsqueda respetuosa que evite el morbo y los prejuicios que adquirimos a través del cine estadounidense. En la actualidad, la cultura de la cancelación ha exigido la supresión de ciertas obras de la conciencia popular debido a representaciones culturales agresivas, racistas y xenofóbicas. Sin embargo, negar su existencia o dificultar su estudio es una acción peligrosa: ¿cómo podríamos identificar las diferentes manifestaciones del racismo si decidimos olvidar cómo se ha presentado a lo largo del tiempo?
Indiana Jones y el templo de la perdición es una película controvertida dentro de la filmografía del director Steven Spielberg y el productor George Lucas debido a su representación de varias naciones de Asia. Ambos buscaban continuar con una franquicia que capturara el espíritu de Cazadores del arca perdida, un éxito comercial rotundo, sin repetir la misma fórmula. Siguiendo el esquema de Star Wars, de que la segunda película debía ser más oscura que la original, Lucas consideró situar la historia en un castillo embrujado en Escocia. Sin embargo, Spielberg se negó debido a su participación previa en la producción de Poltergeist. Así, el dúo seleccionó India como el próximo destino del arqueólogo.
El atrevido sensacionalismo de Indy 2
Desde sus primeros minutos, El templo de la perdición está llena de sorpresas escandalosas. La película abre en un bar chino con una versión traducida de la canción Anything Goes cuya letra habla sobre cómo el público del pasado solía ser muy sensible para después ser despreocupado respecto a cómo era entretenido. Es tal la falta de interés en el idioma presentado que las palabras cantadas por la artista ficticia Willie Scott (Kate Capshaw) siguen sin ser comprendidas del todo por el público que habla mandarín o cantonés.
Siguiendo la tradición de las películas de James Bond, en las que el protagonista viajaba a diferentes partes del mundo y compartía más con estereotipos culturales que con personajes, Templo presenta las culturas no anglosajonas con clichés definidos. Los chinos son mafiosos malvados o meseros cuya representación no justifica su presencia en la película más allá de la necesidad de presentar una locación exótica. La historia toma una dirección más complicada cuando Indiana Jones y sus compañeros de viaje llegan a India a ser testigos del secuestro de niños y de rituales de magia oscura. La intención de la historia fue tan desagradable que, Lawrence Kasdan, el guionista por encargo de la primera Indy, decidió no participar en la secuela.
Spielberg y Lucas, sumidos en divorcios y separaciones complicadas, estaban tan decididos a hacer una película provocativa que, cuando el gobierno de India les solicitó realizar cambios al guion de Willard Huyck y Gloria Katz debido a las referencias ofensivas, prefirieron mover la producción a Sri Lanka. Entre las atrocidades presentes en Templo, se encuentran una secuencia en la que la corte real de un maharajá se alimenta de reptiles vivos, sopas con ojos y helados con los sesos de primates, y un culto dedicado a la adoración de Kali, la diosa de la destrucción en la cultura hindi.

La escena de la cena no es ningún gusto adquirido. Si la idea era provocar desagrado en el público, Spielberg logró su cometido. Aun si solo tenía la intención de entretener, aquí la película representa a los hindis como salvajes al hacerlos partícipes de un comportamiento que no existe en su cultura. Si bien los villanos de la cinta son fanáticos que interpretan a la diosa Kali desde la crueldad, no hay ningún contraste que indique lo grave que es su desviación en relación con su cultura. Indy 2 se queda con los peores estereotipos posibles con caricaturas de pobreza comparadas a la civilización y el decoro demostrado por un protagonista que rescata a los niños de un pueblo sin ayuda de sus padres o las autoridades locales.
La amnesia de Indiana Jones
El templo de la perdición no es una secuela de Cazadores del arca perdida, sino una precuela que contradice y hace redundante lo vivido por Indiana Jones en su primera aventura. En Cazadores, Indy era un arqueólogo cínico que no creía en lo sobrenatural y que aprendió a mantener una mente abierta; en Templo, que sucede años antes, Jones se enfrenta a un culto dedicado a sacarle el corazón a sus víctimas y lavar su cerebro, trauma que por alguna razón no recuerda en su siguiente aventura. En Cazadores, Indiana Jones guarda artículos que no le pertenecen en su bolsillo para venderlos a un museo, pero en Templo renuncia a la “fortuna y la gloria” relacionada con unas reliquias y prefiere dejarlas al cuidado de sus respectivos dueños.
Esta falta de concordancia entre ambas películas genera un hueco trágico en la trama: el paradero del amor de la vida de Indiana Jones. No nos referimos a Willie Scott, el interés romántico de Jones en esta ocasión, sino a Short Round (Ke Huy Quan), un huérfano chino que lo acompaña en esta aventura y que no está presente en las siguientes entregas más allá de apariciones en otros medios. Este chico trata a Jones como si fuera su padre y jamás sabemos si fue adoptado por alguien más o si su devoción fue pagada con indiferencia.
Short es más que un asistente, es un amigo fiel que detecta el peligro antes de que suceda y que ve en Indy un modelo a seguir, incluso emulando sus actitudes más detestables, como el trato que le dan a Willie, empujándola o llamándole “muñeca”. Jones no es el mejor ejemplo, pero Short ve más allá de su fachada desinteresada. La escena que justifica volver a ver El templo de la perdición siempre será aquella que tiene a este pequeño, golpeado por su héroe que está poseído, intentando regresarle su voluntad. Cuando lo logra, Indy queda tan avergonzado ante la devoción de este niño que solo puede arrodillarse ante él para pedir su perdón con un abrazo.

Solo con Short del lado de Indy, podemos disfrutar la película. La franquicia compensa la falta de ritmo de la primera mitad de Templo con una segunda mitad que impresiona con la velocidad de su acción y una que otra resolución satisfactoria. Indiana, Short y Willie liberan a los niños que estaban esclavizados por el culto, mientras que el compositor John Williams los lleva a la libertad con una de las marchas más inspiradoras de su repertorio. Dado que Short, el niño que lleva explotando como mano de obra, prefirió salvarle antes que escapar, Indy se compromete a no permitir que otros niños sean utilizados. La emoción no para ahí, pues nuestros héroes son perseguidos a través de minas y puentes peligrosos.
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Después de 40 años, Indiana Jones y el templo de la perdición persiste en la controversia debido a representaciones problemáticas, estereotipadas y simplistas que pudieron evitarse desde el principio de la producción. Sin embargo, la película no debería eliminarse de nuestra conciencia cultural. Más bien debería utilizarse como un estándar de todo lo que no se debe hacer en el cine y un ejemplo de cómo las producciones cinematográficas pueden impactar en la percepción de culturas diferentes a la propia.

Carlos es un médico y profesor colombiano. Descubrió su amor por el cine a los 7 años, cuando su papá le consiguió un reproductor VHS y varias cintas. Luego de ver Star Wars – Episodio III se enamoró para siempre de las salas de cine. Más adelante, se obsesionó con coleccionar películas en DVD y Blu-ray. Durante el curso de su carrera de medicina, sus amigos le convencieron de escribir sobre las cintas en su colección y henos aquí…