El Halcón Asiático: cuando Jackie Chan fue el Indiana Jones de Hong Kong
Cazadores del arca perdida (Steven Spielberg, 1981) ocupa un lugar coyuntural en la historia del cine. No solo está inspirada en los seriales de aventuras con los que creció su creador George Lucas, sino que también fue un éxito tan grande que inspiró innumerables imitadores alrededor del mundo. Algunos han sido mejores que otros, y uno de los mejores ejemplos puede encontrarse en el cine de Hong Kong. Este, de acuerdo con el teórico e historiador del cine David Bordwell en su libro Planet Hong Kong: Popular Cinema and the Art of Entertainment, “ha sido posiblemente el cine popular más enérgico e imaginativo del mundo desde la década de 1970”.
Una de las mayores estrellas de Hong Kong es, por supuesto, Jackie Chan, quien, entre 1986 y 2012, hizo una trilogía de películas alrededor de un personaje muy parecido al profesor de Harrison Ford: Armour of God, Armour of God II: Operation Condor y Operación Zodiaco. Durante los ‘80, Chan cimentó su éxito gracias a una muy particular mezcla de acción y comedia. Sus personajes eran de apariencia y personalidad simples, por lo que era fácil identificarse con ellos; no obstante, resistían todo tipo de castigos físicos y llevaban a cabo las más elaboradas acrobacias y artes marciales. Por su proeza corporal y su habilidad como director para fotografiar y editar gags, Chan merece las muchas comparaciones que se le han hecho con los maestros de la comedia silente, especialmente Buster Keaton.
Para 1985, cuando se estrenó Police Story, ampliamente considerada como su mayor triunfo artístico como estrella y director, Chan había experimentado con distintos géneros cinematográficos, desde las tradicionales épicas de kung-fu de época, hasta comedias de acción situadas en ambientes contemporáneos. Una aventura global sobre un cazador de tesoros parecía una continuación razonable para su carrera.

Armour of God (Chan, 1986) es enérgica y entretenida, aunque algunas cosas pueden desorientar al espectador occidental contemporáneo. Una es que el planteamiento resulta implausible. Antes de convertirse en el Halcón Asiático, un reconocido mercenario que recorre el mundo robando preciosos artefactos históricos para venderlos al mejor postor, Jackie (Chan) fue miembro de una banda de pop cantonés a lado de su mejor amigo Alan (Alan Tam) y Lorelei (Rosamund Kwan), la novia de éste.
Tal cambio de carrera basta para poner a prueba la credulidad del público. ¿Qué habilidades relevantes a sus aventuras pudo haber obtenido entonces? Dicha subtrama parece apenas una excusa para incorporar las canciones de Tam, entonces un cantante popular. Este brinco narrativo, no obstante, es fácil de perdonar, pues las canciones son disfrutables (por pegajosa y enérgica, destaca “Lorelei”, el tema de los créditos finales).
Después de que Jackie obtiene una espada de una armadura mitológica, una secta siniestra secuestra a Lorelei para que él les consiga las piezas que faltan. Jackie, Alan y May (la actriz española Lola Farner), la hija de un conde, siguen la pista de los secuestradores y esperan frustrar sus planes. Así, la película se convierte en una serie de secuencias de acción y comedia que los acercan o alejan de su objetivo.
Como Bordwell explica, el cine de Hong Kong nunca ha hecho tanto énfasis en la caracterización y el desarrollo psicológico de los personajes como el de Hollywood (incluso una película llena de acción como Cazadores del arca perdida cuidaba las relaciones de Indy con su interés romántico Marion y el villano Belloq). Esto ha de tomarse como parte de la tradición de este cine y no como un error.
Momentos aislados de emoción y energía cobran prioridad sobre la unidad dramática. En Armour of God, el villano nunca hace una impresión y el final da la sensación de que quedan hilos colgando y relaciones sin resolver. Las personalidades de Jackie, Alan, May y Lorelei solo cobran importancia en una secuencia de enredos y malentendidos con toques románticos.
Siendo justos, el protagonista de Armour of God es un tanto plano para los estándares de Hong Kong. La película lo trata como un héroe de acción infalible y convencional, por lo que se extraña la vulnerabilidad y sentido del humor que Jackie Chan mostró anteriormente en Police Story. El alivio cómico y bufonería se restringe al personaje de Alan, quien tiene una divertida secuencia en la que trata de enfrentarse a los malos y sale ileso a pesar de cometer errores cada vez más vergonzosos.
La violencia también puede saltar en los ojos acostumbrados a Hollywood. Aunque una aventura ligera, Armour of God tiene destellos de rudeza que serían impensables en una producción estadounidense. En el secuestro de May, por ejemplo, un desfile de modas en París es interrumpido por una lluvia de balas que culmina con un fotógrafo inocente recibiendo un tiro en el ojo y chorreando sangre, un detalle perturbador y gratuito.
Por supuesto, lo que uno busca en una película como ésta es la acción y tanto Chan como su equipo logran un trabajo extraordinario. Una persecución por las calles europeas es acentuada por motocicletas navegando por escaleras y saltando por los aires. Culmina triunfalmente con el auto de Jackie volando por encima de un viaducto elevado. El final de la película, por su parte, presume una magnífica serie de gags por los que Chan es bien conocido: aquellos que aprovechan su destreza corporal, su ritmo comediante físico y su ingenio para utilizar los objetos que tiene a la mano.

