El faro (BFI LFF 2019): un thriller inquietante y completamente demente
Disponible en:
Director: Robert Eggers
Elenco: Robert Pattinson, Willem Dafoe, Valeriia Karaman.
Países: Canadá, Estados Unidos
Más información de la película: https://www.imdb.com/title/tt7984734/
Hace más de una semana que vi El faro, la última película del inigualable Robert Eggers, y todavía me cuesta trabajo encontrar las palabras para describir esta propuesta demente y perturbadora. De lo que no me cabe la menor duda, y para lo que puedo encontrar palabras fácilmente, es para declarar lo innovadora y atrapante que es. A lo largo de sus 110 minutos de duración no hay ni un solo momento en el que se pueda ver a otro lado que no sea la pantalla.
El faro es una pesadilla cinematográfica que comienza como algo turbio e inquietante, y que poco a poco aumenta los niveles de intranquilidad y absurdez hasta llegar a su clímax. Ya sea la batalla que los personajes desarrollan en contra de los elementos – y en la que inevitable e invariablemente perderán –, la batalla que desarrollan entre ellos o los demonios internos a los que intentan evadir, esta película presenta suficiente terror psicológico que es imposible no absorber todo lo que propone.
Escrita por los hermanos Eggers, Max y Robert (el también director), El faro se desarrolla en una isla de Nueva Inglaterra durante los 1890s y se centra en dos cuidadores de faro. Por un lado, el experimentado y viejo Thomas Wake (Willem Dafoe) es receloso de su posición, así como hostil y abusivo con su subordinado. Ya sea tratándolo mal o asignándole las tareas más desagradables, Thomas es despreciable, intentando continuamente confirmar su autoridad en la relación.
Por el otro lado, el joven y misterioso Ephraim Winslow (Robert Pattinson) debe aprender a lidiar con el viejo, así como con su nueva realidad. Su trabajo, su compañero de casa y el aislamiento que presenta su vida son suficientes como para que poco a poco pierda la cordura. El hecho de que el trabajo que sólo duraría cuatro semanas tenga la posibilidad de extenderse por meses debido a una tormenta que no parece tener fin, aparenta ser la última gota que derrama el vaso de locura y descontrol en ambos.
Además de tener que pelear con las fuerzas de la naturaleza, Eggers presenta a dos hombres que deben pelear en contra de sus emociones, así como en contra del otro. Esta película nos recuerda lo difícil que son las relaciones humanas, y más cuando se desarrollan de manera forzada. Tanto la falta de conexión y la soledad, como el juego de control y poder, son partes fundamentales de la interacción que se desarrolla entre Thomas y Ephraim. Mientras que anhelan cierta conexión en este escenario aislado, sus personalidades Y su necesidad por demostrar quién tiene el poder terminan sofocando todo lo demás.
La fusión del autoboicoteo con el folklore marítimo es una fuente de fuerzas imparables y terroríficas. Pronto la realidad y la fantasía son difíciles de distinguir, abonando al terror psicológico y a la frustración por la pérdida de la realidad que infunde la película. Ni los personajes ni la audiencia tienen certeza de lo que se presenta en pantalla.
Grabada a blanco y negro para proporcionar ese aire de antiguo y claustrofobia, la película proporciona escenas inolvidablemente perturbadoras que enriquecen el sentimiento de acechamiento e intranquilidad. Asimismo, se presentan close-ups de los protagonistas que cimentan la pérdida de la cordura y demuestran la inestabilidad en la que se encuentran. Pareciera que la cámara y el actor – en especial Pattinson – tienen una sincronía dramática. Por su parte, los ruidos apabullantes y constantes de la sirena de niebla provocan un sentimiento de intranquilidad y sordera.
Más allá que terror, El faro recurre a incomodidades contrastantes. Ephraim y Thomas desarrollan una relación abusiva y codependiente que pasa por múltiples etapas de control y autoridad en manos de ambos personajes. La película es en ocasiones cómica, en muchas otras homoerótica, y en otras explícitamente violenta. Estos hombres son una bomba de tiempo.
Mucho he dicho de la envidiable filmografía que Robert Pattinson ha creado. Aun así, esta película lo lleva a nuevos niveles de realización creativa. Increíblemente atractivo, incómodamente sospechoso y empáticamente incómodo, la evolución de su desesperación es comprensible. Evidentemente un rol difícil de desarrollar, parece que Roggers le ha exigido salir de su zona de confort y realizar cosas ridículas y riesgosas, a través de las cuales demuestra la madera que tiene como protagonista y la atracción que provoca en la cámara.
Por su lado, Willem Dafoe es manipulador, escandaloso, abusivo y petulante. Su Thomas es la antítesis de Pattinson. Con monólogos literarios y prejuiciosos, lo que presenta es suficiente como para desatar la locura en cualquiera. Mientras que Pattinson presenta un personaje discreto y misterioso, Dafoe es llamativo y estrepitoso.
El faro no es la típica película de miedo con brincos y monstruos. Más bien, presenta el estado emocional y mental debilitado y paranoico que conduce a la locura – algo más latente y terrorífico que algún monstruo o fantasma. El hecho de que las amenazas provengan de las fuerzas naturales, la convivencia humana y el autoboicoteo nos deja en una especie de paisaje desolador. Con una estética única, un lenguaje arcaico, y una inquietud muy moderna, esta película está hecha para incomodar y alterar nuestra realidad.
Originaria de la Ciudad de México, Alessandra considera al cine como su gran amor. Fanática empedernida de Paul Newman y La Momia (1999), y dueña de una facilidad envidiable para aprenderse diálogos innecesarios para la vida real, en 2017 fundó Palomita de maíz. Aquí escribe constantemente sobre cine y televisión. También pueden encontrar sus palabras en sitios como InSession Film, Filmotomy, Cherry Picks y Screen Queens.