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2001: Una odisea del espacio – Comunicación, tecnología y humanidad

Escrito el 16 marzo, 2021 @ECinematografo

En 1968, un año antes de la llegada del hombre a la Luna, el director Stanley Kubrick y el escritor Arthur C. Clarke imaginaron una humanidad en el pico de sus capacidades y lista para enfrentar los misterios del espacio. La película de ciencia ficción que crearon juntos no comienza en el futuro, más bien, inicia en el principio de los tiempos y se dirige hacia el infinito.

Si bien 2001: Una Odisea del Espacio abre con la Luna, la Tierra y el Sol alineándose para el amanecer, la musicalización nos indica que esta primera escena no es una oda a la naturaleza, sino una poesía sobre el viaje de la humanidad a través del universo. La pieza que escuchamos es un fragmento de Así habló Zaratustra de Richard Strauss, compositor que intentó adaptar el trabajo de Friedrich Nietzsche a través de su música. Así como Strauss, la primera escena de la película intenta reverenciar a este filósofo, pues su obra corresponde al tema principal de 2001: un ser humano que rompe con toda tradición para superarse a sí mismo.

2001 – Así habló Zaratrustra, primera aparición

 

Lo que sigue a esta abertura es una película estructurada en cuatro actos que rastrea a la humanidad desde las edades prehistóricas hasta la conquista del espacio. Cada sección explora tanto las ventajas de una cognición superior capaz de innovar, como las desventajas inherentes de la dependencia a la tecnología.

Acto I: El amanecer del hombre

En un desierto inmenso en donde el silencio predomina, una comunidad de simios intenta sobrevivir la intemperie. Kubrick presenta a nuestros antepasados más primitivos protegiendo su único privilegio: un estanque de agua. En el momento en que otros simios les atacan, el grupo es desplazado lejos de su hogar.

Estando solos en una cueva, la comunidad exiliada se encuentra con un artefacto. Kubrick y Clarke introducen, de la nada, un monolito inmenso, negro y estático que se impone ante estas criaturas. Asustados, pero curiosos, los simios tocan el objeto y Así habló Zaratustra vuelve a sonar para indicarnos que estos primates jamás serán los mismos. Su entorno ahora parece estar lleno de posibilidades, por ejemplo, los huesos de otros animales parecen ideales para obtener alimento y darles ventaja sobre los adversarios que les robaron.

2001 – Así habló Zaratrustra, segunda aparición

 

Al final de esta sección entendemos que la cognición humana es capaz de transformar su entorno para producir tecnología, pero también para inventar instrumentos de violencia. Como la curiosidad del simio resulta en un salto para la especie humana, Kubrick finaliza el primer acto de 2001 con el simio líder lanzando el hueso hacia el cielo, seguido de un corte que nos presenta un satélite rodeando la Tierra: la humanidad ha llegado al espacio.

Acto II: Anomalía magnética de Tycho #1

El espacio es un vacío, pero en 2001 su silencio es llenado por la música, una creación humana. El Danubio Azul fue la melodía seleccionada por Kubrick para acompañar la llegada de un transporte comercial de Pan-Am a una estación espacial. La escena del vals que bailan estos instrumentos es una de las más hipnóticas y brillantes jamás filmadas porque, mientras estos danzan en círculos, es claro el alcance de la creatividad humana.

2001 – El Danubio Azul

 

Al llegar a la estación espacial, toda esta grandiosidad es contrastada con obstáculos de comunicación inherentes al avance tecnológico. El tripulante que nos concierne, el doctor Heywood Floyd (William Sylvester), tiene que comunicarse con su hija a través de una videollamada y compensar su ausencia en casa con la promesa de regalos. Cuando nos enteramos de que está sucediendo algo extraño en la superficie lunar, encontramos funcionarios extranjeros preocupados porque no obtienen respuesta por parte de Floyd. Por último, en una reunión, Floyd parece perpetuar una política de desconfianza alrededor del resto de la humanidad, pues comenta que prefiere sostener noticias falsas antes que revelar información y causar problemas de orden público en la Tierra.

Al parecer, que la humanidad posea esta tecnología no sólo permitió la conquista del espacio, sino que también posibilita que algunos tengan más información que otros. El doctor Floyd es miembro de una especie privilegiada con su cognición, pero también pertenece a un grupo que controla lo que el resto de la humanidad necesita saber, ignorando la autonomía de cada colectivo.

El viaje de Floyd termina en el cráter Tycho, en la Luna, donde encuentra otro monolito inmenso que recibe un sonido que aturde a los presentes. Si bien la primera vez el monolito inspiró al simio, aquí está pasando algo distinto. ¿Se estaría alertando a alguien sobre la llegada de la especie humana al espacio?

2001 – El segundo monolito

 

Acto III: La Misión Júpiter

Dieciocho meses después, la humanidad decide extender sus límites y atravesar el espacio para llegar al planeta Júpiter. Para ello, dotan la nave Discovery con extraordinarios avances: varios miembros de la tripulación están en estado de hibernación y la nave se encuentra bajo la tutela de HAL 9000 (voz de Douglas Rain), la computadora más precisa y perfecta de todos los tiempos, representada por Kubrick y Clarke como un ojo rojo que ve y escucha todo lo que sucede allí.