Con locaciones europeas e impresionantes secuencias de acción, Armour of God es una superproducción. Sin embargo, la escala y la calidad técnica solo crecerían para su secuela de 1991, Armour of God II: Operation Condor, también dirigida por Chan.
Para inicios de los 90, el cine de Hong Kong pasaba por un momento particularmente próspero y las películas de sus principales estrellas y directores emulaban los valores de producción de Hollywood. Operation Condor es representativa de esta tendencia, pues no solo presume la calidad de acrobacias a las que Chan nos había acostumbrado, pero también fotografía de formato anamórfico, iluminación dramática y efectos visuales de tipo óptico que amplifican la escala e intensidad de la aventura.
En esta ocasión, el Halcón Asiático es convocado para localizar una reserva de oro nazi (es un divertido detalle que, incluso con su ambientación contemporánea, la película involucre a los villanos más notorios de Indiana Jones) escondido en una base subterránea en el desierto del Sahara. Sus compañeras de aventura son Ada (Do Do Cheng), experta en geografía africana; Elsa (Eva Cobo de Garcia), la nieta de un oficial alemán; y Momoko (Shôko Ikeda), una mujer japonesa a quien Jackie conoce vendiendo artesanías en las calles de Madrid.
De nuevo, la trama es de ligera y apenas una excusa para las elaboradas secuencias de acción. Grupos rivales que codician el tesoro proveen cierta fricción. Las escenas de acción y comedia son la misma variedad de persecuciones, enredos y acrobacias, pero la escala es más grande y las partes se mueven con mayor agilidad, resultando en una secuela más pulida e impresionante que su predecesor.
Una secuencia en un hotel africano rescata los elementos de farsa enredada con tensión romántica con una dosis de peripecias y disparos. Una persecución por las calles de España culmina con un salto impresionante que Chan muestra sucesivamente desde tres ángulos diferentes, como haría con sus mejores acrobacias, para deleitarnos en él. El clímax, situado en un gigantesco túnel de viento, fácilmente eclipsa a mucho de lo que Hollywood hacía en esa época.
Tuvieron que pasar más de 20 años para que Chan trajera de vuelta al Halcón Asiático. Para entonces ya había tenido una etapa como estrella de Hollywood. La industria de Hong Kong también había cambiado drásticamente, incorporada a la de China continental cuando el territorio fue cedido de vuelta por Reino Unido en 1997. En Operación Zodiaco (Chan, 2012), esto se ve reflejado en una trama sobre la repatriación de reliquias que circulan en el mercado negro.

La historia es más enredada, pero no por eso más interesante. El personaje de Chan (a quien ahora se le refiere como JC) recibe la misión de localizar 12 estatuas de bronce basadas en los animales del zodiaco chino. El mayor número de objetos (y una subtrama que involucra falsificaciones) dificultan seguir la pista de qué es lo que sus personajes buscan. No ayuda que la versión que circula fuera de China haya perdido 15 minutos de su duración.
Quizá respondiendo a la edad de Chan (58 años cuando estrenó la película), la película su rol, emparejándolo con tres asistentes jóvenes: Simon (Kwon Sang-woo), David (Liao Fan) y Bonnie (Zhang Lanxin). En sus aventuras por locaciones de Letonia, Francia, Taiwán, Australia y Vanuatu los acompañan Coco (Helen Yao), la líder de un grupo de estudiantes que protesta la subasta de objetos históricos, y Catherine (Laura Weissbecker), una mujer europea rica que busca recuperar los restos de su bisabuelo, los cuales desaparecieron cuando las figuras del zodiaco fueron robadas por primera vez.
Las secuencias de acción, particularmente una en la que JC y compañía son capturados por piratas, dependen más de sets detallados y efectos visuales y especiales. Similarmente, la trama confía en aparatos tecnológicos, como un traje con patines, guantes que escanean objetos al instante y un reloj con una cámara integrada. Las acrobacias clásicas de Chan se limitan principalmente a una escena en la que JC y un viejo rival se pelean en unos sillones.
Con esta película queda claro que, para este punto de su carrera, Chan depende más de su personalidad y reconocimiento que por su flexibilidad y resistencia física, pero se agradece el esfuerzo en los pocos momentos en los que captura viejas glorias. Incluso cuando la acción no es deslumbrante, su disciplina como director brilla: verlo hacer algo comparativamente simple como bajar una pared es emocionante porque lo fotografía en planos abiertos favorece la claridad visual y da protagonismo al movimiento.
***
Este año, Indiana Jones regresa a cines con Indiana Jones and the Dial of Destiny (James Mangold, 2023). Con un Harrison Ford de 80 años y la ausencia de su director original, Steven Spielberg, hay razones para dudar de que complazca a los fanáticos de la saga y del cine de aventuras. No obstante, así como las películas del Halcón Asiático lo demuestran, este tipo de emociones se pueden encontrar alrededor del mundo, si uno está dispuesto a mirar más allá de Hollywood.

Comunicólogo de Ensenada, Baja California que de alguna forma se tropezó dentro de una carrera semi-formal como crítico de cine. Propietario del blog Pegado a la butaca. Colaborador en Esquina del Cine, Radio Fórmula Tijuana y Cinema World.