Érase una vez John Wick
Había una vez, en las afueras de Nueva York, un hombre enamorado con el corazón roto. Su esposa, previendo su partida final, le regaló un cachorro. El hombre comenzó a sanar, poco a poco, y a reconstruir su vida tras tan devastadora pérdida, hasta que se cruzó con un hombre arrogante. En un arranque de prepotencia y aparente invencibilidad, aquel tipo le robó su carro y mató al cachorro. Como respuesta, el protagonista buscó venganza.
Así comienza la saga de John Wick, película de acción dirigida por Chad Stahelski y David Leitch, que cuenta con tres secuelas, la más reciente estrenada en 2023. La historia de venganza entreteje un mundo oculto que sigue reglas y códigos estrictos para cumplir con propósitos y deberes, mientras resguarda, al centro, un profundo y desgarrador duelo que arde más que los golpes, balazos y navajazos que enfrenta el cuerpo físico del protagonista que da nombre a la franquicia.
Hasta cierto punto, esta saga es un cuento de hadas contemporáneo: en lugar de hechiceras, magia y talismanes, hay asesinos a sueldo, contratos sellados con sangre y monedas para recordar deudas pendientes. En vez de atravesar un espejo o un clóset, los personajes entran a otro mundo al ingresar a hoteles de lujo. Hay clanes familiares poderosos con identidades marcadas, individuos ágiles, fuertes y poderosos con un umbral de dolor impresionante, y una organización omnipresente y omnisciente que marca las reglas y vigila su cumplimiento. Para avanzar con cualquier meta se deben cumplir diligentemente tareas impuestas y aparentemente imposibles de realizar.
A la par que conocemos este universo, descubrimos el mito de John Wick (Keanu Reeves) a través de lo que otros cuentan de él entre susurros y gritos ahogados. Siguiendo la tradición de la narrativa oral, relatan que, en su momento, fue el asesino a sueldo más letal y despiadado de todos. Que dejó todo por el amor de una mujer y que volvió para vengar a un perro. Que una vez que estás en su lista de muerte estás condenado y no hay manera de escapar ni evadir el sangriento final. Es prácticamente un ser maligno, pero, conforme poco a poco se presenta, benevolente que habita entre nuestra realidad cotidiana y un mundo fantástico, oculto y sangriento que mucha gente teme y venera por igual, como simple muestra está el hecho de que, cuando el hombre arrogante (Alfie Allen) que dañó a Wick le pide ayuda a su padre (Michael Nyqvist), líder de una prominente familia de mafiosos, el patriarca lo deja solo y le demanda que asuma las consecuencias de sus actos.
Si los cuentos de hadas tradicionales buscan explicar sucesos cotidianos, como el ciclo de las estaciones del año, presentar el posible origen de eventos temporales o aconsejar partiendo de los principios morales de la época, la saga John Wick es una fantástica exploración del proceso de duelo, la incapacidad de dejar atrás un pasado violento, y la definición de la identidad personal. La muerte del perrito que le dejó su esposa agudizó la profunda desesperanza y dolor de Wick, el cual se calla brevemente al regresar al mundo del que se retiró. Sin embargo, una cosa es volver al infierno y otra permanecer en él, por lo que busca, a toda costa, salir y recuperar la identidad que prefería. Después de todo, aunque todos reconocen a Wick como un ser violento e implacable, como monstruo digno de pesadillas, él solo quiere ser recordado como un esposo querido.
Al ver la saga como una obra completa, dividida en cuatro partes, se reconoce un viaje de (anti)héroe en el que Wick busca, a toda costa, terminar con la tediosa y vengativa burocracia del submundo para recuperar la identidad que tenía antes de cruzarse con el heredero mafioso. Durante la tercera parte, Wick se da cuenta de que la única manera de salir es escalar el riesgo y peligro para atravesar esa realidad.
En ese sentido, John Wick 4 cierra espectacularmente: encuentra en la soberbia de otro hombre la luz al final del túnel y la usa a su favor. La brillante interpretación de Reeves centra la acción, y los caminos abiertos que deja para otros personajes – como el de Akira (Rina Sawayama), la gerente del hotel en Tokio – son tanto indicadores de secuelas potenciales como recordatorio de que, al honrar los deberes de violencia, no hay forma de romper el ciclo y escapar a una versión más tranquila del presente.

Crítica de cine, escritora y traductora del norte de México. Su trayectoria engloba proyectos en ONGs y la creación de contenidos creativos en agencias de comunicación audiovisual. Tiene un enfoque multidisciplinario e inclusivo que ha estado en diversas plataformas de cine nacionales e internacionales.