Con la ayuda del suite de ballet Gayane, compuesto por Aram Khachaturian, sentimos la soledad del Discovery viajando a través de la oscuridad del espacio, mientras conocemos el extraordinario diseño de producción dentro del navío. Aun cuando en la Tierra se aclama la valentía de David Bowman (Kier Dullea) y Frank Poole (Gary Lockwood), los únicos tripulantes humanos despiertos, la verdad es que estos tipos pasan sus días completando sus rutinas y dando la impresión de estar aburridos por tener que atender entrevistas e incluso llamadas de sus familiares.

2001 – Gayane Ballet Suite

 

HAL 9000, por su parte, destaca por ser una máquina que expresa tanto emoción como arrogancia. Cuando es presentada por primera vez, esta computadora niega ser capaz de cometer errores o distorsionar información. Siendo una útil herramienta que eventualmente se equivoca, HAL no se atreve a comunicar sus limitaciones y se esconde en su principal directiva: proteger la misión. Así entonces, una creación artificial de los humanos entra en conflicto con la especie que le creó para luchar por su supervivencia.

Aunque Kubrick y Clark evitaron darle forma física a HAL 9000, lograron construir uno de los adversarios más fascinantes de la historia del cine. Incluso con una voz robótica, HAL expresa ansiedad y miedo por su propia mortalidad, lo que hace que sus decisiones tan cruciales provengan de su fragilidad como ser pensante. HAL es el centro de varias secuencias al obligar a sus enemigos humanos a enfrentar su vulnerabilidad ante la oscuridad del espacio y su dependencia a la tecnología.

Habiendo sobrevivido a las maniobras de HAL, David Bowman decide desconectar la cognición de la computadora. Cuando HAL nota esto, su voz se vuelve amenazante, luego mediadora y, finalmente, suplicante. Esto da la impresión de que Bowman no está apagando un instrumento, sino que está asesinando a un ser sintiente. Inmediatamente se revela que tanto Bowman como HAL fueron víctimas del secretismo de Heywood Floyd, quien programó la revelación del motivo de la misión Júpiter cuando varias vidas ya se habían perdido por el peso de un secreto que no conocían. El Discovery partió para descubrir por qué el monolito en el cráter Tycho recibió una señal desde Júpiter.

2001 – HAL, desconectado

 

Júpiter y más allá

A lo largo de 2001, la humanidad aprendió a usar instrumentos para su supervivencia en el desierto que luego le sirvieron para expandir sus límites en el espacio. No obstante, su tecnología ha servido para justificar relaciones de poder basadas en la posesión de conocimiento, así como para reflejar su inseguridad en sus creaciones.

En el extraño epílogo del filme, el astronauta David Bowman es testigo de la alineación de Júpiter, todas sus lunas y un nuevo monolito. Lo que viene después es una experiencia indescriptible: el monolito se “abre” y ante Bowman se proyectan luces y colores, además de paisajes con una saturación bizarra de color. Esta secuencia se extiende más allá de los diez minutos y es seguida por una imagen cotidiana que no debería hacernos sentir tanto desasosiego: Bowman aparece en la habitación de un hotel y, con cada abrir y cerrar de ojos, ve su vida pasar ante sus ojos. Ya siendo un anciano y aparentemente falleciendo, el monolito se postra ante él.

¿Qué fue todo eso? La música nos permite dimensionar las intenciones de Kubrick y Clarke. Así habló Zaratustra realiza su última aparición acompañando una imagen grandiosa y desconcertante. Sin estar dentro de una nave, Bowman está regresando a la Tierra como un bebé, lo cual, según lo que hemos visto, nos indica que ha trascendido su propia mortalidad y ahora es un nuevo ser humano. Mientras que sus antecesores entendieron el poder de un instrumento, el nuevo Bowman ahora tiene la oportunidad de superar las limitaciones de su especie: la arrogancia, la dependencia a la tecnología y las jerarquías de poder.

Citar la música, que a su vez referencia la obra de Nietzsche, dirige la atención a los textos de este autor. Este nuevo Bowman puede ser una referencia a la idea del superhombre, alguien capaz de superar su propia naturaleza y construir su proyecto de vida a partir de valores propios. Curiosamente, Nietzsche estableció tres transformaciones necesarias para llegar al estado de superhombre, siendo la última un bebé.

2001 – Asi habló Zaratustra (El final)

2001: Una Odisea del Espacio es la bella e inspirada odisea que Kubrick y Clark dedican a la humanidad. Aunque requiere paciencia al ser una cinta sin un personaje principal claro o un argumento convencional, su cinematografía y diseño de producción son inolvidables porque configuran imágenes estimulantes que nos inspiran a investigar su significado. Es una obra que nos invita a conocernos a nosotros mismos como miembros de una especie capaz de transformar el universo, no para someterlo, sino para trascender los límites de nuestra mortalidad y llegar al infinito.

 

Referencia adicional:
The School of Life. Nietzsche on: The Superman [en línea]. Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=bxiKqA-u8y4&ab

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